Capítulo 8

12.5K 1.2K 383
                                    

—Nate, ¿qué quieres? –solté bruscamente.

—¿Podemos hablar? –me miró arrepentido.

Dudé un poco, puede que las cosas se salieran de control y el haya exagerado un poco, pero al fin y al cabo era mi primo, como mi hermano.

—Vale –acepté.— luego seguimos platicando, Apolo –me puse de pie y el imitó mi acción.

—Por supuesto, ¿me das tu número?

—Te lo daría, pero no me lo sé. Acabo de cambiar de celular –dije recordando el teléfono que me había comprado Alessandro.— pero puedes darme el tuyo.

—De acuerdo, dame tu brazo –lo miré confusa y vi que sacaba un bolígrafo de su bolsillo.

Le tendí mi brazo y escribió su número en el.

—¿Se podrían apurar? –dijo Nate girando los ojos. Apolo lo miró mal.

—Cualquier cosa que necesites, no dudes en llamarme.

—Gracias. Nos vemos.

—¿Quién es el? –preguntó Nate una vez dejamos a Apolo atrás.

—Un amigo.

—No lo había visto por aquí.

—Es nuevo en la ciudad.

—No sabía que eras tan hospitalaria –hizo una mueca.

—Mira, si vas a seguir discutiendo mejor aquí la dejamos –me detuve.— no sé qué demonios te pasa.

Suspiró.— Perdóname –dijo mirándome arrepentido.— es que tú eres mi pequeña hermanita y no me gusta que los hombres te pretendan. Sabía que este momento llegaría, pero no estaba preparado, me aterra la idea de que te hagan daño.

—Te entiendo, pero no estaba haciendo nada malo, tienes que aprender a controlarte, y aceptar que ya no soy una niña pequeña.

—Lo sé, pero no es fácil –suspiró.— de todas formas, trataré de no ser tan sobreprotector.

—Gracias –lo abracé.

—¿Vamos a casa?

—Sip –dije resaltando la "p".






(...)






—Vaya, veo que ya se arreglaron –dijo mi tía al vernos llegar abrazados.

—Así es –dijo Nate.

—Me alegra mucho, mis niños. La cena ya está lista, vamos al comedor.

—Si, por favor, me muero de hambre –dije.— ¿y mi tío? –pregunté al no verlo por ningún lado.

—Pues no se, lo llamaron de emergencia y salió como un rayo –dijo mi tía.

—Papá tiene que dejar esa mala maña de salir sin decir a donde va –dijo Nate haciendo una mueca.— un día le puede pasar algo y nosotros sin saber nada.

—Ya lo sé, y lo he hablado muchas veces con él, pero no coge cabeza –mi tía suspiró.— tus padres llamaron, Artemisa.

ChalcedonyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora