Tarde pero seguro.
Disfrútenlo y disculpen que me desaparezca tanto, jejeje.
Lo primero que pensé fue que no quería abrir los ojos. En cuanto la alarma comenzó a sonar junto a mí la apagué con un dolor de cabeza que amenazaba con taladrarme el alma. Después de ello traté de dormir un poco más, pero el sueño se me dificultó. El dolor de cabeza, el repentino frío, la mente perturbada y la garganta apretada me impidieron descansar.
Sentí que pasó una eternidad cuando resoplé y desistí. Con pesadez abrí los ojos.
¿Qué me pasaba? Anoche solo me dolía un poco la cabeza.
La verdad cayó sobre mí casi un instante después... Me enfermé.
Renegué dentro de mí. No, no, no. No puede ser.
La cabeza me palpitó, y dejando ese problema de lado por un momento me concentré en abrir los ojos, entrecerrándolos un poco al sentir la luz de afuera irritarlos más. ¿Cuánto tiempo pasó?
Me levanté con pereza, envolví la sabana alrededor de mi cuerpo porque sentía que me congelaba, aunque también sentía que sudaba. Mi cuerpo pesaba mientras caminaba por los pasillos rumbo a la cocina para ir por un analgésico, y me obligué a pensar que no podía no ir a trabajar hoy.
Puedo estar enferma, pero tengo una responsabilidad y debo cumplir con ella.
Cuando pasé la puerta de la cocina vi a Jayden sentado en la mesa con un traje negro y camisa blanco puestos. Saber que todavía estaba aquí me alivió un poco, eso quería decir que no era tan tarde, aunque sentí que pasó una eternidad desde que apagué la alarma hasta que abrí los ojos.
Busqué a Esmeralda con la mirada para pedirle la pastilla, pero no la encontré por ningún lado, así que arrastrando la sabana por el suelo me acerqué a alacena del fondo.
—Jayden: Todavía no es Halloween —se burló con un tono cómplice Jayden, sin ser consiente de que estaba a un paso de cerrar los ojos y quedarme dormida en medio de la cocina.
—Vane: Pensé que podría comenzar antes. —Mi voz salió carrasposa y apagada.
Tragué saliva. Eso sonó horrible.
Jayden me miró con el ceño fruncido, como si al fin se diese cuenta de mis estado. Pero yo tenía otras metas ahora mismo. Así que me acerqué a la alacena, tomé la perilla, tiré de ella y... No abrió.
Volví a tirar con todas mis fuerzas pero no abrió. ¿Pero qué le pasa? Tiré una vez más y lo mismo.
Para este punto ya estaba cansada.
Sentí como el aire a mi alrededor cambiaba, un calor casi arrollador se plantó detrás de mí, muy cerca, y una fragancia discreta se coló en mi nariz. Hice una mueca con la nariz. No me gustaba ese olor en ese momento.
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Un Matrimonio a la Fuerza
RomanceUn acepto puede cambiarlo todo. Subestimé el poder de esa palabra hasta que me tocó decirla... Dos veces. Creía que mi vida era bastante buena, se podría decir que incluso tenía suerte. Mis padres eran grandes empresarios, tenía buenos amigos, un fu...