Un gobierno de difuntos y flores

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Se sentían juzgados por su apariencia. Repentinamente les crecía vello, a Levinanika se le estaban desarrollando los senos y al ensancharse sus caderas también tuvo su primer sangrado. Gilbert notaba sus hombros más anchos y que sus músculos crecían, incluso su voz adquiría un tono más grave. 

No sabían qué esperar, ¿Era normal?, ¿Afectaba a su vida política? 

Tiraban a los extremos, todo era fantástico y terrible a la vez. Necesitaban privacidad, pero si querían mantenerse en el juego no podían mostrar abiertamente lo que sentían. Tenían que estar listos para cualquier situación. Permanecían agradables y orgullosos ante sus aliados. Su posición no tambalearía por una etapa que llego en un pésimo momento.

Confiaban en Claudio, un hombre sabio y juicioso que nadie respetaba por ser feo, cojo y tartamudo, hasta que se convirtió en emperador. Resultó ser un excelente gobernante que hizo varias reformas y reparó las finanzas, pero lamentablemente se casó con una mujer famosa por sus excesos.

Mesalina gozaba de todos los lujos, era bellísima, malcriada y promiscua. Sus constantes escándalos y abusos solo desprestigiaban a la familia imperial. Ella representaba el caos, pero ponerle un alto para mantener el orden no sería fácil, incluso como asesor y guardiana del emperador. 

La investigaron y descubrieron un complot contra Claudio, en el que entregaría el trono a uno de sus amantes. Ordenaron ejecutarla y el emperador decidió casarse con una mujer atractiva, fuerte e inteligente, su sobrina, Agripina, quien ya era madre de una joven. 

Fue amada por el pueblo, llevo una sabía administración y promovió los valores de la familia imperial, pero detrás de toda esa perfección había una dama manipuladora y fría que convenció al emperador de que nombrara a la joven Nero como su hija y heredera.

Al confirmar sus sospechas, los Donuts quisieron advertir a Claudio de las verdaderas intensiones de Agripina después de cenar. Probaron varios platillos deliciosos, rodeados de un ambiente tranquilo, hasta que el emperador comenzó a sentirse enfermo, lo llevaron a su habitación.

Varios médicos sugirieron provocar el vómito con una pluma, los Donuts no pensaron que ese era el golpe final y lo dedujeron con el pasar de las horas. Claudio empeoro y murió súbitamente por la mañana, después de una larga e insoportable agonía por el veneno.

Jamás se sintieron tan burlados. Aunque deseaban vengar la pérdida de un buen hombre debían lucir bien, mantener una postura firme y actuar con sensatez para que sus relaciones no fueran difíciles con la nueva emperatriz de 17 años que nunca habría llegado debido a sus orígenes.

Nero era una chica alegre, rubia y de ojos verdes. Su porte y tono de voz proyectaba una encantadora imagen imperial por su altísimo ego, porque cualquier cosa que hacia debía ser perfecta hasta el mínimo detalle.

Sus parientes resintieron que fuera aclamada por el pueblo romano, quienes esperaban una nueva época de esplendor y ella juró que no los decepcionaría. Amaba más a los extraños que a su propia familia. Sin embargo, nadie compartía su forma de pensar y le resultaba estresante.

Muchos creyeron que por su corta edad sería fácil de manipular, pero no tenía interés en los placeres mundanos. Desde su ascensión cambió y maduró, siendo muy competente y eficaz, aunque había muchas diferencias entre el panorama general de la joven y un veterano político.

Era sensible a las alabanzas y los Donuts se desvivían por halagar su belleza, así pasaban más tiempo juntos, ocupándose de su imagen pública, entregando dinero a los ciudadanos y aboliendo todos los impuestos indirectos en favor de la popularidad. 

La epopeya de los DonutsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora