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Pensó que su sueño se había vuelto eterno y despertó sobresaltada, pero le informaron que apenas descansó unas horas, recomendándole tranquilizarse porque aun faltaba mucho para el amanecer. Sentía un intenso ardor entre sus piernas, le palpitaban los brazos y el gran peso que sostenía sobre su fina espalda ya no la acompañaba.
Estaba en la habitación donde primeramente la habían hospedado cuando llego a Francia, reinaba la oscuridad y las crepitantes velas emanaban escasa iluminación. El silencio le parencía agradable, aunque detestaba sentirse encerrada en un espacio pequeño, le recordaba a la discusión con su hermana hechicera y para desvanecer esa idea, ordeno encender las lámparas de aceite para aclarar sus pensamientos.
Al escuchar los gimoteos provenientes de una cuna dorada, llamo a las sirvientas para ver a sus hijos. Los tomaron con cuidado y una amplia sonrisa en sus joviales rostros, le dieron primero al niño, acomodándolo en su brazo derecho y a la niña en el izquierdo.
Unos pequeños bultos con delgadas y brillantes hebras cual oro puro, de finas naricitas, rostros perfectos, pestañas largas, piel blanquecina y ligeramente sonrosada, labios tersos y curvados, un poco regordetes. La princesa tenía su mirada del color de la sangre con un subtono magenta y la observaba con detenimiento, era la más tranquila de los dos, su hermano poseía ojos verdes que brillaban con encanto mientras se estiraba en su posición.
Su madre los cubrió con ternura, se sintió bendecida por tenerlos entre sus brazos, y con los ojos humedecidos besaba a sus mellizos que permanecían curiosos a su alrededor, buscando apoyar sus cabecitas junto a la fuente de sonido más familiar que conocían, el palpitar orgulloso y cargado de alegría de su progenitora.
El varón sería rey de Uruk e Inglaterra y su hermana una candidata para formar alguna alianza matrimonial con Francia o la mejor nación postora, pero se encargaría de modificar ese destino. Mientras viviera, nadie dispondría de sus hijos como sí fueran objetos. Los cuidaría con amor y trataría ser un buen ejemplo, enseñándoles lo necesario para gobernar sabiamente.
-Vine a ver a mis sobrinos y también a mi fuerte señora-dijo Enkidu con tono juguetón y obtuvo una sonrisa de Arturia como bienvenida-¡Son los bebés más lindos que he visto!-se inclinó y apartó su larguísima cabellera verde para admirarlos con las manos detrás de la espalda y una abierta sonrisa
-Gracias-exclamo orgullosa y contemplo nuevamente a sus hijos, recordando que no eran humanos comunes, sino un par de legítimos semidioses, según la mítica ascendencia de su padre-¿Quieres que los presente?
Los pequeños en sus brazos miraron al extraño con cierto gesto expectante y parpadearon al mismo tiempo, Enkidu dio un grito de ternura y los niños permanecieron aún más asombrados con su presencia, abriendo sus adormilados ojitos.
-No me digas, este es el príncipe-y señalo al de ojos carmín, la reina negó sonriente-¡¿No?! Bueno, mientras ninguno herede el temperamento de su padre estaremos bien-declaro risueño y dio un toque travieso sobre la nariz de los niños que seguían todos sus movimientos
Su vista se desvió al umbral de la puerta y allí descubrió a su esposo con los brazos cruzados y con la mirada parca. La muñeca de arcilla sonrió a su señor.
-¡Ven, Gil!-extendió su mano-Son los recién nacidos más lindos del mundo-avanzo hasta él, lo rodeo con aire festivo y mascullo-No hay peligro
El rey de los héroes avanzo con lentitud hasta su reina, que acerco los niños hacia su cuerpo y le dedicó una mirada asesina, Gilgamesh se colocó a una distancia prudente y se mantuvo expectante, su amigo intervino para reducir el ambiente tenso.
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La epopeya de los Donuts
FanficEl reino de Uruk enfrenta la ausencia de sus nobles príncipes que desde hace varios años fueron expulsados injustamente por su padre. Por eso, el joven príncipe Zul ha decidido partir en su búsqueda para traerlos como los gloriosos herederos al tron...