37) El tiempo que no da tregua

5.4K 332 58
                                    

¿Qué pasó después?

Pues, regresamos a San Francisco. En la mañana nos despedimos de un ojeroso y cansado Alexis que no consiguió nada con la pelinegra de anoche, y nos introdujimos en el auto en un viaje de ocho horas que no quería tener.

Después de aquella confesión me mantuve distante unos días, buscaba distracciones, excusas para no tener que hablar con Jayden, sin embargo, siempre se daba cuenta y me preguntaba qué me pasaba. Le decía que nada.

Nos mantuvimos así unas semanas hasta que tomé una decisión: Si tenía que pasar algo, pasaría. Me estaba cansando del "Quiero pero no quiero", el "Quiero pero no es lo correcto", y el "Necesito pero no está bien". Si algo tenía que pasar, pasaría.

Para olvidarme de todo ello me centré más en el trabajo y mi relación con mis padres. Trabajaba de lunes a viernes hasta la noche, los sábados hasta mediodía y los domingos en la noche iba a cenar con mis padres, como antes de que todo esto pasara.

Sin embargo, seguía estando esa brecha en mi pecho cada que veía a Jayden, y que sabía, saldría con ella. Era indignante que me dijera todas aquellas cosas y después se fuera con ella. ¿Por qué no aclaraba todo de una buena vez? ¿Por qué no terminaba con ella o terminaba las cosas conmigo?

Presa del rencor y la venganza, comencé a aceptar más seguido las salidas de Erick. Lo que un principio era venganza se volvieron las noches más agradables y divertidas, y los almuerzos más intrigantes los sábados. Me encantaba estar a su alrededor, Erick siempre me daba paz, me sacaba sonrisas... Se esforzaba para hacerme feliz.

Y eso ponía furioso a Jayden, por lo que terminamos discutiendo todo el tiempo.

Vane: No tienes derecho a decirme lo que puedo o no pudo hacer, y mucho menos prohibirme salir con Erick —le espetaba, a un paso de gritarle porque me sacaba de mis casillas.

Normalmente se pasaba las manos por el cabello con frustración y respiraba largo.

Jayden: No te estoy prohibiendo nada —me decía, furioso—. Solo te pido que no salgas con él. Es un...

Vane: ¿Un qué? —Alcé las cejas, invitándolo a decirlo—. No puedes hablar de él de ninguna forma porque es mucho más hombre que muchos que conozco, y eso no le evita ser una persona maravillosa, así que hazme el favor y acaba con todo esto.

-Jayden: ¿Mucho más hombre? —preguntó con las cejas alzadas—. ¿Mucho más hombre que quién, Vanessa?

Que tú, pensé.

Vane: Eso no importa.

Jayden: No, sí, sí importa. Te está llenando la cabeza de tonterías, te engatusa y lo peor es que no te das cuenta.

Vane: ¡Erick no me está engatusando! —le grité, con ganas de soltarlo todo de una vez, pues el único que me engatusaba era él—. Y será mejor que dejemos esto, llego tarde.

Me acerqué a tomar mi bolso, pero me tomó del brazo y me miró con los ojos cargados.

Jayden: No quiero que esté cerca de ti.

Vane: Y yo no quiero muchas cosas, Jayden, pero no por ello las prohíbo. —Sin soltarme de su brazo tomé mi bolso—. Y si tanto te molesta puedes irte con tu novia.

Después de aquellas discusiones nos ignorábamos durante días, había tanta molestia en el ambiente que me sorprendía que las cosas hayan llegado hasta ese punto. Se suponía que esto sería fácil, no que me pelearía con él cada vez que salía con Erick, o que deseaba cerrarle la puerta de la casa cada que él salía con ella.

Un Matrimonio a la FuerzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora