Epílogo

432 18 27
                                    


Pasaron varios meses desde de la caída de Alduin. La voz se había corrido por todo Skyrim y por todo Tamriel, pasando Einan ahora a ser conocido por todos como el héroe que los salvó de la muerte de alas negras. Decenas de canciones fueron escritas relatando su hazaña y ahora los dragones estaban bajo el gobierno de Paarthurnax, que los guió por una senda más pacífica y menos destructiva. Muchos de ellos se marcharon de Tamriel a tierras lejanas, otros decidieron permanecer ocultos en las montañas para alejarse de los mortales y desentenderse de sus asuntos, dejando así finalmente de suponer una amenaza.

Pero no todo fueron buenas noticias. Al haber dejado los dragones de ser un problema, la tregua entre el Imperio y los Capas de la Tormenta terminó y la guerra se reanudó. Aunque todo esto ya no era preocupación para Einan, pues ahora sólo estaba concentrado en su boda con Ysolda, que se celebraría el día 20 de Estrella Vespertina, una semana antes del festival de la Vieja Vida y la Vida Nueva; la festividad que se celebra para despedir el año y dar cabida al siguiente. Lo único que le seguía causando preocupación eran los Thalmor, pues aún seguían buscándole y sabía que no descansarían hasta dar con él y eliminarlo del mapa, por lo tanto debía ser muy discreto a la hora de actuar o de lo contrario tanto él como los suyos correrían peligro. Por ello prefería moverse por los territorios sobre los que el Dominio de Aldmer no tenía control, temiendo por ello pisar suelo imperial.

Llegó el día de la boda, y Einan marchó hacia el templo de Mara en Riften. Ysolda había llegado un día antes que él, pues según la tradición el marido no podía ver a la novia hasta el casamiento. Una vez allí se encontró a muchos rostros familiares, incluso sus padres hicieron un largo viaje para presenciar la boda de su hijo. Ralof asistió junto con Gerdur, Hod y Frothar aprovechando que gracias a la tregua pudo estar un tiempo con su familia antes de volver al frente. Delphine y Esbern no fueron siquiera invitados, pues las viejas rencillas de la asamblea aún no se habían sanado y no parecía que fuesen a hacerlo de momento. Además, exponerse de tal modo con los Thalmor al acecho era demasiado riesgo para ellos.

Uno de los invitados que más revuelo causó fue Etienne Rarnis, el cual pese a ser miembro del Gremio de Ladrones no tuvo problemas con la guardia para entrar en el templo, dado que estaba protegido por los Espino Negro y éstos miraban a otro lado al verlo pasar. Además, el ladrón trajo consigo al pequeño Horik, que ya llevaba varios meses trabajando en las cocinas con Vekel el Macho, posadero del Jarro Ajado. Por la parte de Ysolda, muchos comerciantes khajiitas que eran íntimos amigos suyos asistieron, permitiéndoseles la entrada a la ciudad en aquella ocasión especial, algo que rara vez se había visto en las ciudades de Skyrim desde hacía varios años. También vinieron Carlotta Valentia y muchos más amigos suyos de Carrera Blanca, habiendo cerca de 20 personas reunidas en el templo.

Todos eran felices aquel día, tanto invitados como anfitriones. No había ningún tipo de tensión, tan sólo alegría y felicidad. Einan iba vestido con su mejor atuendo, llevando un abrigo de color verde hoja cubierto por un cuello de piel de lobo, unos pantalones de tela color marrón roble y unas botas altas de cuero negras. Era una prenda muy similar a la que usó en su infiltración en la embajada Thalmor, pues esos colores y ese estilo eran lo que más le favorecían estéticamente. Entonces éste, al ver a sus padres allí, no dudó ni un instante en saludarlos y abrazarlos después de casi un año sin verlos.

Delgis, la madre de Einan, era una mujer de entre 54 y 58 años cuya belleza aún seguía conservándose pese a su edad. Sus ojos eran tan azules como los de su hijo, viéndose claramente a quién los había sacado, aunque su cabello no era negro sino más bien castaño oscuro. Como nórdica que era, era una mujer bastante alta, llegando a medir más de un metro setenta y siendo también esbelta. Sus manos, como costurera que era, eran suaves y finas, entrenadas después de tantos años de oficio con el hilo y la aguja. Además de todo esto, en su rostro se podía ver que era una mujer muy viva y activa con mucha energía positiva en su interior. Su padre, Emmund, era prácticamente igual que él. Su cabello era también largo y negro como el azabache, aunque canoso a causa de la edad. Aunque, a pesar de ser ya mayor, aún conservaba un físico fuerte y saludable debido a todos esos años cargando y transportando mercancías en los puertos. Pero esto mismo también fue la causa de sus hernias y dolores de la espalda constantes, mas aun así siempre se le veía sano y con una sonrisa dibujada en el rostro.

The Elder Scrolls: La Leyenda del Sangre de DragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora