Capítulo 28

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Artemisa, tienes que comer –repitió Samantha por octava vez.

—No tengo hambre –mi mirada estaba fija en la pared.

Había pasado un mes desde que Alessandro desapareció por completo, ni siquiera Athan sabía de su paradero, o al menos eso era lo que decía él, yo por mi parte no le creía nada.

Este tiempo me lo pasé tirada en la cama con un dolor incesante en el pecho, sentía mi dolor y también el de Alessandro, él estaba sufriendo más que yo.

Todo el mundo ha venido a tratar de animarme para salir de la cama, ni siquiera Nate ni Apolo lo han logrado.

—Al menos sal a tomar el sol, estás pálida.

—No quiero.

—¿Qué pasó con la Artemisa independiente, que no necesita un hombre para ser feliz, ah? Vienes diciendo eso desde sexto grado, ejércelo –trató de sonar dura.

—En ese entonces no sabía lo que es el amor.

—Escúchate, pareces una protagonista depresiva de telenovela, yo estaría así si James me abandonara, pero Alessandro nunca te abandonaría, él te ama. Es solo que... quizá necesita su espacio para pensar las cosas –consoló.

Escondí mi cabeza en la almohada, Alessandro debía que entender que yo no le tenía ningún rencor.

—Yo... encontré esto anoche en la entrada, –me pasó una carta.— no sé si sea correcto decirte cómo la encontré ni en manos de quién... ¡a la mierda! Ese bastardo me hizo enojar –su humor cambió totalmente de triste a molesta. Por un segundo me olvidé de mi sufrimiento y me alegré de tenerla devuelta en mi vida. Con Samantha se me olvidaban todos los problemas.

—Habla –hablé demandante, cuando me percaté de que el sobre ya había sido abierto. Me horroricé cuando vi que habían roto la carta, sus trozos estaban pegados torpemente con cinta.

—Yo... este –titubeó.— hace unos días, encontré a Nate rompiendo algo, visiblemente molesto, me acerqué a preguntarle el por qué de su furia, ya sabes, soy muy chismosa, lo tengo que saber todo, –rió nerviosa.— cuando le pregunté él me contestó rudamente diciéndome que no me metiera en sus asuntos. No sé si fue el destino o una obra divina, pero entre los trozos pude visualizar tu nombre, inmediatamente me enfadé, él no tiene por qué tomar tus cosas y mucho menos romperlas,  en un momento su furia llegó a un punto en el que creí que me iba a golpear, pero gracias al cielo apareció tu súper mamá y se lo llevó. Yo recogí los los trozos y los uní como pude –hizo una mueca.— juro que intenté no leer nada, pero fue imposible –agregó.

—Tranquila, Sam, gracias.

Me abrazó.— te veo más tarde –salió de la habitación.

Empecé a leer la carta.

Eres arte, por eso te llamas así.
Moonshine, ¿cómo explicarte que eres arte?
Para describirte las palabras faltan, se vuelven escasas, desaparecen como la luna por la mañana.
El sol me ha comentado que de ti tiene envidia,
a pesar de la oscuridad insistente que te persigue, tú siempre brillas.
Cariño, eres un rayo de luz en tinieblas. Una sonrisa entre el llanto. Un silencio en medio de una sinfonía. Moonshine, rompes esquemas.
Como el color al blanco y negro.
Cariño, eres arte.
Un arte del que ni Shakespeare pudo hacer justicia en sus obras,
Ni Beethoven en sus piezas.
Ni Van Gogh en sus cuadros.
Eres un enigma digno de resolver.

Te he hecho demasiado daño, no puedo permitirme estar junto a ti, no te merezco, nunca te he merecido, pero con esto que te hice... simplemente creo que te mereces ser feliz sin mí en tu vida, soy un problema andante, causo desastres por donde quiera que voy, tú debes estar tranquila y tener paz. Sal, diviértete y disfruta tu vida, enmienda el mal rato que te hice pasar, obvia ese dolor en el pecho, se irá cuando vuelvas a ser feliz. Sé que no será sencillo, pero confío en que sabrás cómo salir adelante.

ChalcedonyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora