Cepeda
Decir que me estaba volviendo loco era quedarse corto. Hacía casi una semana que no tenía ninguna noticia de ella y la rabia me estaba quemando por dentro; y ese desconocimiento no es que fuera por decisión propia, la verdad. Una noche me dormí con su sonrisa al otro lado de la pantalla y, de repente, al día siguiente, estando aún en la cama y sin terminar de desperezarme, descubro que me ha bloqueado en todas las aplicaciones posibles cuando pretendía mandarle una foto diciendo que las almohadas perdían toda la gracia sin su pelo decorándolas alborotado.
¿Qué había pasado? No lo entendía.
Desesperado, hablé con Amaia. No sabía hasta qué punto le habría contado Aitana sobre nuestra "relación" pero tampoco era plan de ponerse ahora a sopesar consecuencias. De perdidos al río. Y en él ahogado, porque no me dijo absolutamente nada sobre ella. Por lo poco que la conocía y por la torpeza a la hora de esquivar mis preguntas, deduje que su amiga le habría prohibido contarme nada; quedándome como al principio. Pero no me iba a rendir tan fácilmente. Si había tomado una decisión tan drástica, creo que me merecía, como mínimo, una explicación. Y si la explicación no venía a mí, yo iría a por ella.
Miré el reloj y asumí que ya estaría de vuelta en España al recordar una de las muchas conversaciones de madrugada en las que le confesé que su regreso sería mi verdadero regalo de Reyes; por encima del Roscón, que ya es decir. ¿Tan malo había sido, sus Majestades, para que en vez de cumplir con mi petición me trajeran carbón?
No pude evitar suspirar. En parte por la desazón, pero también por los nervios. No es que mi plan fuese una obra maestra pero era lo único que se me había ocurrido si quería dar con ella así que, golpeé la puerta y, tras no escuchar nada al otro lado, me adentré sigiloso en aquel despacho. Faltaban escasos diez minutos para que Armand y su secretario llegasen a su puesto, algo que sabía por su maldita manía de citarme siempre a primera hora, a las nueve en punto de la mañana, y que hizo que más de una vez me quedase dormido en la sala de espera. Lo bueno es que ya me conocía la instancia, por lo que fui directo a por mi objetivo.
Mierda. El ordenador estaba apagado. Una carrera y un master para acabar ideando esta basura de plan —dije para mis adentros mientras me tiraba del pelo intentando agilizar mis pensamientos —. Aunque siempre quedaría la opción analógica... Así que abrí aquellos armarios, intentando hacer el menor ruido posible, y analicé las carpetas en busca de algún papel en el cual figurasen sus datos. Un archivador grisáceo, decorado con una pegatina diagonal que indicaba "Confidencial" llamó rápido mi atención. A bote pronto diría que me estaba saltando unas cuantas leyes en ese momento pero, visto el contenido clasificado de su interior, no era el único que guardaba esqueletos en el armario...
La curiosidad me empujaba a seguir descubriendo trapos sucios en aquellas páginas pero las agujas del reloj no iban a esperar por mí, por lo que guardé todo eso, intentando que quedase tal cual estaba al principio, y me hice con un pequeño dosier cuya portada tenía el logotipo del programa. Quedaban dos minutos para las nueve. Era mi última oportunidad. Pasé textos y fotos hasta que, por fin, apareció su cara entre ellas. Celebrando mi hallazgo, alcancé mi móvil y le hice una fotografía.
Primer objetivo, conseguido.
Recoloqué con prisas todo lo que había estado ojeando y tuve el tiempo justo para ponerme de pie antes de que la puerta se abriese. Armand no pudo disimular la sorpresa en su rostro al verme allí a esas horas y sin cita previa. Normal. Era uno de los últimos sitios en los que pondría un pie por voluntad propia pero, situaciones desesperadas requerían medidas desesperadas.
—A ver si madrugamos más, eh, que ya son y cinco y pensaba que estarías dentro... —farfullé entre risas, acomodándome en uno de los asientos. Como pude, me inventé una historia lo más creíble posible que justificase mi presencia en esas odiadas oficinas y salí de allí rumbo a la segunda parte de mi plan.
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Jamás, en tu vida
FanfictionÉl, un concursante de Operación Triunfo venido a menos. Ella, una concursante de Operación Triunfo venida a más. El destino, o el dinero, decide juntarlos en el mismo tiempo y espacio. ¿Saldrá bien?