El Dolor De Amarnos

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•• 24 ••

Apago el motor del auto una vez que las rejas de la entrada de la casa de mis padres cierran por completo. Permanezco en silencio y veo de soslayo a Angelina con los brazos cruzados, mirando a cualquier dirección menos en donde yo estoy. Sus palabras me calan la cabeza. Ni siquiera puedo considerar la posibilidad de volverla a perder. Ninguno de los dos habla y yo solo la observo en silencio, cuidando el no ser demasiado invasivo. Sus carnosos labios tiemblan ligeramente cada vez que suspira, seguramente, por todo el esfuerzo que hace al querer contener el llanto lleno de impotencia.

—¿Entremos? —pregunto y ella se baja del auto sin siquiera responder, dando un fuerte portazo. Está muy molesta. Suspiro con pesadez y hago lo mismo segundos después.

Avanzo hasta la puerta principal donde ella espera con los brazos cruzados mientras yo busco la llave en alguno de los bolsillos de mi pantalón. Me detengo a un lado de Angelina y ella se aleja de inmediato cuando me acerco para poder meter la llave. Ella es la primera en entrar, molesta, y yo solo cierro los ojos y luego, la puerta también, esta vez, con el seguro que la llave proporciona. Angelina se detiene y voltea a verme.

—¿Por qué aseguraste la puerta? —pregunta al voltear a verme. Luce realmente frustrada.

Yo suspiro al verle el rostro.

—Porque necesito que entiendas que-

—¿Entender qué? —me ve furiosa— ¡¿Entender qué?! —repite alterada.

—Siéntate y escúchame, por favor.

—¡No quiero! ¡No quiero escucharte! ¡No quiero estar cerca de ti! ¡¿Cómo no lo entiendes?! —La veo gritar colérica, pero sé que por dentro, está llena de dolor. Ambos lo estamos.

—Te amo —digo y siento mi garganta arder. En este momento es lo único que puedo decirle.

Las lágrimas de Angelina resbalan por sus mejillas y eso me hace sentir todavía peor. Tanto me había prometido amarla, protegerla y nunca volver a dañarla, y aquí estoy ahora, nuevamente, con ella quebrada.

—Tú no me amas. —Me señala.

Doy un paso para acercarme a ella, deseo tanto abrazarla, contenerla y acariciarla. Pero ella retrocede dos.

—Te amo ¡Te amo, maldición! —le grito y ridículamente, un par de lágrimas caen de mis ojos. Soy patético.

Angelina solloza.

—Si me amaras no me hubieras mentido. Si me amaras no estaríamos pasando esto. No Adam. Tú no me amas. —Dice y percibo el desprecio en su tono de voz—. Yo... Yo dejé todo por ti. Aposté todo lo que tenía por nosotros. —Solloza y luego seca sus lágrimas, dolida—. Lo único que esperaba de tu parte era un poco de honestidad.

La veo a los ojos y noto lo decepcionada que está de mí.

—Angel-

—No quiero hablar más. —Corta la conversación al subir corriendo las escaleras.

Subo tras ella y frunzo el ceño al no encontrarla en nuestra habitación. Avanzo hasta la de visita y doy dos golpes.

Los Malditos También AmanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora