Capítulo 12

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"Nada mal, ¿no?" habló en mi cabeza.

—¡Esto es increíble! –grité emocionada.— mi novio es un hombre lobo.

"Eh... si, no es normal que te emociones por eso."

—¿No te gusta que me emocione? –pregunté confundida.

"Claro, pero esperaba que te asustaras y huyeras de mí."

No soy tan fácil de asustar.

"Lo se, ere mi chica valiente" –lamió mi cara.

Sin avisar, se lanzó sobre mi y empezó a lamer mi rostro.

—Para –reí.— me estás haciendo cosquillas.

"Lo siento, es que Eros es muy impulsivo, y está loco por ti"habló separándose de mi.

—Impulsivo igual que tú –comenté.— yo también estoy loquita por ti, Eros –apapaché su cara.

Bruscamente se alejó de mi y empezó a caminar observando a todos lados, alerta.

—¿Pasa algo? –pregunté.

"Shhhh."

—Okay –dije en mi cabeza. Esperando que pudiera escucharme.

Aparentemente no lo hizo porque siguió en la misma posición.

"Algo no anda bien, es mejor que te lleve a casa."  Volvió a su forma humana. Odio esos malditos quejidos.

—¿Qué pasa? –pregunté dándome la vuelta, estaba desnudo.

—Nada de lo que debas preocuparte. Puedes voltearte.

Suspiré.— quería pasar más tiempo con Eros –dije desanimada.

Sonrió y me agarró de la mano.— tendrás todo el tiempo que quieras para estar con él, es tuyo, ambos lo somos.

Le di un pico en los labios, me encantó escuchar eso.

Artemis –susurraron mi nombre en mi oído. Rápidamente me di la vuelta buscando quien fue. No había nadie.

—¿Qué pasa? –preguntó Alessandro, con el ceño fruncido.

—Artemis —está vez el susurro provino del bosque.

Sin saber por qué ni como empecé a seguir esa voz, escuchaba como Alessandro me perseguía y llamaba mi nombre, pero yo sólo buscaba el origen de esa voz, me sonaba conocida.

—¡Artemisa! –Alessandro agarró mi brazo, deteniéndome.— ¿qué demonios estás haciendo?

Como si me liberaran de un hechizo, reaccioné.

—¿Eh? ¿Qué? –estaba confundida.— escuché que me llamaban.

—¿Quién?

—No lo sé.

—Es mejor que nos vayamos –se veía preocupado.

Agarró mi mano y empezamos a caminar. Di una última mirada hacia atrás, sentía que alguien me estaba mirando. Me abracé a Alessandro, estaba asustada.

—Hey, no te preocupes, yo te cuido –besó mi frente.

Alessandro conducía en silencio, yo por mi parte miraba la ventana, tratando de recordar de donde me sonaba conocida esa voz, pero era inútil.

Se parqueó frente a mi casa y lo miré.

—No quiero que me dejes sola.

El rió y besó mis nudillos.— jamás haz estado sola, desde el primer momento que te vi siempre te he cuidado.

ChalcedonyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora