10.

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- No seas una gallina, Soo Ah. - se burló Jinyoung por enésima vez desde que habíamos llegado a la tienda que rentaba bicicletas.


Nunca había aprendido a manejar una bicicleta y a mis casi 25 años, no estaba en mi lista de prioridades. En cuanto Jinyoung se enteró de eso, no había dejado de hacerme la vida imposible y quería que, a toda costa, me subiese a una de esas condenadas bicicletas para poder pasear junto a él.


- Puedo caminar detrás de usted. - respondí. - O puedo seguirle en el auto. - Jinyoung negó con la cabeza, entrecerrando ligeramente los ojos.

- ¿Y si me pasa algo? ¿Dirás que no me seguiste de cerca porque te daba miedo subir a una bicicleta?


Él tenía un buen punto. Si algo le pasaba al idol, mi cabeza rodaría.

No tenía opción, él había ganado.


- Bien, rentaré una bicicleta para mí también. - accedí al fin, ante un Jinyoung satisfecho que luchaba por no hacerlo evidente.


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Cuando tuvimos las dichosas bicicletas, nos dirigimos a un parque cercano y comenzó la tortura. Jinyoung sabía manejar una bicicleta a la perfección, lo cual no me sorprendió en absoluto porque ese hombre parecía poder hacer cualquier cosa. El problema era yo, que manejaba yendo de un lado a otro, como un zigzag, y entraba en pánico cuando sentía que me inclinaba mucho hacia uno de los costados.


- Pensé que bromeabas. - dijo el idol, mostrandome un ceño fruncido, como si yo acabase de hacer alguna travesura digna de un castigo. - Eres un desastre, Soo Ah.

- Sí, bueno, yo se lo advertí. - repliqué y, sin animos a seguir siendo disminuida por él, me bajé de la bicicleta. - Ahora, ¿por qué no va a dar un par de vueltas, mientras yo le observo sentada bajo esos árboles?


Jinyoung no respondió, pero bajó de su bicicleta y se acercó a mí a paso decidido. No pude evitar retroceder un poco, cuando lo tuve cerca, acción que pareció causarle gracia.

Me había convertido en su payaso.

Él tomó el timón de mi bicicleta con una de sus manos y con la otra, me señaló y luego, al asiento de la monstruosidad esa.


- No me vuelvo a subir a eso. - Jinyoung solo parpadeó un par de veces, sin mover su mano ni un solo centímetro. - Ya le dije, no me voy a subir.

- Te vas a subir. - me contradijo. - Te enseñaré a manejar una bicicleta porque no soporto que me sigan viendo con una asistente así. - en lugar de gritarle lo primero que se me vino a la mente, tomé un poco de aire y solté un suspiro.


Jinyoung no tenía filtro.


- Si le averguenzo, puede dejarme sentada en una esquina.

- Solo súbete, Soo Ah. - ordenó, exasperado.

- Jinyoung-ssi, de verdad, no quiero hacerlo. - intenté hacerle cambiar de opinión utilizando un tono de voz más bajo, casi tierno, pero no pareció causar efecto en él.

- Todos deberían saber montar una bicicleta y tú no vas a ser la excepción.


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Sesenta minutos, cinco caídas y un par de moretones después, Jinyoung logró hacer que manejara en línea recta. Él lo atribuía a su perfecto método de enseñanza, pero la verdad era que el dolor había sido mi principal motor. Quería conservar mi piel sin cicatrices, así que no me permití continuar cayendo.


- Bueno, ahora puedo decir que he aprendido a manejar una bicicleta. - comenté, intentando que las punzadas que sentía en el cuerpo y en especial en la muñeca derecha, no se hiciesen evidentes en mi tono de voz.

- Ahora no tendrás que seguirme en el auto. - añadió Jinyoung, mientras cerraba los ojos un par de segundos para sentir la brisa en su rostro.


Manejar bicicleta le tranquiliza, anoté mentalmente, por si lo necesitaba en el futuro.

Aunque Jinyoung luchaba por no mostrarlo por completo en su expresión, pude percibir el estado de paz en el que se encontraba y eso me hizo sonreír. Se veía tranquilo, inofensivo, tan distinto al hombre que solo atacaba y estaba a la defensiva. Era como ver a dos personas completamente diferentes, pero igual de cautivantes.


- Iré a devolver las bicicletas para que podamos ir a su ensayo. - anuncié y extendí mi brazo libre para tomar la bicicleta del idol. Pero, tal y como temía por las constantes punzadas, estaba débil por la última caída que había tenido.


Mi rostro se desfiguró por el rayo de dolor que sentí y tuve que agachar la cabeza para recomponerme.

Si algo le había pasado a mi muñeca, sería un gran problema.

- Dijiste que estabas bien. - me reprochó Jinyoung.

- Estoy bien. - el idol rodó los ojos y me mostró su palma para que colocase allí mi muñeca. - Jinyoung-ssi, de verdad, estoy bien. - insistí, sosteniendo mi muñeca contra mi pecho.

- No me mientas. - soltó entre dientes y sin pedir permiso, tomó mi brazo para poder ver mi muñeca. - Odio las mentiras, Soo Ah.


Bastó que me dirigiera la mirada por un par de segundos para que sintiese todo removerse en mi interior. Él odiaba las mentiras y era justamente eso lo que le había hecho cuando dejé que Junmyeon siguiese con lo del noviazgo.

Tenía que arreglar eso.

Jinyoung revisaba mi muñeca con detenimiento, así que me permití fijar mi mirada en su rostro. Tenía el ceño fruncido, como muchas otras veces, pero esa vez no era por molestia, era por preocupación y eso me gustó más de lo que quería. Se sintió bien saber que, aunque se mostrara duro y frío por fuera, en el fondo, se preocupase por las personas a su alrededor.


- Dame las llaves de auto.

- ¿Qué? - pregunté, sin lograr comprender. Jinyoung rodó los ojos.

- Puedo ir solo a la compañía. - explicó, sacudiendo su mano impaciente. - Te llevaré al hospital y luego, iré a mi ensayo.

- Jinyoung-ssi, es mi trabajo acompañarle en todo momento.

- No te estoy preguntando. - soltó, elevando el tono de voz ligeramente. - Puede ser un esguince, Soo Ah, y no voy a dejar que... - Jinyoung guardó silencio y apretó los labios con fuerza, antes de soltar un largo y pesado suspiro. - No lo vuelvas más dificil y dame las llaves.


Algo cambió en sus ojos, la frialdad de estos pareció comenzar a descongelarse y a mostrar un pequeño rayito de interés. Fue por eso que terminé sacando las llaves de mi bolso para poder entregárselas.

Jinyoung era un misterio para mí, un misterio que cada vez me interesaba más.

Indeleble | Park JinyoungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora