Asentí perdida en sus palabras. Era algo descabellado. ¿Un guardaespaldas? La consideraría una medida drástica. Pero dentro de mí lo agradecí profundamente. No me quería quedar sola. Estaba pensando pedirle a Jayden que me llevara al trabajo antes de esto.
Estaba tan ensimismada que olvidé por completo lo otro que dijo.
—Vane: Disculpen. —Mi voz apenas fue audible.
Salí de ahí y subí a la habitación casi huyendo de ellos.
Yo puedo con esto, puedo con esto. Debo olvidar lo que pasó, puedo hacerlo. No puedo permitir que ese hombre me afecte, no que me ponga la piel de gallina y mi corazón se asuste a tal punto de querer salir corriendo y esconderme en una cama.
Respiré algunos minutos y una vez más calmada, me cambié por un un pantalón de tela fina azul, una camisa hasta los codos beige, y encima de esta un saco del mismo azul oscuro. Me hice una coleta alta en el cabello, borré mis ojeras con maquillaje, adorné mis labios en un tono cereza, y cuando me vi menos asustadiza, ni con ganas expresar lo que sentía, bajé a la sala.
Los pensamientos no podían volver.
Al pararme en la entrada vi a Jayden sentada en uno de los sofás, con el señor, del cual aun no sabía nada, sentado frente a él, escuchando atentamente todo lo que mi esposo tenía para decir.
Al verlo mi corazón empezó a ralentizar su paso. Estaba a salvo, con Jayden estaba a salvo.
Mi atención se fue hacia su boca, la forma en la que se movía con rapidez, casi exigente. Sus labios ligeramente finos, siempre húmedos, su forma, la textura que tantas veces envolvieron mis labios. De repente quise que me arropara con sus brazos y me besara para saber que todo estaba bien y todo aquello era una pesadilla dejada en el pasado.
Me aclaré la garganta llamando su atención.
Jayden me extendió una de sus manos con una ligera sonrisa en los labios y ojos.
—Jayden: Hermosa, ven aquí un momento por favor.
Lo hice sin dudar. Tomé su mano y me senté junto a él. Quería sentir su calor sin que llegara a verse extraño.
—Vane: Estemm... Muchos gusto —le dije al hombre frente a nosotros—; Vanessa Hernández.
—Brook Anderson —respondió sin emoción alguna, mientras estrechaba mi mano.
Ay, no, uno que no vive, me lamenté. No hay cosa que me guste menos que tener a alguien al lado y que no exprese nada al hablar, como si estuviese muerto.
—Vane: Es un gusto, Brook.
—Brook: Lo mismo digo, señora.
Hice una mueca mientras lo soltaba y dejaba mis manos en mi regazo, incómoda.
—Vane: Nada de señora por favor, no me siento bien con la idea. —El ceño de Jayden se frunció en mi dirección, sin embargo, después negó y se giró ligeramente hacia mí.
—Jayden: Brook estará contigo todo el tiempo. Puede que sea una medida un tanto extremista, pero hasta que no detenga a ese sujeto no puedo dejarte sola, y yo no puedo estar contigo todo el tiempo ¿Bien? —Asentí. Él sonrió más relajado—. Bien.
—Vane: ¿Cómo encontrarás a ese... hombre?
—Jayden: No te preocupes por eso, yo me encargo. Tú solo haz lo que siempre harías. Brook no te estorbará, ¿No es así?
—Brook: En lo absoluto.
Hice otra mueca. No parecía vivo.
—Vane: ¿No podrías...? —Me quedé callada. No le podía decir que dejara de estar tan muerto, me abrumaba.
ESTÁS LEYENDO
Un Matrimonio a la Fuerza
RomanceUn acepto puede cambiarlo todo. Subestimé el poder de esa palabra hasta que me tocó decirla... Dos veces. Creía que mi vida era bastante buena, se podría decir que incluso tenía suerte. Mis padres eran grandes empresarios, tenía buenos amigos, un fu...