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Paso la yema de su dedo por cuarta vez sobre el dije de aquella cadena, suspiro, aun permanecía nítido aquella noche que se lo dio; había pasado cerca de un mes cuando fue su cumpleaños, el mismo tiempo en el que ella y Thiago habían comenzado algo, ese algo era el culpable de sus cambios de humor, de aquella sonrisa bobalicona en su rostro, aunque sabía que no posea etiqueta alguna, no eran novios mucho menos pareja, pero ese algo avanzaba constantemente que tenía miedo, aquel sentimiento que oprimía su pecho de tan solo pensar que fuera un sueño y cayera en la cruda realidad.


Lo miro una vez más, era tan hermoso y único puesto en aquel pedazo de metal fue moldeado para representar cada una de las manadas y a su vez creando una sola; un lobo aullando a la luna con la pose de protección, agilidad y valentía mientras el otro estaba a su lado, reposando, transmitiendo paz, serenidad y confianza.


— Si se desgastara cada vez que lo miras probablemente no tendrías nada ahora mismo — comento una voz teñida de diversión, alzo la mirada para encontrarse con un par de ojos color escarlata.

— ¿Dan? — pronuncio sorprendida por ver al príncipe vampiro en su casa — ¿a qué debo tu visita?

— Muy agradable visita — corrigió con fingida arrogancia — pasa querida Luna que ahora me han tomado por mensajero — bufo — ¿Qué se a creído ese viejo Alpha de pacotilla?, atreverse a mandarme a mí, el príncipe y próximamente rey de los vampiros a mandarme de mensajero — su parloteo fue interrumpido por la pequeña y delicada risa de Renata quien entro corriendo a mi habitación.



La pequeña Renata Schmidt poseía una gran melena color caoba a la par de sus hechizantes ojos del mismo tono, su piel ligeramente tostada y su respingada nariz la hacían ver adorable; la menor de aquella familia hipnotizaba con su dulzura e inocencia, su radiante sonrisa te trasmitía paz y eso lo supo Daniel BloodFangs desde que aquella chiquilla le regalara una sonrisa radiante, desde que la vio por primera vez en aquel pueblo algo en ella lo hechizaba y no sabía la razón aunque muy en el fondo podría saber el porqué, pero aún no era el momento, lo sabría dentro de diez años puesto la pequeña apenas tenía siete años.


— Mamá me dejo ir al parque, pero si tú me acompañabas — un adorable puchero se formó en sus labios — ¿me acompañas? — junto sus manitas en modo de súplica.


— Solo deja atender al príncipe e ire contigo.


— ¿Eres un príncipe? — pregunto la niña con gran ilusión plasmada en sus ojos.


— Si — sonrió Daniel mientras acariciaba un mechón de aquella cabellera caoba — y también tengo un gran castillo.



Renata empezó a dar brinquitos de emoción, siempre fue fanática de los cuentos de hadas, príncipes y castillos y ver a uno en persona hacia que las ilusiones crecieran un poco más.


— ¿Puedo conocerlo? — pregunto extasiada con la idea.


— Por mi encantado — respondió — pero hay un pequeño problema.


— ¿Cuál? — pregunto la niña con una ligera mueva.


— Que el castillo solo abre las puertas a la familia real, el príncipe y la princesa — el entre cejo de Renata se frunció, pero rápidamente lo sustituyo una gran sonrisa.

— ¡Entonces yo seré la princesa! — dicho esto salió corriendo de la habitación dejando sentimientos encontrados en el joven vampiro.



Quizás no era mentira, solo quizás





— Es solo una niña con sueños — pronuncio Naima mirando a Dan — no tienes que llevarla al castillo.


Sacrificio [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora