PARTE VEINTICINCO

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La música era suave, me moví al ritmo de la melodia que sonaba. Podía sentir su horrenda cara mirando todo mi cuerpo. Cada movimiento de mis caderas era minuciosamente analizado por esos taciturnos ojos marrones.

No lo miré, me dediqué a bailar y hacer que el tiempo pasara. No me quedaría más de una hora con él.

—Quítate la camisa —ordenó de repente.

Obedeci, no debía ponerme difícil. Solo bailarina sin preocuparme, haría mi mayor esfuerzo para que no hubiera problemas. Sabía lo que buscaba y eso era verme sin ropa, porque para verme bailar podría descargar nuestros videos en cualquier plataforma o ir a vernos a alguna presentación en vivo. Él quería tener un baile privado mío, sin ropa. Las dos armas descansaban en el escritorio y brillaban a la luz de los focos, quemandome la vista.

Dejé caer suavemente la prenda al suelo y me concentré en bailar más rápido.

—Mmmmh. Ahora los pantalones —la botella que descansaba en su regazo ya iba a mas de la mitad.

Un escalofrío bajó por mi columna y con manos torpes quité el cinturón y desabroche el cierre. Los dejé caer al ritmo de la música y quedé más expuesto a su mirada.

—Vaya, que piernas más hermosas. Tan blancas y largas. Girate.

Le di la espalda y entonces pude cerrar los ojos y suspirar para calmar mis nervios.

—Ahora desliza ese bonito bóxer y dejame ver ese trasero.

Dejé de bailar y me quedé estático. Me abracé para que no viera que me temblaban los hombros.

—Hazlo de una vez, no me hagas perder más tiempo.

—No —dije a penas con voz audible.

—¿Qué dijiste? No te escuché, volteate.

Obedeci y volví a decir que no.

—Te doy un segundo para que rectifiques o veras que el orden público está basado en la sumisión del pueblo.

—No, yo tenía entendido que bailaria para usted y nada más. Que me quite la ropa es un plus, nadie me dijo que bailaria desnudo. No lo haré.

El obeso hombre se levantó del asiento y caminó con paso decidido hasta mi. No tuve tiempo ni de hacerme para atrás. Su cara estaba a centímetros de la mía mientras que una de sus enormes manos sostenía con fuerza mi muñeca.

Su aliento olía a alcohol.

—Nadie se me niega —susurró —. ¡Nadie!

Me arme de valor y me solté de su agarre. Me agache por mi ropa y estuve a punto de correr.

—No haré nada que me humille, esto llegó al límite. Eres un maldito cerdo, pagando por ver la verga de otro hombre.

Se rio de mi.

—Me gusta más cuando se ponen difíciles —se avalanzo sobre mi para detenerme —. Esta noche serás mi puta.

Los siguientes minutos pasaron sin que me diera cuenta. No tengo idea como logró inmovilizarme y tirarme al piso, donde me soltó una patada en el estómago que sacó todo el aire de mis pulmones. El pecho me ardía y traté desesperado de jalar algo de aire mientras él me quitaba lo último de ropa que vestía.

Lo vi sobre mi.
Lo sentí tocarme.
Su lengua lamio todo lo que pudo.

Recuperé las fuerzas y lo empuje con las piernas. No se movió mucho, intente levantarme, pero su peso era una prisión.

El aire comenzó a faltarme, la fortaleza de mi espíritu se doblegó y las ganas de destrozar su asquerosa cara se hicieron más presentes. Le mordi el labio cuando me besó. Recibí a cambio un puñetazo en las cosillas. El dolor punzante no me detuvo, seguí pataleando y esforzándome para quitarlo de encima. Me estaba haciendo daño con las mordidas que daba en mi blanda piel y la forma tan dura en la que me mantenía en el piso.

—¡Asqueroso enfermo! ¡Sueltame!

Pero estaba tan ocupado evitando que se metiera entre mis piernas, que no me di cuenta cuando agarro una de sus armas y me apunto de frente.

El miedo me paralizó.

—En este lugar mando yo. Mi poder es enorme y si lo deseo, esta noche puedo hacer contigo lo que quiera. Nada me detendrá, nadie lo hará. Solo somos tu y yo en este lugar fabricado para mi, para complacerme, para hacerme feliz. Porque si yo estoy feliz, todo estará bien. Nadie saldrá herido ni lastimado. ¿Me comprendes?

Sus ojos eran dos esferas negras sin brillo. La boca torcida en una sonrisa me torturaron. Sus palabras me daban a entender que no había escapatoria. No era ningún niño para no poder defenderme, este degenerado pagaría por lo que me estaba haciendo.

Le sonreí y deje de defenderme.

—OK, comprendo —traté de sonreír, pero no funcionó.

Se quedó callando inspeccionando mi rostro. Le di un beso en los labios para hacer más creíble mi cambio de actitud, povocando que me asqueara.

—Estoy asustado, solo eso. Comencemos desde el principio —volví a mentir.

De repente, sus ojos brillaron en felicidad. Se quitó encima de mi, sin soltar el arma, y me ayudó a levantarme. Me jalo hacia la celda y temeroso, decidí no hacer algo estúpido hasta poder quitarle el arma o salir corriendo.

Me senté en la cama y lo vi cerrar con llave el cerrojo. El llavero lo depositó en el lavabo de la celda.

—Ahora cooperarás y saldrás de aquí con la mejor cogida que nadie te dará. ¿No eres virgen verdad? Detesto cuando son vírgenes.

—No, no lo soy.

—Perfecto, entonces volteate. Quiero lamer ese culo que tienes.

Por mi mente pasaron docenas de planes y en cada uno me veía tirado en el piso, ya sea violado o muerto. Debía ser listo.

—Quiero chupartela ¿no prefieres verme de rodillas? —de nuevo intentaba no verme estúpido mintiendo. Rogué por qué me creyera.

Una sonrisa ladina apareció en su vomitiva boca.

—Por supuesto que quiero verte ahogando con mi verga. Ven cariño, te daré lo que deseas.

El corazón me latía acelerado, tan fuerte que creía lo escucharía. Me agache frente a él y con cuidado le quite el cinturón y bajé sus pantalones para sacar su aberrante hombría.

La tome entre mis manos y le di masajes antes de meterla en mi boca. Reprimi las ganas de vomitar y comencé a chuparla con buen ritmo hasta que lo escuché jadear.

—Abre bien esa boca que tienes y ahogate con mi verga, ¿a que sabe? A gloria ¿verdad? Te sabe a lo más delicioso que has probado.

El asco comenzó a darme arcadas. Sus palabras taladraban en mi espíritu, quebrandolo. Estuve a nada de gritar.

—Te vas a tragar todo mi jugo y lo vas a saborear. Te voy a llenar ese culo de mi leche hasta que lo saques por las orejas. Me voy a venir tan fuerte en tu boca que te volverás loco de placer... ¡¡¡¡AHHHHHHHHHHHHH!!!!

Mordi lo más fuerte que pude hasta que sentí la sangre salada escurriendo de mis labios.

Me llevé un ligero, pero acertado puñetazo en la cara que me hizo soltarlo. La mordida había sido suficiente para que el arma de su mano resbalara hasta el suelo. Me apresure a tomarla y me levanté y le apunté .
Él estaba de rodillas mientras se cubría la entrepierna con ambas manos. Daba gritos ahogados y jadeos de dolor.

Tomé las llaves y abrí la celda. No me detuvo, se quedó en el suelo mirándome con los ojos rojos y la boca con una mueca de dolor.

Me vestí a medias y salí corriendo de ahí.

HERENCIA (VIXX Fanfic Yaoi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora