«Narrador omnisciente»
Hoy, veintinueve de Octubre, acababa de nacer un ángel; el bebé más cariñoso, hermoso, y tierno del mundo... Y al lado estaba ella, Vanessa Méndez González, hija de sus queridos papi y mami, Fernando y Valeria.
Era una bebé se podía decir que un poquito llorona, a la que le gustaba mucho comer y dormir.
Sus padres estaban orgullosos de la pequeña, puesto que ella no era el bebé más horripilante del mundo, en realidad sí era muy linda y tierna; no más que la bebé a su lado, pero bueno, algo era algo.
Una enfermera la estaba llevando con sus padres, y la pequeña no dejaba de llorar y ensordecer a todos con sus buenos pulmones. La enfermera la llevó por los pasillos del hospital y se detuvo delante de la puerta de la habitación en la que permanecían sus padres. Entró con Vanessa en brazos. En ese momento la recién nacida dejó de llorar, pues vio a esa mujer que le dio la vida, y además, no iba a causar mala impresión el primer día con ellos, podía ser que la dejasen ahí si veían que no paraba de llorar.
La mujer estaba recostada en una camilla y su padre estaba sentado junto a ella. Ella era muy hermosa, y su padre es muy atractivo. ¿Pero qué iba a saber? Ella sólo era una pequeña bebé.
La enfermera la dejó en los brazos de su madre, quien estaba muy emocionada. Tenía un brillo especial en los ojos, al igual que su padre. La emoción que ambos sentían era auténtica, a pesar de ella no fuese su primera hija. Ambos la miraron (se veían tan felices) y después su padre miró a su madre con una gran sonrisa por lo que acaba de pensar. Le dijo algo, pero en realidad la criatura no entendió lo que decían, pues acababa de nacer y sólo llevaba un día de vida.
—Fer: ¿Recuerdas que Robert tuvo un hijo hace un año? –preguntó con emoción por lo pensado anteriormente. Su esposa se giró a verlo. Y cuando comprendió a qué quería referirse su esposo se espantó.
—Vale: Fernando, ¡¿no estarás pensando...?! –la mujer sabía lo que estaba pensando su esposo, pero la idea le pareció descabellada al instante. Ni siquiera sabía cómo a su esposo se había ocurrido semejante locura.
—Fer: Es una gran idea —a pesar de lo absurdo que podría llegar a ser, él creía que sería grandioso, y más en las circunstancias en la que se encontraban.
—Vale: Pues yo no creo que sea una buena idea. Además, tampoco creo que a ella le guste que hagamos eso. Debes pensar mejor las cosas —intentaba hacerlo entrar en razón.
—Fer: ¿Cómo no le va a gustar la idea? Evitaremos ciertas situaciones incomodas para ella, y resolveríamos nuestro problema. Todo a la vez, es una gran idea, Valeria.
Para él todo tenía sentido en su mente.
—Vale: Deberías pensar mejor las cosas. Tal vez este no sea nuestro mejor momento, pero no debemos pensar tan desesperadamente —trató de mediar ella, sabiendo que no sería nada factible que hiciesen algo tan descabellado como eso.
—Fer: Valeria, mi amor, deberías apoyarme, es un momento difícil y ésto nos salvaría a todos.
La mujer suspiró con resignación. Sabía lo que su esposo hacía cuando tenía una idea, y no quería discutir por nada, porque eso era lo que iba a conseguir, nada.
—Vale: Si tú lo dices. Pero luego no quieras arrepentirte cuando las cosas se salgan de control —dijo resignada a convencerlo de lo contrario.
Le daría tiempo para ver si cambiaba de idea, pero sabía en el fondo que no era así, y eso la perturbaba, porque sabía que lo que su esposo tenía ahí en la cabeza, ella no podría sacárselo.
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Un Matrimonio a la Fuerza
RomanceUn acepto puede cambiarlo todo. Subestimé el poder de esa palabra hasta que me tocó decirla... Dos veces. Creía que mi vida era bastante buena, se podría decir que incluso tenía suerte. Mis padres eran grandes empresarios, tenía buenos amigos, un fu...