Los príncipes de Uruk

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Desde la entrega de sus minúsculas carrozas quisieron empezar a practicar las artes bélicas. Arturia estaba entusiasmada, a ella le intereso el manejo de armas a una edad similar, pero hasta los 7 años inicio su entrenamiento. 

Comenzaron por el manejo motriz de sus redonditos cuerpos, condicionándolos para el esfuerzo físico que suponía. El rey ordenó que se creará un apto espacio de entrenamiento y armas que pudieran manipular mientras eran infantes.

Gilbert tenía un ideal de pelear por defender una causa, mientras que Levinanika pensaba en el acto de enfrentarse servía para determinar al mejor. Por lo tanto, sus pequeños duelos estaban muy reñidos, al dejar sus clases volvían a ser tan cómplices como siempre.

Estaban mimados de un modo extraño, sus padres no querían limitarles nada y exigían un comportamiento digno de la realeza. Los Donuts tendían a esa demanda con muestras de superación constante en actividades más allá de los entrenamientos.

Buscaban madurar para tener beneficios de sus mayores, desarrollaron más clase y elegancia, aunque todavía eran muy pequeños para entender de política, iban aprendiendo a comportarse en público, refinando la expresión de sus deseos y sentimientos.

Memorizaron el protocolo, hacían muestras de respeto ante sus padres, usaban los cubiertos con mayor coordinación y empleaban nuevas palabras, perfeccionando el arte de la conversación educada, sin interrumpir y poniendo atención a lo dicho por los adultos.

Decir "Por favor" y "Gracias" no les costó trabajo, de hecho les funcionaba magistralmente con la servidumbre, pero al intentarlo con nobles y sacerdotes sobrepasaban los límites por más príncipes herederos que fueran, muchos de sus caprichos no fueron atendidos y menos en el momento. Enfrentaban con la frente en alto todos esos sermones.

Los soberanos castigaban sus insolencias quitándoles sus entrenamientos y Gilgamesh les recriminaba que aún no estaban listos para la exhibición que habían prometido al rey de Macedonia, Arturia detestaba ese tipo de chantajes para inculcar valores a los niños y los defendió siempre que pudo.

No sentían tensión, eran muy felices en su gigantesco hogar. Sus habitaciones eran enormes, tenían a su disposición 500 esclavos que propiamente mandaban sus nodrizas, la mitad de la guardia personal del rey estaba al pendiente de su seguridad. 

Siempre había postres a determinadas horas del día, a veces se escabullían juntos a las cocinas para sustraer alimentos o ideaban formas de divertirse solos, moviendo cosas de lugar en sus salones para simular un escenario de su fantasioso mundo con juguetes al por mayor. Sus caballos eran bien atendidos mientras esperaban ansiosos por crecer y montarlos.

Amaban ser arropados durante las noches, tener las luces ámbar formando un arco de misticismo y que su madre les contaran una nueva hazaña de seres reales y fantásticos, Arturia antes de irse los besaba en la frente, la luz de la luna se colaba entre las sedas y no tenían miedo.

Ellos querian convertirse en parte de una historia igual de popular, sus mentes procesaban la grandeza, todos los días se les ilusionaba para alcanzar la cima. Soñaban con algún tipo de desafío épico que superará a su leyenda favorita: La batalla con el toro celestial.

-Un monstruo que al pasar provocaba terremotos, más grande que el palacio y sus alrededores. Sus gritos de pelea calaban en la mente de los guerreros más valientes, podría arrasar con el mundo si no era detenido... Nos mantuvo ocupados por horas, entonces su padre levanto su poderosa espada y... ¡Yo derrote SOLO al toro celestial!

-¡¡ESO NO ES CIERTO!!

...

Iskandar llegó puntual con una gran comitiva de sus mejores hombres para presenciar la primera exhibición de sus ahijados semidioses. Nadie esperaba a esos invitados y el rey de Macedonia se explico calmado, sería una evaluación  al progreso de los niños, cuando fueran grandes inevitablemente tendrían que ponerse serios para juzgar su habilidad.

La epopeya de los DonutsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora