La Distancia Tiene Sus Costos

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Luego de haber estado por lo menos treinta minutos tirado en el suelo sin dejar de llorar, la impotencia y la culpa se apoderan de mí, al recordar el par de veces en las que hablé con Tammy, en las que ella me pedía regresar y yo me negué. Fui un completo idiota. Siempre dándole la misma respuesta:

«Aún no es el momento, tal vez más adelante».

Me pongo de pie y comienzo a romper las cosas del departamento, cuando veo a los alrededores, soy realmente consciente de lo sólo y lejos que estoy de todos los que son mi familia, mi hogar. Me siento frustrado, muy frustrado. Lanzo las sillas del comedor y rompo un par de floreros y jarrones rústicos que Samantha me trajo de su último viaje. Siento un agujero en el pecho. Siento que me lo perforan.

¡Maldición!

Los golpes en la puerta del departamento no se hacen esperar; gritos, golpes y palabras llenas de preocupación que se alteran cada vez más al no escuchar respuesta de mi parte. Quiero estar solo. Mi vista se dirige a la puerta cuando esta se abre con brusquedad. Los labios de Samantha se abren ligeramente, viéndome preocupada y luego sus ojos sorprendidos detallan cada parte del torbellino que he dejado a mi alrededor. Me froto la nariz con el dorso de la mano y me siento en el largo sofá de la sala.

—Adam, ¿q-qué fue lo que pasó aquí? —pregunta al acercarse y verme confundida.

—Quiero estar solo.

—Pero Adam, yo...

—Samantha, por favor —interrumpo y la miro con seriedad.

—Adam, escucha, sé que...

—No sabes nada. —Sonrío con ironía—. Jeremy, por favor, sácala de aquí.

—Pero Adam, nosotros solo queremos saber qué... —comienza Jeremy.

—¡Que se larguen! —les grito a ambos y señalo la puerta.

Samantha da un pequeño salto y aún así no deja de verme, tal vez, asustada por encontrarme tan alterado. Jeremy la toma del brazo.

—Ven Sammy, vámonos, es mejor dejarlo solo.

—No, no Jeremy. Él me necesita, aunque no lo diga, yo sé que lo hace. Vete. Vete tú.

—Pero Sam...

—Por favor.

Los escucho discutir en voz baja, como si no fuese lo suficientemente capaz de oírlos. Suspiro con fuerzas, porque me siento bastante fastidiado. Siento los pasos de Jeremy alejarse y bajo la cabeza cuando la puerta se junta al ya no tener cerrojo.

—Adam —Sam me nombra y se acerca hasta sentarse a mi lado.

—Samantha quiero estar solo, maldición —digo y me seco las lágrimas que, aunque no quiera, caen de todos modos.

—¿Pero por qué estás llorando?

Niego lentamente.

—Dios Adam, ¿por qué no puedes confiar más en mí?

Samantha se acerca un poco y siento cómo me acaricia el cabello húmedo. Cierro los ojos. Sentir el roce de sus dedos es tan suave y agradable, similar a sentir una rica brisa de primavera. Sammy ha estado siempre de mi parte, dejando los malos comentarios del mundo a un lado, sin jamás pensar en retirarse después de todas las otras veces en las que he caído. Entonces... ¿por qué no confiar más en ella?

Tomo las manos de Samantha y noto que su labio inferior tiembla, me ve atenta a los ojos, siempre tan comprensiva, siempre tan incondicional. Acaricio sus manos con cariño entre las mías y asiento lentamente antes de soltar un suspiro.

Los Malditos También AmanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora