Capítulo 27

7.5K 780 368
                                    

—Hola, Sam –mis manos empezaron a sudar.

—¿Hola, Sam? ¿Eso es lo único que dices después de prácticamente abandonarme? –dijo molesta.— ni una llamada, ni un mensaje, ni siquiera una maldita señal de humo para saber si sigues viva, creía que estabas en Washington, pero vaya sorpresa encontrarte aquí –mi pecho se oprimió al ver como la tristeza abarcaba sus ojos, a pesar de que intentaba hacerse la dura. Conocía a mi Sam.— vengo y te encuentro de compras con tu novio, riendo, disfrutando tu nueva vida sin tu mejor amiga, ¿cómo crees que me he sentido todo este tiempo sin ti? Sin tener a quien contarle mis cosas, y que me acompañe a mis locuras. Cada día me la pasaba pegada al celular esperando una llamada tuya que nunca llegó –sus ojos se llenaron de lágrimas.— creí haber experimentado lo que era un corazón roto cuando Colton me dejó, pero esto me demuestra que hay más maneras de romper un corazón –salió corriendo fuera del supermercado.

—Sam, no –salí corriendo detrás de ella, pero ella se subió a un taxi cuando casi la alcancé.— perdóname –sentí que alguien secaba mi rostro húmedo por las lágrimas, me percaté de que era Alessandro mirándome con pena y muchas preguntas surcando su rostro.

Me acurruqué en su pecho llorando como si estuviera en un funeral. Sentí la mirada de algunas personas, pero no me importaba, había perdido a mi mejor amiga, mi hermana.









(...)












—No tengo hambre –alejé el plato de comida de mí.

—Tienes que comer, si no lo haces vas a enfermar –Alessandro hizo una mueca.

—Se curará con medicinas –me encogí de hombros.

—No me gusta verte así, me duele aquí, –tocó su pecho.— pero también percibo como si sintieras lo que tú estás sintiendo, como si sintiera tu dolor –me miró.

Ignoré su mirada, no estaba de ánimos para eludir lo sobrenatural. En mi mente no había cavidad para otra cosa que no fuera Samantha.

—¿Y si vas y hablas con ella? –sugirió nuevamente. Ya lo había hecho anteriormente incontables veces.

—No quiere verme, la conozco –cerré los ojos, y apoyé mi cabeza en la silla.— me odia.

—No te odia, –me hizo mirarlo.— está herida porque cree que la abandonaste...

—¡Es que la abandoné! –exclamé interrumpiéndolo.— ella tiene toda la razón, pude haberla llamado, pero no lo hice, me olvidé completamente de ella.

—De seguro tienes una muy buena razón para explicarle el por qué no lo habías hecho –si supieras.— ella entenderá, por ahora es mejor que la dejes sola y se calme, mañana o cuando quieras, habla con ella y explícale las cosas. No te permitas perderla –agregó. Pero sentí que esas palabras fueron dirigidas para si mismo, por alguna razón.

—¿Y si no me perdona? –hice un puchero.

—Lo hará, no inmediato quizá, pero tarde o temprano lo hará.

—¿Cómo estás tan seguro?

—Porque ella te ama y tú la amas a ella, por lo que veo se conocen desde hace años, supongo que han pasado por muchas cosas, y esto es solo una pequeña grieta.

—¿Y si no me perdona? –volví a preguntar.

—Lo hará.

—Pero me odia –lloriquee.

—No lo hace.

—¿Cómo sabes? –entrecerró los ojos en mi dirección.

—Te responderé cuando cenes –acercó el plato hacia mi.

ChalcedonyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora