Una carrera contra el destino

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Juana permanecía en reposo mientras le atendían para prevenir alguna infección o debilitamiento mortal, que sus niños estuvieran vivos le alegraba el corazón y pidió verlos inmediatamente, tenían cabellera negra, piel clara y distintos azules en sus ojos. Gilles se mantenía de pie frente a la cama, solemne.

-El mayor se llamará Jean-expreso con cariño, acercándose a contemplar a los bebés-Como su madre-ella lo miro con ternura, asintiendo-¿Y el segundo, mi sagrada doncella?

-Louis-acurrucaba contra su pecho a los pequeños, uno en cada brazo. Confiando el último en los brazos de su marido, que se mantuvo atento a las perfectas facciones del menor-Él será Joseph

-¡Pensaba en Christophe!-hablo inconforme, ella no le dio importancia

-Joseph Christophe, entonces-suspiro derrotado. Su próximo hijo tendría los nombres que él quisiera

...

Se ofreció un fastuoso banquete en honor al nacimiento de los niños y la reina de Inglaterra pensó que era mejor despejarse y llenarse de alegría al probar los exquisitos platillos que servían en la fiesta. Guiada por la música y risas, estuvo a punto de entrar en el salón principal de plata cuando el rey de los héroes salió apoyado en su amigo. Estaba totalmente ebrio y hablaba incongruencias que hacían reír a Enkidu.

Este se sorprendió al verla, intentó esquivarla pero fue inútil y Gilgamesh se dirigió tambaleante hasta ella que permanecía distante y fría, nuevamente reacia a tratarlo. Retrocedió, pero el semidiós le tomo una mano, se puso de rodillas, aferrándose a su falda y comenzó a llorar presionando el rostro contra su pequeño vientre, gimoteando disculpas que nadie entendía.

-¡Gil!, ¡¿Qué haces?!-la pequeña bestia intentó separar a su amigo de Arturia, pero esté la sujeto con fuerza, haciendo que chocara contra la pared

-¡No quiero que mueras, Arturia!-grito con desesperación mientas ocultaba su rostro entre la tela, ella forcejeaba para librarse, pero al escucharlo se congeló de terror, lo miro con desconfianza, Enkidu le hablaba para calmarlo-¡Cállate!, tu no sabes lo que siento porque eres una maldita marioneta que no me deja en paz-ante sus palabras, Enkidu le propino un fuerte golpe en el cuello que lo hizo desmayarse a los pies de su mujer

-Y tu eres... un maldito idiota que no puede hacer nada bien-mascullo entre jadeos furiosos 

-¿Por que actuó de esa forma?-pregunto una vez que Enkidu se tranquilizó

-Esta borracho, no sabe lo que hace-respondió sin ánimo y con cuidado levanto al cuerpo inconsciente, la reina se irguió indignada, su compañero suspiro cansado-Acompáñeme a dejarlo y le contaré

La muñeca de arcilla llevo en brazos al rey de los héroes, no parecía cansarse, ni siquiera se quejó en el camino. Al llegar a sus habitaciones, la inglesa no pudo ayudarle porque este movió a Gilgamesh como si se tratara de un trapo hasta su fino hombro para abrir la puerta, la invito a pasar en silencio y en un último arrebato de enojo, tiro a su rey cual basura, en la cama.

Tomo asiento junto a la amplia ventana y convoco una jarra de vino que apareció en un hermoso destello dorado. Arturia se limitó a colocarse frente a él, rechazó la bebida y miro al exterior, estaba muy confundida y no entendía como, hasta ese momento, Gilgamesh se interesaba en verla. Sobre todo, nunca creyó que su arrogante y prepotente esposo seria capaz de expresar una disculpa, mucho menos llorar y humillarse como lo hizo.

-Usted es su tercera esposa-explico vacío de emociones el pequeño semidiós-Sus predecesoras murieron durante el parto-se sirvió más bebida y encaro a su nueva reina con melancolía 

Un sentimiento extraño la embargo, no lograba entender del todo esa información. Cuando lo conoció, era un hombre completo en todo sentido, la desgracia de perder un hijo y a alguien que apenas conocía seria sencillo de superar para Gilgamesh. Había algo más.

La epopeya de los DonutsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora