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Dejo de sonreír y siento el calor subir a mi rostro en el mejor sentido que pueda existir. La miro con los ojos bien abiertos ¡Me dijo que si!

— Prometelo. — Le pido.

Tarda un momento en contestar. Creo que es porque está agotada.

— Lo prometo.

Le sonrío nuevamente y luego quiero besarla pero comienza a toser. Supongo que nuestro beso tendrá que esperar a que se sienta mejor.

— Tranquila mi amor, te llevaré con un médico. Estarás bien. — Le hablo con dulzura.

Saco mi juego de llaves y rápidamente libero su pie tirando a un lado las cadenas y frotando la marca que dejaron las cadenas en su tobillo. La levanto en mis brazos. Ella se queja de dolor. Mierda, no pesa nada.

Subimos las escaleras y salimos del sótano. La luz de que casi amaneció, aturde la vista de Ivanna porque oculta su rostro en mi cuello. Quisiera que se quedara apoyada en mi cuello siempre.

— ¡Abel! — Grito.

Abel llega casi corriendo con cara de susto. Reprimo una sonrisa al ver que larga un suspiro de alivio. Esta todo bien.

— Necesito que saques la camioneta y nos lleves a la clínica.

— Hum, si señor ¿Llamo al doctor Espinola? — Pregunta con voz aturdida.

Si que se quedó preocupado.

— No. Lo llamo yo. Solo avísame cuando tengas la camioneta afuera.

Abel se va casi trotando. Es hora de cobrarme el favor que me debe el doctor Espinola por ayudar a su hija.

— Estarás bien mi vida. No te preocupes. Yo cuidaré de ti. — Le hablo para que no se quede dormida.

No me responde ni se mueve. Abro la puerta de la casa, como puedo. Ella se estremece por el viento y yo la rodeo con mis brazos con más fuerzas. Abel toca bocina dos veces avisandome que ya esta afuera, esperando.

Voy hasta camioneta que ya tiene abierta la puerta del asiento trasero. Intento poner de pie a Ivanna que tiene la vista hacia el suelo. Quiero saber si puedo caminar. Cuando la suelto, ella pierde el equilibrio y cae nuevamente a mis brazos ¡Mierda! La subo a el asiento trasero y ella se queda acostada. Su rostro perdió el color completamente.

— Ya vuelvo cariño. Voy a traer tu abrigo. — Le aviso antes de salir disparado hacia la puerta.

Bajo rápidamente las escaleras hacia el sótano. Agarro su bolso, su abrigo y subo corriendo. Antes de salir sacudo su abrigo que larga un poco de polvo. Cuando llego a el auto, casi sin aliento veo que Ivanna se puso en posición fetal. Subo a su lado y cierro la puerta.

— Ven aquí. — Le digo mientras intento levantarla para ponerle el abrigo.

Lanza un quejido encima de mí. Abel pone la calefacción y yo saco mi celular. Marco el número de Eduardo y lo llamo. Atiende a el segundo tono.

— Eduardo. Soy Julián. Necesito que atiendas a mi prometida. Esta muy enferma, pagare lo que sea.

— ¡Julián! ¡Si, claro lo que necesites!... No sabía que tenías una prometida ¿Qué es lo que le pasa?

— No sé, parece como si le hubiera agarrado un virus. Tiene fiebre, está como deshidratada y para empeorar todo tiene asma.

— Okey Okey... Tienes que traerla de inmediato, te daré una habitación para ella sola, pero tienes que entrar por la parte de atrás para evitar el papeleo.

— ¿Entonces entramos por la parte de atrás?

— Si Julián. Te estaré esperando con un camillero.

— Sin que nadie nos vea, de acuerdo te veo en 10 minutos... Adiós.

— Adiós.

Corto y centro mi atención en Ivanna. La acaricio, la abrazo y busco alguna reacción a mi afecto pero no reacciona y me preocupa. Parece despierta pero ¿Estará como en una especie de shock? Abel conduce lo más rápido que puede. Sin saber que hacer acerco mi boca a su oido.

— Me quedaré contigo... sólo contigo.

Ella cierra los ojos totalmente. Me le quedo mirando.

— ¿Ivanna?

No me responde ni se mueve. Ni siquiera puedo distinguir que si esta respirando.

— ¡MIERDA! — Grito.

— ¡¿Qué pasa?! — Se asusta Abel.

— ¡Ivanna se desmayó o creo que dejó de respirar!

— ¡Carajo!

Maneja de toda velocidad mientras yo sostengo en rostro de Ivanna. Intento pensar que está inconsciente, que no aguantó el cansancio porque si algo llegara a pasarle luego de que aceptará ser mi novia de nuevo, no dudaré en suicidarme.

Abel llega hacia la parte trasera del hospital y yo estoy desesperado. No reaccióna. Por favor Ivanna no te mueras ¡Esto es culpa mía! El doctor Eduardo Espinola está vestido con una bata blanca y un estetoscopio cuelga de su cuello mientras tiene a el lado un joven con traje azul y una camilla preparada. Bajo del auto con cara de desesperación.

— ¡Por favor Eduardo ayudala!

Eduardo se acerca a la camioneta casi corriendo junto con el camillero.

— A un lado Julián. — Me espeta al ver que estorbo.

Agarra a Ivanna por abajo de las piernas y la pasa de la camioneta a la camilla. La llevan adentro mientras Eduardo revisa sus signos vitales. Se la llevan para un pasillo y yo los sigo por detrás junto con Abel. Una enfermera nos detiene a cierto punto.

— Deben esperar aquí, no se preocupen, la estamos atendiendo.

Niego con la cabeza y estoy a punto de tirarla a el piso de un empujón pero Abel me agarra de los hombros.

— ¡Julián, deja de que hagan su trabajo!

Intento calmarme pero no puedo. Quiero ir con ella. Abel me lleva a los empujones a que me siente en la sala de espera mientras el saca su teléfono y marca un número. Seguro está llamando a Martín. Se para en frente de mí, cuidando de que no salga corriendo a buscarla. Me agarro la cabeza y me pregunto por que tuvimos que llegar a esto.

Volver a verla. [2] (BILOGIA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora