47) Imposible

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Por un momento pensé que veía mal. Jayden no podía estar aquí, menos en esta habitación y diciendo esas palabras. Pero la ira en sus ojos, su mandíbula tensa y las ganas de acabar con Erick casi palpables, me confirmaron que no era una ilusión ni un mal sueño... Era real.

Me levanté, sintiendo el corazón ir mucho más rápido de lo normal. Me sentía nerviosa. Erick no parecía tener miedo, todo lo contrario, parecía haber estado esperando ese momento desde hace mucho tiempo, y que estuviese aquí lo hacía sentirse satisfecho.

Debía detener esto antes de que empezara.

Pero yo no podía controlar lo que pasaba mi alrededor, ni la decisiones de los demás, por esa razón no pude controlar cuando Jayden se le vino encima a Erick, y menos cuando este le respondió con la misma fuerza.

Desde el primer puñetazo sentí mi estómago revolverse. No me gustaban las peleas, me recordaban a ese día, me recordaban a cómo quedó mi cuerpo. Jamás me rompí una costilla hasta aquel día. Y aunque traté de hacer real el recuerdo, sus puños, la forma salvaje en la que se golpeaban, poco a poco me transportaron a ese momento. Los golpes, las bofetadas, los puñetazos, las patadas... Las palabras.

Vane: ¡Ya basta!, ¡Deténganse! —les grité, sintiendo a mi corazón oprimirse con mucha fuerza. Me llevé una mano ahí, dolía mucho, dolía y me asustaba lo que estaba sintiendo, lo que estaba viendo y lo que recordaba. De repente comenzó a faltarme el aire, de repente no quise estar ahí, no quise que ella me golpearan más. Quería que se detuvieran. Que no me golpearan más, por favor, que no me golpearan más—. Por favor —susurré, antes de ser consumida por un oscuridad interminable.


«Narra Jayden»

Esta mañana llegué a casa con dolor de cuello, me acaricié mientras entraba. Ni siquiera pude dormir.

Subí las escaleras con la única intención de llegar, darle un beso en la frente a mi esposa, y dormir hasta que dieran por lo menos las diez de la mañana. Necesitaba la paz que esa mujer me daba, necesitaba sentirla cerca para estar bien, necesitaba mi esposa y a la mujer de...

No estaba, no estaba en la habitación.

Me decepcioné cuando no la encontré ahí. Ese era otro entre los malditos problemas que tenía encima. Necesitaba resolverlos todos o terminaría perdiendo algo más que un anillo.

Me acosté en la cama, decidiendo dejar todo de lado. Estaba harto de pensar.


( * )

Me levanté precisamente a las diez. Ni siquiera sé qué fue lo primero que pensé, pero sí sé lo primero que necesité... La necesitaba a ella.

Bajé a la cocina después de ir al baño y cambiarme, con la esperanza de encontrarla ahí. Solo necesitaba una sonrisa de su parte y sería capaz de seguir con todo esto. Pero mis esperanzas se fueron por el drenaje cuando no la encontré ahí. Me pareció extraño no verla. Como Esmeralda ya estaba de vacaciones no podía preguntarle si estaba aquí.

Fui a la habitación de abajo, pero al abrir la puerta tampoco la encontré. Como estaban las cosas en ese momento mi mente me jugó una mala pasada. Lo primero que pensé fue que se marchó, tomó sus cosas y se fue. Un miedo irracional me circuló la piel... El divorcio, ¡Maldición, el divorcio!

Salí de la casa sintiéndome cada vez más infeliz por no llegar anoche y evitar que tomara su cosas para irse hasta que me llegaran esos malditos papeles. Y mis nervios se crisparon más cuando no vi su auto ahí.

Un Matrimonio a la FuerzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora