Un perdón pendiente

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Luis

—Vale, ensayo terminado —gritó uno de los responsables del equipo, transmitiéndonos la orden que le llegaba por el pinganillo que sobresalía de su oreja izquierda—. Las chicas a peluquería y los chicos a vestuario, por favor, y rápido que vamos justos de tiempo. —El grupo se empezó a dividir siguiendo la pauta marcada pero, antes de que pudiera acceder al pasillo por el que ya avanzaban mis compañeros, añadió algo más—: tú no, Cepeda; a ti te esperan en la sala de entrada, tienes visita.

Y es que si en todos los conciertos me ponía nervioso, en este más todavía. Objetivamente era lo mismo de siempre, subirme al escenario y cantar una canción, pero viéndolo desde el lado subjetivo... lo de hoy era uno de los mayores retos a los que nunca me había tenido que enfrentar. Sí, cantaría mi canción, pero sería la primera vez en que lo que retumbase en los altavoces fuese mi primer single oficial, "Imperfecto". Estaba enormemente agradecido por la gran acogida que había tenido desde que salió, hace ya más de una semana, por eso quería que el directo estuviese a la altura de lo que la gente pudiese llegar a esperar de mí. Y, sobre todo, a la altura de las cuatro personas que aparecieron en mi campo visual nada más salir del ascensor.

—¡Ay, hijo, qué guapo estás!—exclamó la mayor de las dos mujeres achuchándome en uno de esos abrazos de madre que te estrujan hasta las tripas—. Pero estás más delgado, ¿estás comiendo bien? Tienes muchas ojeras...—añadió separándose un poco para hacerme un escáner completo. No fallaba. Aunque nos viésemos una vez al año, o menos, esa pregunta caía siempre.

A su lado, mi padre esperaba su turno en segundo plano. Nunca había sido demasiado afectuoso y una palmada en el hombro fue su forma de saludarme.

—Voy a ir cogiendo sitio que luego es más complicado —se excusó antes de salir hacia una de las puertas laterales.

Mi hermana forzó una media sonrisa, que en mi mente podía escuchar con su voz como un "ya sabes cómo es", y también se aproximó a abrazarme.

—¿Tú no estabas en Londres?—pregunté sin soltarla.

—¿Y perderme el primer concierto de mi hermano en casa? Vas listo...

—Bueno, no es mi concierto, es de todos. Yo soy uno más —dije encogiéndome de hombros.

—Pero es la primera vez que cantas en Ourense, así que no me lo podía perder.

—Ni yo tampoco —añadió el hombre que estaba a su derecha mientras me tendía la mano.

—Javi, no tenías por qué—agradecí.

Su presencia fue la que más me sorprendió de todas. La verdad es que mi hermana y yo no hablábamos mucho y con Javi la comunicación se había vuelto monotemática de un tiempo a esta parte. No sabía si habían cambiado las cosas entre ellos desde que se divorciaron hace casi dos años y ella se mudó a Londres en busca de nuevos aires pero, tener a Garcés cerca —o dentro— de mi familia me daba seguridad. Y más con la que tenía encima.

—¿Qué tal todo? ¿Todo bien? —preguntó mi madre escarbando en mis ojos una respuesta sin intención de prestar atención a lo que pudiese salir por mi boca.

—Sí, sí. Luego os veo que ya tengo que volver. Gracias por venir —me despedí con prisa de vuelta al camerino.



[*]

—Ay, Luis, ¿estás seguro? —preguntó Aitana por millonésima vez en los últimos diez minutos—. Igual les parece mal y es mejor que me quede en el hotel...

Jamás, en tu vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora