PARTE VEINTIUNO

99 18 4
                                    

—Estas diciendo estupideces, no juegues con eso ¿A dónde quieres llegar?

El estómago se me revolvió.

—Tómalo con calma.

—¿Que lo tome con calma? Estás diciendo que mi novio se está acostando con Ravi. ¿Cómo quieres que lo tome con calma? No, no te creo. Estás jugando, tú...

—Es la verdad. Sus voces son muy fáciles de reconocer y lo sabes. El timbre de voz de ambos es muy especial. No hay duda, son ellos dos. Repiten el nombre de cada uno en todo el audio.

La cabeza me dio una fuerte punzada. Pude percibir como la sangre fluyó con mayor intensidad. La razón dejo de trabajar y el enojo se apoderó de mi.

No dejé que N siguiera hablando. Entré a la estancia y corrí hasta la habitación que compartían Ravi y Hyuk. La puerta estaba abierta, encontrándome al maldito sentado en el escritorio con su puta computadora.

No dije nada. Lo tomé desprevenido y agarrándolo por la playera, le lanze un puñetazo en la cara. El puño me dolió, pero sabía que no le había hecho daño.

—¡¡¿Qué haces?!! —lo ví decir mientras se incorporaba y se abalanzaba sobre mi.

Me empujó y los dos caímos al suelo. Yo choque contra la pared golpeando mi cabeza, pero no lo solté. Me dio un par de golpes leves en el rostro y en un descuido, lo tomé del cuello intentando estrangularlo mientras él comenzaba darme puñetazos en las costillas para que deshiciera el agarre. El dolor fue fuerte, lo deje libre y ambos intentamos incorporarnos. No se lo permití y en el suelo, le apliqué una llave para inmovilizarlo y poder levantarme. Lo logré y me ensañe en soltarle patadas en los costados de su cuerpo. Sus quejidos fueron leves, eso me hizo esforzarme para escucharlo gritar de dolor. Aumenté la fuerza de mis golpes evitando a toda costa convertir su cabeza en un balón de fútbol. El enojo me hizo perder la razón y ahora solo quería matarlo. No podía aceptar que esté bueno para nada, hubiera puesto sus manos encima de mi precioso Bin.

Cuando estuve dispuesto a perder el control y patear su cabeza, los brazos de mi amigo me detuvieron.

—¡Maldita sea! Eres un hijo de puta. Te voy a matar... —gritaba sin control.

—¡¡Taek Won, detente!!

Las manos de Hakyeon me aprisionaron y me obligó a retroceder. Won Sik seguía en el piso, protegiéndose el pecho. Lo ví intentar jalar aire. Se paró en cuanto me alejaron lo suficiente y volvió a abalanzarse dispuesto a continuar la pelea, entonces Hong Bin se paró en medio de los dos. Su presencia me desconcentró, volteó a ver a Ravi y lo detuvo poniendo su mano en el pecho del estúpido aquel, quién lo miraba como de seguro yo lo hacía cada vez que me tocaba.

Ambos cedimos.

Mi coraje creció, los celos irracionales se apoderaron de mi. Me safe del agarre de N y empujé a Bin para alejarlo de él.

—¿Que mierda hicieron? —cerré mi mano alrededor del antebrazo de Bin quien sólo hizo una mueca de dolor —. ¿Es cierto? ¿Ambos se están acostando?

Hong Bin se mantuvo delante de Ravi con la cabeza agachada, como protegiéndolo.

Mi carné ardió y mi corazón se estrujó.

Lo alejé de ese puto traicionero y salimos juntos del cuarto.

Hakyeon nos gritó que debíamos terminar de arreglar ese asunto, que no podíamos escapar y que debíamos pensar las cosas que estaban pasando. Blah, blah, blah. A su vez, Ravi salió corriendo del departamento.

Ignore todo. Mi cabeza giraba y los ojos me ardían. No podía creerlo, no podía. Tenía el pecho contraído y un dolor más cercano al odio que no me permitía dejar de temblar.

Nos encerramos en su habitación. Me obligué a tranquilizarme. Tenía tantas ganas de gritar que la garganta se me seco.

—Leo... Leo —me giré para no verlo. Su voz estaba nerviosa —. Todo tiene una razón...

—¿Te cogió mejor que yo? ¿La chupa más rico?

No podía olvidarlo, no podría. Era innegable, estaba molesto. Me sentía traicionado y asqueado. Quería matarlos a ambos.

Me dolía.

—Mirame por favor.

Me negué, si lo hacía lo mataría a golpes.

—¿Porqué Bin? ¿Porqué? Creí que tú y yo estábamos bien —no pude evitarlo y lo encaré —. Yo quiero estar contigo y ¿me haces esto? —aprisioné sus manos con las mías, las apreté con fuerza mientras mi cabeza giraba. Todo lo que tocaba se destruía y dolía saberlo. Nadie sabía amar, nadie conoce esa palabra. Todos juegan y toman todo de mi hasta hartarse y después de se van — ¿A quien más debo matar para que me ames?

Sus ojos se abrieron por la sorpresa.

El remordimiento por el pasado me asustó. A mi mente regresó el recuerdo del cuerpo sin vida de Mink y la sensación de mis manos apretando su cuello.

Hong Bin comenzó a temblar.

—Por favor vete, sal de mi cuarto. Cualquier cosa que quieras hablar lo haremos mañana. No puedo ahora, no quiero. No lo haré.

Con brusquedad se soltó de mi agarre y se alejó para sentarse en la cama, dándome la espalda.

—No. No lo haré. Ya fue suficiente. Esta vez tendrás que ser tú el pague el error, porque yo no he hecho nada, más que amarte sin que lo merezcas —me senté a su lado —. He llegado a mi límite. Ya no me quedan más fuerzas. Estoy corriendo detrás de alguien a quien jamás alcanzaré. Me has traicionado una vez más y ya fue suficiente.

—No sabes la razón del porque lo hice —su varonil voz a penas y si se escuchó.

—No me des razones, ya no me importa. Solo eres una pequeña prostituta que va de cama en cama buscando el amor que le fue robado.

Sin esperarlo, Bin se volteó y sus ojos rojos de coraje, me dieron a entender que había tocado un fibra importante.

—No te atreves a volver a hablarme así. Aquí el único traicionero eres tú. Hablas y actúas sin saber cómo se siente la gente a tu alrededor. Vas buscando tu propio placer llenando de mierda a quien tocas. Te sientes la víctima sin darte cuenta que haz provocado mucho dolor —sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas —. No tienes ni la más mínima idea de lo que pasa a tu alrededor, porque mientras tú estés bien, no te importa si los demás estamos ahogándonos con nuestra propia sangre.

Se levantó y caminó hacia el ropero. Lo seguí con la mirada, viendo cómo sacaba del fondo del armario una mochila pequeña y de ahí, una cajita plateada, la que abrió y sacó un par de pastillas que se tomó.

El brillo plateado y la magnífica caligrafía con la que estaba grabando su nombre en el pastillero, me dieron a saber que él tenía razón. Voy caminando sin rumbo alrededor de ellos, concentrándome en mi, sin darme cuenta de que Jaehwan y Hong Bin, estaban más cerca de lo que imaginaba.

HERENCIA (VIXX Fanfic Yaoi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora