Traición

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-Si te quejabas de Macedonia y Francia por ser poca cosa, no imagino lo que pensarás de este pantano-dijo Enkidu después de bajar del carruaje y pisar un charco de lodo

Gilgamesh soltó una carcajada, pero pronto se volvió serio. Efectivamente odiaba el clima frío y lluvioso de Inglaterra, que complicaba su avance. Desde que llegaron le pareció imposible que una reina tan espléndida como la había descrito Carlos VII, viviera en una decadente isla gris. 

Aunque reconoció que el reino tuviera abundante vegetación, los siervos vivían en pequeñas casas simples. La mayoría de cuerpos fuertes, vestimenta lisa y rostros abotagados, sin expresiones amistosas o de temor, pues permanecían indiferentes a su deslumbrante presencia. 

El rey solo anhelaba conocer a Arturia, el Mariscal de Francia le mostró una imagen suya y estaba totalmente complacido. Mientras tanto, Enkidu, se estaba cansando del deseo enfermizo por la reina inglesa, solamente esperaba tener éxito y volver a Uruk. 

Porque había un plan y se los facilitó el propio Gilles de Rais

"La reina, no ha contraído segundas nupcias simplemente porque no quiere. Por lo tanto se negara a aceptarlo, mi señor, pero usted puede obligarla...  Capture a la verdadera hija de su primer matrimonio y con ello Arturia Pendragon caerá en sus brazos"

...

Después de recorrer varios pueblos nefastos, la fortaleza que servía de castillo logro animar muy poco al rey de los héroes. Fría, de colores aburridos, sin grandes detalles en el exterior, rodeada además del nauseabundo olor a excrementos y leña quemada. Inclusive Enkidu expresó disgusto.

Pero eso no importaba. En Camelot no estaba la soberana, había sido invitada a Londres para participar en los torneos de caballería y estaba Uther como anfitrión

-He venido para que su hija sea mi esposa-dijo con seguridad absoluta, mientras el anciano entrecerraba sus grandes ojos dorados y torcía una sonrisa despectiva

Dio evasivas para comprometer a su unigénita. Principalmente argumentaba que ella era la única capaz de llevar su corona, entonces, Gilgamesh le comentaba sobre los fabulosos nietos que tendría. Uther hablo sobre la caprichosa nobleza y el pueblo que adoraba a Arturia, pero el rey de Uruk expuso lo magnánimo de su ejercito y riquezas.

Cada oposición del extranjero término por colmar la paciencia del viejo, quien estaba dispuesto a echarlo de su castillo cuando el tema cambio radicalmente.

-¿Le gustaría ser joven otra vez?-El discreto acompañante peliverde interrumpió la acalorada discusión entre los reyes y hablo tranquilo-A cambio de la mano de su hija, mi rey le otorgara a usted juventud eterna

Las pupilas del viejo Pendragon se dilataron. Si volvía a ser joven, tal vez recobraría su salud y mantendría el control sobre Inglaterra como antes, no necesitaría más de una mujer en el trono. Quizás, ese glorioso rey del que hablo su amigo Merlín no necesariamente era su hija, podría tratarse de un nieto. Sonaba perfecto. 

Uther sonrió a Gilgamesh y le extendió la mano en señal de aprobación. Se ordeno reunir a todos los nobles de Camelot en la sala de la mesa redonda para presentar al rey dorado como futuro esposo de la soberana de Inglaterra. Los hombres se indignaron, apelaron a sus derechos como grandes señores al servicio de la corona y la preferencia que tenían sobre otros pretendientes. 

Gilgamesh, cansado de habladurías, les ofreció sus carros con oro y joyas. Entonces se hizo un profundo silencio de reflexión y pronto comenzaron las felicitaciones para el extranjero.

...

Acompañada por sus fieles caballeros, regresaba con más fama, honor y gloria de las celebraciones conmemorativas de su ascenso al trono. 

Bedivere, siempre estaba a su diestra, ambas jóvenes se habían vuelto amigas poco después del nacimiento de Mordred, siendo de las pocas personas que conocían ese secreto.

La bebé fue entregada en los brazos de Morgana, quien partió de vuelta a la corte de su esposo, Lot. Arturia, aun así, visitaba a la niña cada vez que no había deberes por cumplir, la hechicera estaba en desacuerdo, pero no podía revelarse. 

Así fue por 4 años y pronto Mordred recibiría educación en Camelot. Arturia pensaba nombrar a su "sobrina" como heredera, algo que menos agradaba a  su hermana mayor. Si llegaba a descubrirse la ascendencia de Mordred corría el peligro de ser asesinada por sus medios hermanos y enfrentaría un levantamiento armado de York. 

Mas que nada, le incomodaba que Arturia la usara como sustituta. Ella había criado a la pequeña con mucho esmero y cariño como para que en unos años llegaran a acaparar su atención. La soberana debería resignarse a perderla de una vez por todas.

-Voy a ordenar que ajusten el peto de  mi armadura-dijo Arturia a nadie en especial mientras cabalgaban por el camino a su castillo

Era medio día y el sol permanecía oculto por nubes, se respiraba humedad. A Bedivere le divirtió el tema de conversación

-¿Ese idiota lo arruino de nuevo?-su tono de voz era dulce y risueño, contrastante con sus rasgos finos, como una escultura. Bedivere era demasiado hermosa para ser un soldado, pero demasiado introvertida para ser una dama de la corte  

-Sí-confeso-Es increíble, lo hace una y otra vez-esbozo una tenue sonrisa a su escolta

-Lo hace porque quiere verte-la rubia platinada señalo su pecho en el aire, marcando la silueta de sus senos y todos los caballeros que escucharon comenzaron a reír

...

En la noche llegaron a Camelot y notaron que había un banquete en honor a una visita, Arturia quería retirarse a descansar hasta que se le informo que debía acudir al salón donde era la fiesta y con poco animo lo hizo. La siguieron sus caballeros, quienes permanecían inquietos, en alerta. Ceso la música al entrar la soberana y los presentes se inclinaron con respeto.

Allí, bebiendo vino en una copa de oro, sentado en la mesa principal junto a sus padres, había un hombre rubio, de porte avasallante y vestimenta fina que la miro descaradamente. Sus ojos de color rojo la examinaron de pies a cabeza y la sonrisa cínica que tenia se ampliaba con cada vistazo, Arturia se sintió incomoda, no reacciono inmediatamente hasta que Uther le hablo con voz severa. 

Todos conocían ese tono, lo usaba para dar ordenes. Su viejo padre se levanto, estiro el brazo en dirección al extraño y lo presento como el rey de Uruk y su prometido. La sorpresa le hizo respirar profundamente, sintió un ligero mareo. 

Se detuvo a observar que los nobles ostentaban joyería extravagante. Contempló atentamente el rostro de su padre y vio que era libre de arrugas. Lo comprendió todo en ese instante. 

Finalmente desvío la mirada a una figura pequeña. La princesita de Lothian, su adorada Mordred, estaba en brazos de un hombre que nunca había visto de larga cabellera verde. 

Sufrió un desmayo

La epopeya de los DonutsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora