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Subimos las escaleras corriendo. Cuando llegamos al segundo piso, siento que tengo mi corazón en las manos. Todo pasa muy rápido. Antes de que me de cuenta, estoy apoyado en la pared que está en frente de la puerta número 23.

Abro los ojos como platos al ver que Martín se tropieza y casi se da la cabeza contra la puerta. Gastón y Abel lo ayudan a mantener el equilibrio y lo empujan a mi lado. Miro a Martín y veo a través de la máscara su mirada de susto. Esta nervioso, asustado y yo también. Esto no es lo nuestro. Jamás habíamos secuestrado a nadie.

Gastón saca rápidamente las llaves del departamento. Siento mi respiración agitada. Intenta abrir la puerta pero la llave no funciona.

— Intenta del otro lado. — Le dice Abel.

Puedo ver las manos temblando de Gastón. La llave no funciona de ningún lado.

— Cambiaron la cerradura. — Anuncia Gastón. — Esta llave no sirve.

Nos quedamos unos segundos, en silencio, mirándonos como idiotas.

— ¿Y ahora qué verga hac...?

Martín no puede terminar de hablar porque voy rápidamente y le pego una patada con fuerza a la puerta. Los 3 saltan hacia atrás, desconcertados. Pego una segunda patada. La puerta se mueve. DE AQUÍ NO ME VOY SIN IVANNA. Pego una tercera patada y entonces la puerta se abre. Abro la puerta despacio y está chilla. Esta todo muy tranquilo. Las patadas debieron despertarlas ¿Por qué está todo tan tranquilo?

— Preparen el cloroformo. — Les susurro a mis amigos.

Entro al departamento con mi 9 mm colgando de una mano. Miro la mesa, donde estaba durmiendo Ivanna la primera vez que vine aquí, que ahora esta vacía. Que cambien la cerradura sólo me dice una sola cosa. Ivanna se dió cuenta de que estuve aquí. Gastón y Martín comienzan a buscar en el living y la cocina. Abel se fija en el baño. Agarro el arma de Martín.

— Ve a ver si están en la habitación.

Abel entra a la habitación, abriendo de golpe la puerta. No se escuchan gritos ni sollozos de ninguna de las dos. Eso sólo significa que la habitación está vacía. Se me cae el alma a los pies. Estoy tan triste y decepcionado.

Camino en dirección a la habitación. Me quedo parado en el umbral, simplemente mirando. Las dos camas de una plaza, están destendidas. Abel está revolviendo el placard. Se sobresalta al verme parado en la puerta. Pasa su peso de un pie a otro y luego mira las armas. Debo dar miedo, con una 9 mm colgada de cada mano y lo peor de todo es que todos piensan que soy capaz de cualquier cosa.

— Nada. No están ninguna de las dos.

No están. Ni Julieta... Ni Ivanna... mierda, seguro escucharon la camioneta frenar. Asiento despacio, aceptando que tal vez no la encuentre y preguntándome cuando la voy a volver a ver. Le hago un gesto con la cabeza a Abel para que salga de la habitación. Este sale a paso apresurado, dejándome sólo.

Siento las lágrimas rondar en mis ojos. No quiero llorar. No llores maldito cobarde ¡¿Eres una nenita o que?! Comienzo a caminar a lo largo de la habitación intentando controlar mis emociones.

Me quedo parado en frente de las dos camas ¿Cuál es la de Ivanna? Mierda. Ojala lo supiera. Miro una y luego la otra. No importa cuanto las mire... No se en cuál de las dos duerme ella. Me siento en la cama que está a la derecha y al sentir calor en las sábanas, largo un suspiro.

Alguien estuvo acostado aquí hace poco. Puede que sea Ivanna... O Julieta. Veo que hay una foto en la mesa de luz, que esta entre medio de las camas. Apoyo una de las pistolas y agarro el portaretratos. Miro detenidamente la foto. Es Ivanna junto a Julieta... un gran bolso negro cuelga de su brazo y ambas están sonrientes en la terminar de La Plata. Seguro esto fue cuando llegaron.

Miro su sonrisa y se me cae el alma a los pies al pensar lo feliz que puede estar sin mí. Yo no puedo sonreír así. No pude desde que se fue. Yo me estoy muriendo sin ella. Tengo que llevarme esta foto. Comienzo a desarmar, despacio el portaretratos hasta que saco la foto. La doblo y la corto a la mitad. Meto la foto de Ivanna en el bolsillo de mi jean y la parte en donde sólo está Julieta, la dejo boca abajo en la mesa de luz. No sé que pensarán cuando encuentren esto. Alguien entra de golpe a la habitación.

— Tenemos que irnos. La policía no tardará en llegar. — Me suelta Gaston. — Las chicas seguramente están refugiadas en algún departamento porque Abel asegura que no salieron a ningun lado. No tenemos tiempo para buscarlas.

Mierda. Llamaron a la puta policía. Me levanto y salgo a paso acelerado de la habitación. Nos reunimos en el living. No me quiero ir sin Ivanna.

— ¿Queda algo de tiempo? — Pregunto en voz baja.

Martín niega con la cabeza frenéticamente.

— ¡El imbécil de Abel tiene la culpa, hizo mucho ruido con la camioneta y seguro se despertaron! — Suelta Gastón casi gritando.

— ¡Si salieron a la calle no deben estar lejos, las buscaremos en el camino! —Se defiende Abel. 

— ¡Eres un maldito estúpido! — Le suelta Martín.

Camino hacia la entrada del departamento. Sólo estamos empeorando todo.

— Ya basta. No ganamos nada discutiendo. Tenemos que irnos. — Anuncio antes de darles la espalda. — Que el último cierre la puta puerta.

Antes de llegar a las escaleras, siento que me están siguiendo a paso acelerado. Por suerte dejaron de pelear. Salimos rápidamente del edificio y puedo sentir el viento helado, entrar por los orificios de mi máscara. Me irrita la vista. Martín, Gastón y Abel corren a los autos.

Yo aún no puedo irme. No así. Me bajo la máscara hasta el puente de la nariz y luego miro en dirección a las ventanas del segundo piso. Veo un poco borroso por la irritación y las lágrimas. Entorno la vista y entonces la veo. Unos ojos negros, asustados me observan desde la ventana. Mi pecho comienza a subir y bajar frenéticamente... Ivanna... Ivanna.

Desaparece de golpe y entonces sólo hay oscuridad en la ventana. Por un segundo pienso que lo imaginé. Corro rápidamente al auto, antes de que la policía nos atrape.

Volver a verla. [2] (BILOGIA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora