Capítulo 3

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La tormenta era implacable. El conductor no veía nada y mucho menos era visible el camino, pues las luces exteriores se hallaban apagadas. El conductor le dijo que no iría más allá del camino principal, ya que no se arriesgaría a chocar con un obstáculo o algún árbol. Dick frunció el ceño al pagar y bajar del vehículo. Se cubrió la cabeza con la chaqueta, pero irremediablemente se mojó igual. Atravesó las rejas principales y corrió a campo traviesa del jardín delantero de la casa. Todo estaba sumergido en completa obscuridad. Llegó a la conclusión de culpabilizar a la tormenta y sus embistes, pero también se quejó de la falta de atención de los chicos a esa situación.

-No pueden hacer nada sin mí, vaya... -Dick expresó arribando a la entrada-.

Sin embargo, al querer entrar, la puerta no cedió. Tocó fuertemente para hacerse escuchar.

-Demonios, olvidé que Alfred no está. Y estos descuidados no vendrán a abrirme.

Salió disparado a una de las entradas laterales. Ya iba más mojado que la misma agua, así que se desplazó lento, arrastrando los pies. Bastó con levantar la cara y observar la puerta abierta. Sus sentidos se alertaron debido a un posible intruso, y quizás éste ocasionó el apagón.

Pegó su cuerpo al muro y avanzó ágilmente a la entrada. Se preparó inminentemente para una pelea. Al llegar al marco, asomó su cabeza y gracias a un relámpago que alumbró el interior de la casa, se alarmó al ver a Damian en el suelo a punto de ser golpeado con un jarrón por un encapuchado extraño. Se apresuró a detener al intruso, así que corrió a saludarlo con una patada en la cara.

-¿Dick? ¡No, Dick, soy yo! –Dick escuchó-.

-¿Tim? –El mayor expresó, pero ya era muy tarde-.

El chico fue lanzado dos o tres metros adelante. Se estrelló contra una mesita del recibidor y posteriormente cayó por las escaleras hasta el centro del salón. Titus lo siguió para saltar alrededor.

-¡Tim! –Dick volvió a gritar-. ¿Qué demonios está pasando? ¿Qué se supone que querías hacerle a Damian?

El mayor se acercó a tientas hasta donde estaba el inconsciente ojiverde. Palpó su hombro buscando despertarlo.

-¿Que qué quiero hacerle...? -Tim gritó desde abajo-. ¡No digas tonterías! ¡¿Y por qué demonios me golpeaste?! –Inquirió apartando al perro quien insistía con lamerle la cara-.

-¡Porque ibas a lastimar a Damian!

-¡Claro que no! ¡Ya, Titus, déjame!

Tim se levantó cojeando. Gruñó adolorido. Regresó con sus hermanos sosteniéndose del barandal. Titus lo siguió y en cuanto llegó junto al menor, sollozó lastimeramente. Dick lo miró y no pudo evitar inquietarse también.

-¡¿Estás estúpido?! ¿Cómo te atreves a golpearme? –Tim preguntó tallándose la cadera-.

-¡No te reconocí, creí que eras un intruso! ¿Qué está pasando? ¿Por qué no hay luz?

-La tormenta se llevó la energía eléctrica. Y... al parecer... Damian se accidentó...

-¿Qué?

-Lo que oíste... Cuando lo encontré ya estaba así...

-No estoy entendiendo... -Dick confesó revisando al menor-.

Tim suspiró llevándose la mano a la cara. Recogió la linterna del suelo y se sentó agarrotadamente junto a Dick.

-Ni yo sé lo que pasó... Encontré a Damian inconsciente. Creo que se cayó de la escalera cuando trataba de colgar sus cosas esas para las aves...

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