Un Poco De Tiempo

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•• 23 ••

Mis manos se mantienen firmes en el volante del auto de Adam, y aún así, no logro dejar de temblar. El dolor en mi mandíbula ya es molestoso, pues he tenido los molares presionados desde que dejé su casa hace una hora atrás. No he dejado de conducir. Ni siquiera tengo algún rumbo. Adam iba a ser padre. Adam y Samantha esperaban un hijo y el muy maldito lo sabía. Golpeo el volante. Nunca había sentido tanta rabia, pena e impotencia juntas a la vez.
Él me volvió a mentir. Una vez más lo hizo.

Me detengo en una gasolinera y entro a la pequeña tiendita. Compro una cajetilla de cigarillos, un chicle y un agua mineral.

Enciendo otra vez el auto y siento un alivio al ver en el panel que el estanque de gasolina permanece lleno. Salgo de la gasolinera y vuelvo a conducir, esta vez, tomando la costanera. Me estaciono y bajo del auto, tomando mi cabeza y sin poder controlar las lágrimas, enciendo un cigarrillo. Mi labio inferior no deja de temblar. Son más de las seis de la tarde y el frío comienza a hacer acto de presencia. Pronto anochecera.

—Me volviste a fallar. Otra vez. Otra vez lo hiciste. Carajo.

Bajo la mirada y me siento ridícula al no poder contener las lágrimas.

Cierro los ojos con pesadez al darme cuenta que no llevo el móvil conmigo. Tiro la colilla del cigarrillo al suelo y lo piso para apagar la pequeña brasa. Vuelvo a subir el auto sin saber a dónde ir. Papá no quiere saber de mí y si llamo a Tammy para contarle o pedirle ayuda, seguramente, papá terminará por enterarse y me restregará eternamente mi equivocada elección de escoger a Adam y haber destruido mi matrimonio con Vincent.

Me pie tiembla inquieto.

La casa de Rosie tampoco es una opción, podría apostar que será el primer lugar al que Adam irá.

—¡Rayos! —golpeo el volante al no saber qué hacer.

Bajo la cabeza y cierro los ojos un momento. La mente me juega una mala pasada y pienso en Vincent. ¡Por favor! Soy una estúpida. En el silencio del auto, comienzo a cuestionarme si en realidad mis decisiones han sido las acertadas. He herido tanto. Mentido, dañado y engañado, tal vez, es el momento de pagar cada dolor que he provocado a las personas que me quieren. Papá y Vincent han sido los más afectados por mis decisiones.

Amo a Adam, pero no sé si seremos capaz de superar esto. Él va a ser padre. Él me mintió. Él ocultó a su propio hijo. No se puede depositar confianza en alguien como él.
D

e pronto, me siento correctamente y enciendo el motor del auto, meto la marcha y el acelerador, y salgo con un rumbo fijo.

—¿Angelina? —me nombra sorprendida al abrir la puerta.

Solo basta con verme el semblante para saber lo mal que estoy. Sin esperar una respuesta, ella me da un fuerte abrazo y reviento en llanto, como si fuera una niña pequeña que por fin se siente protegida por el calor maternal.

—Tranquila mi pequeña. —Mamá me besa la frente e invita a pasar.

Mamá no me pregunta nada. Me sirve un té caliente y me acaricia el cabello. Más tarde me acomoda una habitación y pasó la noche ahí.

Cierro los ojos e intento dormir.

Ya han pasado dos días desde que partí de la casa de Adam. No quiero regresar. Aún siento rabia, pena y mucha decepción por el hecho de su horrible mentira. Mamá me aconseja en que aclare las cosas con él cara a cara, pero aún no me siento preparada para enfrentarlo. Lo extraño mucho.

Los Malditos También AmanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora