Estaba nerviosa y la mirada en sus ojos comenzaba a asustarme. Mamá me acababa de llamar Vanessa, y sólo hacía eso cuando algo malo pasaba, como la muerte del abuelo. Me sentaron en el sofá, casualmente en el mismo en el que estaba sentada ahora, me miraron como lo estaban haciendo ahora, y me dijeron que el abuelo ya no estaba.
Con los nervios cada vez más presentes en mi estómago fui capaz de hablar.
—Vane: ¿Qué tienen que decirme?
Papá fue quién se animó dando un paso al frente.
—Fer: ¿Recuerdas aquellas vez que te contamos sobre problemas económicos que tuvimos antes que nacieras? – asentí sin entender a qué venía eso. Según me habían dicho eso pasó hace como veintiséis años, y desde aquellas vez que me hablaron de ello no abordamos más el tema— ¿y que los Hernández nos ayudaron con nuestras deudas?
—Vane: sí, ya sé todo eso —le respondí, intentando que los nervios no me jugaran una mala pasada.
Pero papá no parecía estar de acuerdo conmigo, más bien parecía dispuesto a alterar mis nervios mucho más.
—Fer: ¿También recuerdas cuando mencionamos el proceso del proyecto y que tuvimos que poner muchas cosas en juego?
—Vane: sí, pero ¿cuál es el punto?
—Fer: hay algo en esa historia que no te hemos contado —hizo una pausa y suspiró, después me miró como si no quisiera decir aquello pero debía hacerlo—. Nuestras empresas se unieron y eso nos salvó de la quiebra. Pero había algo. En ese momento estábamos teniendo ciertos problemas más allá de los económicos, y por esa razón además del bienestar de todos, decidimos...
—Vane: Habla de una vez.
—Fer: hicimos un contrato, en el cual se estipula, que para que nuestras empresas puedan unirse, Jayden y tú deben casarse.
Durante los primeros cuatro segundos ni siquiera pude descodificar sus palabras. Lentamente mi mente comenzó a comprender: Jayden—y—tú—deben—casarse.
¿Qué?
—Vane: ¿Puedes por favor repetir eso?, creo que escuché mal.
Esta vez fue mamá con cara de martirio quien se acercó a tomar mi mano.
—Vale: no, no escuchaste mal, querida... Jayden y tú deben casarse.
No, no podía ser. Esto era, era... Una locura.
Eso era. ¿Cómo que debía casarme? ¿y con Jayden? ¿con el hombre al que no veía desde hace siete años?
Y de repente todo cobró sentido en mi cabeza.
Las cenas.
Las salidas.
Que siempre estudiáramos en la misma escuela.
Que siempre estuviésemos juntos aunque no quisiéramos.
Todas las navidades juntos.
Todo cobró sentido en ese momento. Pero me negué a aceptarlo, porque era imposible. Ellos no podía prescindir de mi de aquella forma, no podía decidir que de un momento a otro debía casarme ¡con mi mejor amigo! ¿Es que ni siquiera pensaban en eso por Dios?
Pero caí en otra realidad... La única sorprendida aquí era.
—Vane: ¿Todos lo sabían?
Intenté mantener la calma, pero es muy difícil, en especial si la respuesta que me darán es la que estaba pensando.
—Vale: sí.
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Un Matrimonio a la Fuerza
RomantikUn acepto puede cambiarlo todo. Subestimé el poder de esa palabra hasta que me tocó decirla... Dos veces. Creía que mi vida era bastante buena, se podría decir que incluso tenía suerte. Mis padres eran grandes empresarios, tenía buenos amigos, un fu...