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Caigo desplomado en la cama, sin aire. Ivanna se queda inmóvil, dándome la espalda y haciéndose un ovillo. Mi corazón quiere salir disparado de mi pecho y siento alivio tanto físico como mental. Poco a poco mi agitación se va calmando. Creo que perdí un poco el control y recién me doy cuenta.

— Eso es todo lo que acumule estos meses sin tí... — Le digo en modo de explicación.

No me contesta nada. Sólo se queda ahí, en posición fetal. La miro de golpe ¿Qué le pasa? Apoyo mis manos en su espalda y cintura.

— Ven... abrazame. — Le pido intentando no sonar confundido.

No se mueve ni responde a mis caricias. Sólo está ahí... respirando un poco agitada, con el cabello sobre su rostro y sus brazos contra su pecho y cara. Mierda. Me incorporo para mirarla mejor.

— ¿Ivanna?... ¿Qué tienes?

La agarro de los brazos y se los quito del rostro suavemente. Me encuentro con toda su cara congestionada, llena de lágrimas y los ojos inyectados en sangre. Luce herida y veo miedo en su mirada. Se me cae el alma a los pies. Levanto las cejas, sorprendido.

— Me hiciste daño... — Me suelta con miedo en su voz.

Abro los ojos como platos y la observo de pies a cabeza. Mierda. Tiene el pelo enmarañado, los brazos, las piernas y la piel de sus glúteos con arañazos y las marcas de mis dedos. Arruiné su hermosa piel con mi asquerosa locura.

— Yo... — Comienzo a balbucear pero no hay perdón que valga.

¡Carajo! Soy una maldita mierda. No merezco estar cerca de Ivanna. Le hice lo peor que se le puede hacer a una mujer.

— ¡Mierda! — Grito de golpe.

Me levanto de la cama con ganas de matarme a mi mismo. Me pongo los boxers, el pantalón deportivo y calzados. Tomo el preservativo usado y lo hago un nudo. Ivanna sigue ahí, inmóvil.

— ¡Imbécil, maldito imbécil!

Hago lo primero que se me viene a la cabeza. Me voy de la habitación y voy directamente a el baño. Tiro el condón usado a la basura, comienzo a llenar la bañera de agua caliente, traigo algodón y crema. Es todo lo que se me ocurre. Quiero que sepa que estoy arrepentido. Tengo ganas de darme contra la pared. Arruine todo. Soy un maldito idiota.

Cuando la bañera está llena, voy a buscarla. La encuentro aún en la cama, sólo que ahora está tapada con una sábana blanca. Creo que soy la última persona que quiere cerca pero no puedo simplemente dejarla ahí. Camino hasta quedarme en frente de ella y luego me pongo en cuclillas. Poso mis manos suavemente sobre las de ella y su cuerpo se tensa.

— Perdóname... lo siento... lo siento tanto.

No me contesta ni se mueve.

— Déjame verte. — Le pido intentando mover sus manos de su rostro.

Ella deja caer sus manos. Continúa llorando y tiene la nariz roja. No puedo creer lo que le hice. Incluso así... me parece hermosa.

— Mírame. — Le pido.

Cuando sus ojos me devuelven la mirada, veo miedo y rechazo en ellos.

— No quise hacerte daño... te lo juro por Dios. Es que, la puta abstinencia... No era por el sexo. Tenía abstinencia de tí... que cuando por fin te tuve en mis brazos, me descontrolé... por favor créeme.

No me contesta. No quiere dirigirme la palabra y bien merecido me lo tengo. Sin decir mas nada, le quito la sabana que la cubre, dejándola desnuda. Ella me mira confundida. Paso mi brazo por debajo de sus piernas y la agarro de la espalda para levantarla en mis brazos. Ivanna se queja cuando la muevo y luego se aferra a mi cuello para no caerse.

La llevo hasta el baño y la dejo en la bañera llena de agua caliente. Por las expresiones de su rostro me doy cuenta que le duele. Mientras me observa de reojo, se deja caer, hasta que el agua le llega a los hombros.

— ¿Podrías déjame sola? — Me pide.

Niego con la cabeza. Se que debería alejarme de ella, es lo que me merezco pero yo simplemente no puedo.

— Lo siento...

Agarro la crema y con un algodón empapado en crema, le agarro el brazo con suavidad y comienzo a pasarle crema en donde tiene enrojecido. Le paso también por los hombros y las piernas. Ella simplemente no opone resistencia mientras nos mantenemos callados. Creo que ya es tiempo de que salga.

— Vuelvo enseguida. — Le aviso antes de irme a buscar unas toallas.

Saco toallas blancas del placard. Cuando entro a el baño me encuentro un poco perplejo, a Ivanna sumergida en la bañera. Cuando abre los ojos, sale hacia la superficie y sólo me mira.

— ¿Qué haces?

— Intento relajarme. — Me contesta con un tono de voz que no puedo adivinar.

Lanzo un suspiro. Ella cree que no puedo darme cuenta de lo que hace. Intenta alejarse de mí de todas las formas posibles que existen.

— Ven, te ayudaré a levantarte. — Le digo en un susurro.

La ayudo a levantarse, la envuelvo con una toalla blanca y sale de la bañera. La llevo a la habitación donde le seco pacientemente el cuerpo. No importa lo que haga... lo que le hice es irremediable. Saco del placard un conjunto de ropa interior, un remeron negro y un pequeño short negro de lycra. La ayudo a cambiarse. No opone resistencia porque sabe que no le queda otra opción. Cuando termino me pongo detrás de ella en la cama e intento secar su cabello.

— Es demasiado largo... lo siento si tardo. — Le digo mientras lucho con tanto cabello.

Me regala una risita. Me detengo cuando la escucho. Amo su risa y me deprime saber que todo este tiempo sólo le traje tristezas. Ignoro mis pensamientos y sigo secándole el cabello. Mierda, si que le ha crecido. Un poco más y le cubrirá el trasero.

— Está más largo de lo que recuerdo.

Asiente.

— Es que nunca lo corto. No quiero cortarlo, es mi mayor tesoro. — Me explica.

Se ve un poco incómodo pero es una de las tantas características que la hacen una chica única y perfecta.

— Lo sé.

Se da vuelta y me mira confundida.

— ¿Lo sabes? — Pregunta mientras levanta las cejas.

Reprimo una sonrisa.

— Yo sé absolutamente todo sobre de tí Ivanna. ¿Qué creiste? Si hay que acosar, mejor hacerlo bien ¿no?

Volver a verla. [2] (BILOGIA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora