Un niño había nacido de la diosa Ninsun.
Prueba física de ello eran sus vibrantes ojos de color rojo y con pupila semejante a la de un reptil. Bendecido con un cuerpo hermoso, perfecto para los estándares humanos, poseía cabellos dorados y piel blanca. Su origen divino le otorgo fuerza extraordinaria, una mente analítica e inagotable salud.
Los dioses se habían ofendido cuando la divinidad menor deicidio casarse con un rey mortal y procrearan juntos un hijo.
Anu, el rey de los dioses, pensó que ese niño serviría como un puente de comunicación entre ellos y los humanos. Confiaría en el muchacho toda su creación, consciente de las profecías que señalaban su existencia como una pieza angular en la relación de ambas especies. Esperaba que fuera un adulto sabio, líder de los hombres y fiel sirviente a sus mandatos.
Pero, no dejaría sin castigo las acciones de Ninsun. A quién ordeno dejar al pequeño inmediatamente después de parirlo.
Ahora sería responsabilidad absoluta del rey Lugalbanda, criar al 2/3 dios entre los hombres y hacer de él una figura popular. De lo contrario sufriría un castigo tan terrible por desobedecer a los dioses que sólo la muerte sería capaz de consolarlo.
Gilgamesh nació en la fría madrugada.
No hubo festejos ni sonrisas, su madre no quiso verlo por mucho que le insistieran las criadas y Lugalbanda al escuchar los llantos del príncipe tampoco salió de su habitación para mirarlo.
La presencia del recién nacido incómodo a todos los habitantes del palacio real, que permaneció en silencio, marcando el deprimente inicio de una mañana penosa.
El rey Lugalbanda dio comienzo a sus actividades normales con un ánimo irritable. Todas las pláticas de la nobleza se centraron en otros temas. Durante la tarde se escucho al viento correr en los pasillos y nada más. Por la noche crecía la tensión y molestia del rey.
La diosa abandonó el palacio muy temprano. No se despidió de absolutamente nadie, ni siquiera de su hijo. Lloro amargamente, pues antes su matrimonio era feliz.
Había dejado todo por Lugalbanda y la noticia de su embarazo, que se suponía sería motivó de alegrías, se convirtió en un injusto castigo para ellos y encima recibía el desprecio del rey que la culpaba por las amenazas que mandaron sus semejantes.
No quería irse, deseaba recuperar el amor de su marido, criar a su hijo. Pero sabía que hacerlo traería desgracia, y antes de que enviarán por ella, encamino sus pasos hacia su antiguo hogar.
Pasaron los años con lentitud y tristeza para el rey. Sentía que su hijo era demasiada carga. Realmente no lo soportaba, aunque cumplía con sus tareas y no daba problemas, era un fastidio tenerlo cerca.
Educarlo para ser un líder digno del aprecio de los dioses lo mantenía en un permanente estado de irritabilidad y estrés, dudaba constantemente sobre si lo que le enseñaba era útil.
Después de todo, era obvio que Gilgamesh no iba a dedicar su vida para honrar a los dioses. Lugalbanda le enseño simplemente a respetarlos.
El muchacho creció siendo consciente de no ser completamente un dios ni un humano. Pero opto por amar más a los dioses que a la humanidad, a la que percibía como una raza despreciable por la relación incomoda que mantenía con su padre. Aunque cada vez que recordaba su deber como guía, el resentimiento de toda su vida aminoraba.
A menudo, el rey se metía en campañas militares para olvidar su responsabilidad. Cuando no había invasores que deseaban conquistar sumeria, tenía la brillante idea de provocar guerras con algunos reinos bárbaros cercanos, haciéndoles creer que permitiría la entrada a extranjeros, posteriormente creaba escándalos y alboroto para tener un pretexto de combatir.
La situación se volvió común y se mantuvo hasta llegar a un punto en que estuvo fuera de control y la ciudad permaneció asediada por 6 espantosos meses. Uruk estaba al borde de una gran crisis política y económica, aún así, Lugalbanda no estaba dispuesto en terminar con las guerras.
Finalmente se convocó al consejo de sabios y estos determinaron colocar en el trono al príncipe Gilgamesh de 12 años.
El destino de Lugalbanda fue decidido por su hijo, Gilgamesh lo exilió con los pueblos bárbaros, bajo amenaza de ser ejecutado como un traidor. El antiguo rey se marchó resignado, pero sobre todo se sentía liberado de la imposible encomienda divina.
Sabia que su hijo se convertiría en un brillante político y estratega que mantendría el orden. Posiblemente, su único defecto es que viviría aislado debido a la actitud de desprecio que tenía hacia los humanos y el mismo que no supo remediar.
Uruk tenía un nuevo rey, joven y amable con todos.
El pueblo aclamó y elogió a Gilgamesh. Le dieron un trato correspondiente a su divinidad. El muchacho tenía muy claros sus propósitos personales y para con su reino, fue asistido por ministros que lograron en pocos años una administración muy prospera.
La gente no tenía quejas, no había guerras absurdas y los complots que favorecían el retorno del antiguo rey o el nombramiento de otro disminuyeron eventualmente hasta desaparecer.
Una vez lograda la estabilidad, Gilgamesh comenzó a molestarse por ser una pieza que unía a un pequeño grupo de dioses decadentes y corruptos con las masas que se sobreestimaban a si mismas.
De tajo comprendió que los dioses no le tenían un verdadero aprecio y su respeto hacia ellos terminó. Se proclamo independiente, no necesitaba preocuparse por complacer a ninguna raza. Todo lo glorioso realizado en su mandato fue por sus propios méritos y sólo él guiaría a Mesopotamia para ser la envidia del mundo.
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La epopeya de los Donuts
Fiksi PenggemarEl reino de Uruk enfrenta la ausencia de sus nobles príncipes que desde hace varios años fueron expulsados injustamente por su padre. Por eso, el joven príncipe Zul ha decidido partir en su búsqueda para traerlos como los gloriosos herederos al tron...