PARTE TREINTA Y OCHO

86 14 7
                                    

A las 10 de la mañana entré en la habitación de Bin. Esa tarde lo darían de alta del hospital y como no estaría para ayudarlo, decidí venir antes para estar a solas con él.

No compartía cuarto con nadie y eso era muy bueno, ya que la pequeña privacidad era necesaria.

Lo vi dormido boca arriba, con el suero colgando de su brazo izquierdo y la enorme aguja perforando su antebrazo. Su precioso rostro lucia amarillento y lo pálido y agrietado de sus labios me dieron a entender que la desintoxicación estaba llevándose a cabo.

Entré sin hacer ruido y me senté a su lado. Lo observé tranquilo, respirando con calma. Me dieron ganas de besarlo y abrazarlo, su vida ha sido llevada al límite sin razón alguna. Me sentía culpable por su estado, pero quedaba comprender si su rebeldía era provocada o en verdad deseaba autodestruirse.

Se movió un poco, pensé que tal vez por lo que soñaba. Su brazo libre quedó al descubierto, entonces me fijé en las delgadas líneas abultadas y rosadas que sobresalían de sus muñecas. Un recuerdo de su tristeza y cuando tocó fondo. Yo quería ayudarlo, pero terminamos peor. Estaba descubriendo que yo provoco mayor sufrimiento.

—Será buena idea si las batas y las sábanas se juntan en una sola habitación, eso de estar subiendo y bajando pisos para ir por ellas se me hace demasiado. Deben pensar en nuestra... ¡Ay! Lo lamento señor, no sabía que había alguien —un par de rechonchas enfermeras habían entrado haciendo demasiado ruido. Tanto que el pobre Bin despertó sobresaltado —. Venimos a cambiar las sábanas del joven, pero podemos regresar más al rato.

—No, hágalo de una vez. Sudé mucho anoche y están sucias.

Hongbin se levantó con cuidado, agarrándose del tubo de dónde colgaba el suero. Me levanté y me paré a su lado para ayudarlo. Se agarró de mi hombro y me permitió pasarle el brazo alrededor de su pequeña cintura.
Las dos mujeres nos miraron con una enorme sonrisa en el rostro.

—¿Ustedes son famosos verdad? —la más joven preguntó

Hice que ambos les diéramos la espalda y caminamos despacio para alejarnos de su vista, pegandonos al enorme ventanal.

—No, no somos nada de eso —contesté rápido.

Ambas soltaron risitas tímidas, pero no dijeron nada más. Se dedicaron a quitar las cobijas y arrojarlas al carrito que arrastraban.

Bin estaba quieto mirando a través de la ventana. El sol se reflejaba en sus ojos dando el aspecto que lloraría en cualquier momento.

—¿Estás bien?

Asintió con la cabeza.

—Hoy salgo.

—Si, me dijo Hakyeon.

Mi mano se acercó con sigilo para acariciar su nuca, la cual me quitó con un manotazo.

—No hagas eso, no quiero tú lástima.

Me sorprendí.

—Maldición Bin ¿Qué nos pasó? ¿Te das cuenta que esta vez sí te estás volviendo loco? Has comenzado a destruirte sin razón alguna. Odio verte así.

Me sentía ansioso. Su rostro estaba contraído en una mueca de molestia, de hartazgo.

—Sabes qué pasó, tú siempre estás en medio de todo. Eres la razón por lo que todos estamos así. Tus deseos se han visto super puestos en la mira de nosotros. Estamos hechizados por ti y tu maldición nos ha hecho retroceder. Te quisimos complacer en todo, pero no nos dimos cuenta que nos íbamos quitando un pedazo de alma. Yo ya di mi última cuota y te juro que no volveré a lo mismo. Esta vez me deshare de ti y me enfocaré en mi propia felicidad. Ya no voy a esperar a obtenerla de los demás y menos de ti que no sabes lo que es lealtad y honestidad. Mucho menos sabes lo que es el amor.

Se quedó sin aire al final de su última frase. El rojo de sus mejillas se intensificó, dándole más color a su rostro, pero el asco permaneció en la comisura de sus labios.

—No puedes de repente decir eso. Lo que tú y yo hemos vivido juntos no puede ser llamado una mentira. Yo siempre te mostré que mi amor era sincero y tú jamás te preocupaste por mí. Sufrí demasiado cuando preferiste a Mink sobre de mi. No puedes llamar traición a mis sentimientos cuando casi mori por ti, te lo he demostrado de muchas formas y al final no obtuve nada, porque tú tampoco sabes lo que es el amor...

—¡¡YO AMÉ A MINK COMO JAMÁS TE AMARÉ A TI!!

Su gritó trajo tras de sí un silencio ensordecedor. Miré a nuestro alrededor y las dos enfermeras estaban quietas, pegadas en la puerta, mirándonos con los ojos bien abiertos. Temerosas.

—Hemos terminado. Hasta luego —ambas cerraron la puerta casi con un portazo.

Hongbin respiraba con dificultad. Regresé mi atención a él. Sus bonitos ojos me miraban con odio, mientras que mi fuerza interna se esfumó. De la nada me dieron ganas de llorar y no supe si fue por el contenido de su frase o porque siempre lo supe.

—No tienes porque ponerte así. Es más, no tienes porqué gritarme. No es algo que no supiera. Deja de actuar a la defensiva y pongamosle fin a esto —intente volver a acariciar su cabello, esta vez me dejó.

Lo acerqué a mí y lo abracé. Nos quedamos así por un largo minuto, hasta que su varonil voz nos interrumpió.

—Lo siento. Estoy con todos estos sentimientos y no puedo controlarlos. La desintoxicación y este dolor penetrante en mi pecho —se separó de mí para que pudiéramos vernos —. No puedo olvidarlo, está aún muy presente en mis pensamientos. Todas las noches siento sus manos acariciándome, son las horas más difíciles. Intenté arrancar eso de cualquier forma, pero no pude. Ni acostándome con otros ni emborrachandome hasta perder la conciencia. Estoy perdido, estoy tan... odio sentirme así. Odio no poder seguir adelante, odio tener que despertar cada mañana y no saber para qué seguir viviendo, si no encuentro consuelo en nada. Me odio por ser tan débil.

—No tienes porqué pensar así ni porqué disculparte por nada, todo está bien. Te entiendo.

Nos abrazamos y está vez duramos más tiempo así.

De cierta forma, ahora entendía el porque siempre parecía perdido. Como si su cabeza estuviera flotando lejos de su cuerpo. Sus acciones tenían un motivo y jamás lo vi.
Las palabras de Hakyeon me taladraron profundo, siempre supe que tenía razón, aunque una parte de mi lo negaba.

HERENCIA (VIXX Fanfic Yaoi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora