Pasado, presente y ¿futuro?

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Aitana

Intenté enroscar mechones de mi cabello entre mis dedos pero se me escapaban antes de poder terminar una vuelta completa. Hacía muchos años que no lo tenía cortado a la altura de los hombros y, aunque me veía muy extraña, no me disgustaba del todo. El cambio había sido radical, de eso también daba fe el tinte rosa que salpicaba algunas puntas y que tendría que rebajar en alguna peluquería decente más pronto que tarde, pero no me arrepentía. No recordaba dónde me lo había hecho, sería otra de las muchas lagunas que poblaban mi memoria, pero lo asumí como un acto de mi más profundo subconsciente saliendo a la luz, rompiendo barreras internas y desterrando vergüenzas. 

—¡Estás tremenda! —dijo una voz a mis espaldas que me sobresaltó aún más cuando una mano impactó contra mi trasero.

—¡Ay, Livi, por Dios! Que casi me da un infarto... —repliqué comprobando como las palpitaciones en mi pecho se sucedían a un ritmo descontrolado.

—Tendrías que haber visto la cara de susto que has puesto —se regodeó jocosa —. ¿No te acuerdas de nada de ayer, verdad? —añadió al ver que seguía perdida en mi reflejo.

Negué con la cabeza, debatiéndome entre el orgullo y la preocupación.

—Ven, anda, que te invito a desayunar. No hay nada que un café y un croissant XXL no arreglen.

Y así pasamos casi una hora, con su voz rellenando los huecos borrosos de mi noche anterior. Resulta que había salido corriendo del pub después del encontronazo con Carlos y había ido a parar a un estudio de tatuajes que a esas horas aún seguía abierto. La tinta que decoraba la piel escasos centímetros por debajo de mi codo era el resultado de ello. Era un dibujo sencillo, esquemático incluso, pero con un profundo significado para mí. Una realidad dividida en dos momentos diferentes; dos pájaros que representaban el cambio que estaba viviendo. El primero, a la izquierda, mi yo del pasado, tranquilo y cauteloso, que esperaba a que todo pasase ante sus ojos sin ser parte activa de ello. Por contra, el segundo, sería mi intención a partir de ahora. Echar a volar, cogiendo las riendas de mi vida para dictar mi propia ruta de vuelo, descubriendo mi futuro a través de mis alas. Habría caídas, estaba convencida, pero creo que las vistas valdrían la pena. Del tatuaje tampoco había sido plenamente consciente en su momento ni se podría catalogar como una obra de arte, pero me agradaba el resultado. Era yo.

—Pero ¿y el pelo? —la interrumpí intentando poner en orden mi rompecabezas.

—Eso es obra de una de las mejores estilistas del mundo, se llama Livi Johnson, no sé si la conoces... —respondió entre risas ante mi cara de sorpresa —.

—¡No te creo!

—Pues créetelo porque tengo guardada una servilleta que te empeñaste en firmar con tu nombre a modo de consentimiento —siguió riendo —. Verás, al no verte durante un buen rato en el pub, te llamé y fui a buscarte en cuanto llegó la hora de cerrar. Ya llevabas la mitad del tatuaje y no había mucho que yo pudiese hacer para evitarlo; además, se te veía bastante convencida. Planeabas volver a tu casa después pero me daba miedo que fueras sola, así que le mandamos un mensaje a tus padres y te traje conmigo. Por el camino empezaste a decir que tenías envidia de mi pelo de colores y que querías un cambio de look y, aunque al principio no te hice mucho caso, no te puedes ni imaginar lo pesada que te pusiste, por lo que no tuve otra opción que cumplir con tus deseos. Me quedó algún trasquilón que otro pero no es nada tan grave que un buen profesional no pueda arreglar —remató sonriente, borrando los últimos rastros de preocupación que quedasen en mi ser.

Mi cambio había empezado también en la parte física. Ahora sólo tendría que adaptarme a él.


Jamás, en tu vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora