Apostando Todo

62 5 2
                                    

•• 25 ••

—¿Estás lista? —pregunto y Angelina sonríe nerviosa luego de aceptar con la cabeza.

El sujeto que está con nosotros nos da las últimas indicaciones y ordena que nos abracemos con fuerzas. Primero me aseguro que el casco de ella esté firme y luego la apreto a mi cuerpo. El joven comienza a bajar sus dedos uno a uno, hasta cerrar por completo su puño y ella se retuerce nerviosa entre mis brazos.

—¡Ahora! —dice el joven pecoso y yo salgo con Angelina entre mis brazos.

Angelina grita eufórica y un tanto histérica, cosa que solo provoca risa en mí. Ella nunca se había lanzado en paracaídas, así que no quiso hacerlo sola. Tiro la cuerda que lo abrirá y un tirón nos jala de golpe. Ahora parece que flotamos. Angelina se aferra a mí y yo beso su frente. Este golpe adrenalínico nos ha servido a los dos para tirar la tensión que cargamos. El descenso comienza lentamente y ella estalla en risa cuando ambos caemos de golpe al suelo. Nos quedamos tirados cubiertos por la tela del paracaídas y le quito el casco, para luego montarme en ella.

—Te amo —digo y la beso.

Angelina repite lo mismo.

Más tarde paseamos de la mano a las orillas del mar de Punta Cana. El aire es exquisito y la calidez agradable en comparación a nuestra ciudad. Estos tres últimos días aquí han sido de maravilla. De hecho, dejamos nuestros móviles en casa para desconectarnos por completo del mundo y ser únicamente ella y yo. Angelina se abraza a mí.

—¿Tienes hambre?

—Bastante.

Llegamos al resort en el Tortuga Bay y entramos a nuestra habitación por un baño, luego de eso bajamos a comer y más tarde yo disfrutaría de sus gemidos que tan loco me vuelven. Estas últimas noches en nuestra habitación frente al mar han resultado ser todo un sueño. Solo risas, amor y sexo del bueno.

Después de diez días, llegamos a casa.

—Tengo cientos de mensajes de Rosie, Gabe, mamá, Thomas y... —Angelina guarda silencio.

—¿De quién más? —pregunto fingiendo restar importancia.

—De Vincent.

Eso picó mi pecho.

—¿Y qué te dice?

Angelina suspira y lee: —"Espero que te encuentres bien. Si la tormenta pasó y decidiste continuar tu camino con él, puedes llamarme para agilizar los trámites del divorcio". —El tono de voz de Angelina comienza a disminuir a medida que iba leyendo el mensaje.

Se extrañó tanto como yo.

Al fin el Millar dejaría de joder, y mejor aún, estaba dispuesto a darle el divorcio a Angelina. Demonios. Estoy seguro que eso es lo que había oído; aún así, no quise preguntar detalles.

—¿Y tú? —volteé a verla—. ¿Tienes algún mensaje importante? —preguntó y supe inmediatamente a qué o más bien a quién se refería.

Presiono un par de veces la pantalla y ella muerde su labio inferior mientras me ve atenta. La veo y vuelvo a bajar la pantalla al móvil. Le doy el play a los audios que Samantha dejó en estos días que estuvimos desconectados.

Los Malditos También AmanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora