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-No tienes que irte-.

-Debo hacerlo, ese es el trato-.

-Podemos superarlo-.

-Nadie nos dejará ser feliz Ash, pero, te prometo que volveré y, si aún sientes lo mismo que ahora, estaremos juntos-.

-No es justo...-.

-Piensan que es un juego de niños-.

-Yo te amo-.

- Y yo a ti Ashy-boy-.

-¿Estás seguro de que no hay otra opción?-.

-Así es, mi abuelo y mi padre nos harán la vida imposible si me quedo, sabes..., yo...-, las lágrimas comenzaron a  agolparse en sus ojos a la par que también lo hacían en los ojos del pelinegro quien por inercia tomo la mano del castaño entrelazandola con la suya.

-No tienes que decir nada Gary, sabes..., quién diría que un pobre campesino como yo lograría enamorar a alguien como tú, siempre rodeado de chicas lindas y yo..., te sentía tan lejano, tan inaccesible, mi amigo, mi rival, mi todo; nunca pensé que esos juegos inocentes terminarían en amor, nunca lo imaginé, eras tan inalcanzable y, cuando me salvaste la vida, lo supe, lo mío no era un capricho como piensa mi madre, en verdad siempre te he amado-.

-Ash..., me haces tan feliz; prométeme que seguirás adelante, prométemelo-.

-Te estaré esperando-.

-Pero...-.

-Tu eres la persona con la que quiero pasar mi vida, comprendelo ó, es que acaso ¿Tú quieres hacer tu vida con alguien más?-.

-...-

Gary miró al cielo y de su bolsillo sacó un llavero con la forma de un trébol, a la vez que seguía hablando:-no, no lo haría, toma ésto, este es mi amuleto de la buena suerte, quiero que lo tengas, mi madre me lo dio antes de morir y, en cuanto volvamos a estar juntos puedes devolvérmelo si no quieres aceptarlo como tuyo-.

-¿Estás seguro?-.

-Por supuesto, a ti te confiaría hasta mi vida-.

-Entonces..., ten, toma mi gorra, tú también puedes devolvermela cuando nos volvamos a ver-.

-¿Es una promesa?-.

-¡Es una promesa!-.

Después de ese día, Gary Oak se fue de pueblo Paleta con la incertidumbre de lo que le depararía el futuro, así como sueños y esperanzas en la mente; le dolió dejar así como así a aquel chico pelinegro, pero, sabía que ambos cumplirían su promesa, lo sabía en el corazón, dió un último vistazo al pueblo que lo vió nacer y se marchó tal y como lo hacía el otoño, sin ningún anuncio y sin sutileza, se marchó dejando aquella promesa y el corazón adolorido de un jóven que esperaría su reencuentro, así pasara una eternidad para ello, pues ese no sería un adiós, si no un hasta luego...

TrébolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora