Capítulo IX: Una Rata Arrinconada

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Einan puso rumbo al Sureste, a Riften, para encontrar a Esbern; un antiguo miembro de los Cuchillas que podía saber más datos acerca de los dragones y, por ello, los Thalmor también lo buscaban. Una vez pasó la frontera entre Falkreath y La Grieta, su marcha se vio detenida al encontrarse una choza pequeña en llamas, un rastro de sangre y un diario empapado de ésta. Así que, intrigado sobre qué había sucedido, bajó del caballo y fue a investigar.

—La sangre aún no se ha ennegrecido. Es de hace poco—dijo Einan observando la sangre del suelo. Y tras examinarla, vio unas pisadas que salían de la casa quemada y terminaban a pocos metros de distancia de ésta.

—No hay pisadas, salvo las de quien vivía aquí. Debía de ser un hombre de entre 70 y 75 kilos—dedujo Einan observando la profundidad de las pisadas. Y fue en ese momento cuando se dio cuenta de que eran las únicas que había en toda la zona, por lo que no podía tratarse de un asalto de bandidos.

—La casa está quemada, y no parece haber habido presuntos atacantes por tierra—dejó de investigar—Debe de tratarse de un dragón.

Einan miró al cielo en busca del dragón, pero no lo veía ni lo oía. Por ello se subió a su caballo y siguió avanzando en su busca hasta que finalmente comenzó a oír sus rugidos a lo lejos. Entonces, al hacerlo, se dispuso a seguir aquel estremecedor sonido que recorría la arboleda para dar caza a la sierpe que los emitía y, tras varios minutos a caballo, logró encontrarla; un dragón de escamas pardas oscuras y de ojos color ámbar que sobrevolaba aquella zona en busca de alguna presa o algún sitio en el que anidar.

Los animales del bosque corrían en dirección contraria a Einan, huyendo de ser presas de aquella sierpe escupe-fuego. Ciervos, conejos y aves huían como si un gran mal se avecinara. Aquel ser surcaba los cielos al son de poderosos rugidos, batiendo sus alas y acechando en busca de una presa con la que saciar su hambre voraz. Einan dedujo que debía de haber sido resucitado por aquel gran dragón negro hacía poco y que, tras pasar siglos muerto y sin probar un solo bocado, estaría hambriento y famélico y que por eso atacaría la choza de aquel ermitaño del cual no quedó nada más que su sangre esparcida por el suelo. Fue entonces que, para hacer una llamada a la batalla, el joven Sangre de Dragón lanzó un poderoso grito de poder apuntando hacia el cielo, sabiendo ya que el dragón, como orgulloso que era al igual que el resto de su especie, aceptaría el desafío sin dudarlo.

 Fue entonces que, para hacer una llamada a la batalla, el joven Sangre de Dragón lanzó un poderoso grito de poder apuntando hacia el cielo, sabiendo ya que el dragón, como orgulloso que era al igual que el resto de su especie, aceptaría el desafí...

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— ¡Fus-Ro-Dah!—gritó, y el dragón respondió a su llamada.

—Hin meyluk. ¿Osas desafiarme, mortal?

Habiendo aceptado el desafío, el dragón comenzó a descender y Einan le azotó en el glúteo a Deon para que se alejara, pues la batalla estaba a punto de comenzar. El dragón desde el cielo disparó una llamarada persiguiéndolo, pero Einan usó de nuevo el poder de su Voz para evitarlas.

— ¡Wuld-Nah-Kest!—se desplazó a gran velocidad y el dragón únicamente pudo ver una estela difuminada desplazándose, por lo que las llamas no le alcanzaron.

The Elder Scrolls: La Leyenda del Sangre de DragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora