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Salgo del hospital caminando despacio. Martín me tiene agarrado del codo y me lleva hasta su auto. Estoy como en piloto automático. Sólo respiro y existo. Ya no siento nada. Me subo al auto y me pongo mi capucha negra. Mi mejor amigo me lleva hasta mi casa, sin emitir una sola palabra. Cuando llegamos se voltea hacia mí.

— Vamos, te voy a hacer algo de comer.

Bajo del auto, en silencio. Todo está tal cual lo dejé. Sólo que ella ya no está por ninguna parte. Entramos a la casa y veo que en mi alfombra blanca hay una leve mancha oscura. Piso la mancha y luego miro a Martín.

— ¿Es mi sangre?

Mi mejor amigo se acerca a mí y me saca la capucha negra de un tirón.

— Si.

Se para a unos dos metros de mí y luego mira hacia el suelo.

— Y aquí estaba la sangre de Liliana que por suerte pude limpiarla... Le pegaste un tiro en el hombro y la muy desgraciada se arrastró hasta tí para estar a tu lado.

Junto las cejas y reprimo una mueca de asco. No estoy seguro si quería saber eso y la verdad no se para que me lo cuenta. Él levanta las cejas esperando que pregunte que pasó con Liliana, si murió o está apresada, pero la verdad es que ya no quiero saber nada de nada.

— Me voy a dar una ducha. — Le anuncio.

Martín asiente mientras se va hacia la cocina. Subo las escaleras despacio y me encierro en el baño. Me quito la ropa sin mirarme al espejo, ignorando lo mal que me veo y luego me meto a la ducha. El agua caliente sobre mi cuerpo se siente doloroso y al mismo tiempo glorioso. Si hago movimientos bruscos, aún me duele la cabeza.

Me lavo el cuero cabelludo despacio. Me duele mucho... carajo... duele. Poco a poco me voy arrodillando en la bañera. No puedo seguir con esto. Tengo el alma destrozada. Mientras el agua caliente cae sobre mi espalda, las lágrimas comienzan a correr por mi rostro. Ella me dejó morir. No le importó que estaba inconsciente en la cama de un hospital... Escapó en la primera oportunidad que tuvo.

Levanto la cabeza hacia el agua y me pregunto que hacer. Comienzo a respirar hondo. Justo en donde estoy arrodillado, la estaba besando hace tan sólo días. Maldita sea la hora en la que Ivanna nació. Si una bala no pudo acabar conmigo, ella si lo logrará. Estaré muerto, en un cajón bajo dos metros de tierra... Pero no me iré, sin antes arrastrarla conmigo.

Esto ya no se trata de volver a conquistarla. Ya no se trata de convencerla de que este a mi lado. Ya no se trata de que me ame. Eso no pasara jamás. Ya no. Es tiempo de aceptar que ya nunca me querrá. Esto, de ahora en adelante, se trata de una venganza.

— Me las pagaras. — Suelto en voz alta.

Me levanto de la bañera despacio, termino de bañarme y luego salgo del baño con un toalla rodeando mi cintura. Entro a mi habitación y veo una bolsa de papel sobre la cama. Afuera está escrito Julián. Miro dentro y veo el sobre lleno de dinero. Seguro es el pago del Doctor Espinola. Tiro el sobre a el piso y luego busco ropa interior para ponerme. Cuando por fin encuentro unos boxers y una remera, me acuesto.

Martín entra con una bandeja. Me cocino pollo con ensalada. Apenas puedo comer. No tengo apetito y no logro comer mucho más. Mi mejor amigo se lleva la bandeja y luego vuelve a subir a la habitación.

— Me voy a la sucursal... El médico dijo que tenías que hacer reposo absoluto por lo menos por hoy. 

Asiento. Se hace un silencio.

— ¿Necesitas algo más?

Niego con la cabeza.

— Okey amigo. Ya sabes donde encontrarme.

— Si. Gracias... 

Se va sin decirme más nada y me quedo completamente sólo. Sólo con mi maldita compañía.

                               ~•~

Salgo del trabajo y me meto en mi camioneta. Inspiro hondo y luego dejo salir el aire. La sucursal no para de crecer, estoy tapado de trabajo y me parece que tendré que contratar una secretaria al igual que Martín. No tengo ganas de ponerme a hacer entrevistas. Todo aquí es muy difícil sin Abel. Martín lo llamó varias veces pero no quiere volver sin hablar conmigo.

En cuanto a mí, sólo me dedico a planear como mierda volver a ver a Ivanna. Fue difícil, pero ayer pude contactarme con dos "matones" para que trabajarán para mí. Ya fui a su trabajo y no la encontré, fui a la universidad y tampoco pude ubicarla. Simplemente se la tragó la tierra. Estoy a punto de encender mi auto, cuando Martín sale del edificio y viene hacia donde estoy. Se sube a mi lado y simplemente me mira.

— Estoy muy contento porque nuestra empresa no para de crecer pero ¿Sabes que? No entiendo porque no puedo compartirlo con mi socio y mejor amigo.

Reprimo las ganas de poner los ojos en blanco. Lo miro y simplemente me encojo de hombros.

— Me sorprende que aún no hayas intentando suicidarte. — Me suelta de golpe como si se lo hubiese estado guardando.

Lo miro ladeando la cabeza y luego lentamente le regalo una media sonrisa que seguro no me llega a los ojos. Martín aparta la mirada, incómodo.

— Cada vez que usas esas expresiones ¡Carajo hermano!... me das miedo.

Se me borra la sonrisa. No me gustan sus palabras.

— Ya no te reconozco Julián.

— Lo sé... — Le contesto sin mirarlo.

— Dime que estás planeando... Te ayudaré.

Lanzo un suspiro. Al final de todo, Martin es el único que me entiende y no pude evitar notar que su sonrisa pícara y su diversión constante desapareció desde que yo comencé con todo esto. Jodí a mi amigo, en pocas palabras.

— Martín... Si ahora mismo estoy actuando como un zombie es sólo para no despertar al asesino que llevo dentro.

— Dios santo... — Me susurra poniendo los ojos en blanco.

— Y esto ya no se trata de hacerla volver a mi lado...

Me mira de golpe.

— ¿Ya no la quieres? ¿Acaso la quieres asesinar? — Pregunta rápidamente con una mirada nerviosa.

Niego con la cabeza lanzando una sonrisa triste.

— La amo más de lo que me permite el cuerpo... pero no puedo dejar pasar esto. Tengo mucha sed de venganza. No te preocupes. No quiero matarla. Sólo quiero que se sienta tan mal por abandonarme que la culpa no la deje comer ni dormir.

Martín asiente y veo lanza un suspiro de alivio. Pensó que le diría de matar a Ivanna. Pasó por mi cabeza por supuesto, pero si algo tengo en claro es que su muerte solo podría terminar en la mía también.

— Te entiendo. Dime que tenemos que hacer.

Volver a verla. [2] (BILOGIA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora