Capítulo 5

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Restregué mis ojos para acostumbrarlos a la luz de día que se colaba por el balcón. Me senté y aprecié el cuarto, anoche ni siquiera me fijé en nada.

Era un cuarto muy bonito, decorado en tonos azules, no era muy grande, pero me gustaba, lo que más me gustó fue el balcón, desearía tener un balcón así en casa, podría sentarme en el suelo a mitad de la noche  a mirar las estrellas o a leer

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Era un cuarto muy bonito, decorado en tonos azules, no era muy grande, pero me gustaba, lo que más me gustó fue el balcón, desearía tener un balcón así en casa, podría sentarme en el suelo a mitad de la noche a mirar las estrellas o a leer... o simplemente salir a tomar aire fresco desde mi cuarto.

Amaba la noche, la luna, las estrellas. Si por mi fuera me quedaría todas las noches observándolas, es como si me llamaran, desde niña siempre ha sido así.

Me levanté y caminé en dirección al balcón, cuando abrí sus puertas me reveló el bosque, me apoyé en la barandilla y cerré los ojos sintiendo la brisa golpear suavemente mi rostro.

—¡Dejen de mirarla! –me sobresalté cuando escuché ese grito.

Bajé la vista y vi como Alessandro mataba con la mirada a sus hermanos, quienes entraron a la casa. Al percatarse de mi mirada dirigió su vista hacia mi, mirándome pícaro. Demonios, esas ganas de besarle aparecieron de nuevo.

—Vaya... mi camiseta se ve mil veces mejor en ti que en mi –sonrió coqueto.

Creo haberme convertido en tomate de lo roja que estaba, no recordaba que solamente traía una camiseta, y aparentemente era la camiseta de Alessandro, genial, de seguro parezco una cualquiera.

Entré lo más rápido a la habitación para evitar más vergüenza, pero una brisa levantó la camiseta haciendo que se me vieran las nalgas. Alessandro silbó.

—¡Dichoso el dueño de ese botín, moonshine! –exclamó.

Me dejé caer en el suelo cuando cerré las puertas del balcón. ¡Que vergüenza! Me miré en el espejo y confirmé que estaba roja a más no poder. Suspiré, no es nada, sólo que el hombre más sexy de toda la historia me vió el trasero. Mi sarcasmo es oro puro.

Saqué mi cabeza por la puerta del cuarto para ver si había alguien o si encontraba Elisa, en este cuarto no había baño y necesitaba una ducha. No podía salir así por así como si esta fuera mi casa, me pondría mi ropa, pero no la encontré por ningún lado, lo que me dejaba con la camiseta de Alessandro. La casa estaba en silencio total, como si no hubiera nadie, posiblemente salieron o qué se yo. Me llené de valentía y salí agarrando la camiseta por el dobladillo intentando que mis partes íntimas no sean visibles.

Abrí puerta por puerta intentando encontrar la habitación de Elisa, pero esta casa es enorme.

—¿Buscas a alguien?

Dios mío, mátame ahora mismo.

Me giré y me topé con Alessandro mirándome descaradamente las piernas.

—Hey –lo llamé.– mis ojos están aquí.

—Eso ya lo sé, estaba admirando tu belleza –esa mirada de nuevo.

ChalcedonyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora