5, El cuarto del muerto

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Pasé mucho tiempo jugando con los cachorros y buscándoles un nombre al resto.

Cuando que me di cuenta que comenzaba a oscurecer me apresuré a regresar al frente.

Mamá y Jazmín aún platicaban.

Olga se balanceaba en su mecedora con la mirada perdida y sumida en sus pensamientos. Parecía que deseaba estar en cualquier otro lugar menos ahí, justo como yo.

Los movimientos de mis tías eran secos y apagados.

Jazmín sonreía a veces, pero la felicidad no alcanzaba a tocarle la mirada.

De pronto me di cuenta del aire de muerte y desolación que se podía sentir en el ambiente.

Me quedé parada e inmóvil mientras lanzaba miradas rápidas a mamá. Esperaba que captara mis gestos discretos como señal de que ya deseaba irme.

—Hija, ¿estás cansada por el viaje? —me preguntó.

Demasiado. ¡Larguémonos!

—Sí, un poco —me tallé los ojos para agregarle más dramatismo a mi actuación.

—Les prepararemos un par de cuartos —Jazmín habló enseguida.

Rápidamente me volví hacia Cecilia con los ojos bien abiertos y llenos de alarma.

—Muchas gracias, pero no queremos incomodarlas. Iremos a un hotel del pueblo —mamá se negó con voz dulce y poniéndose en pie.

—¡Cecilia, no digas tonterías! Los hoteles del pueblo son horribles —exclamó Olga—. Jazmín, ve a encender las velas —le ordenó a su hermana, quien enseguida se levantó para obedecer.

La actitud autoritaria que poseía mi tía no fue una ventaja para mí, pues no estaba dispuesta a dejarnos escapar.

—No, no. Enserio... —mamá insistió.

—Te aseguro que tenemos más comodidades que un hotel —la interrumpió Olga—. Si se van lo tomaré como una grosería.

La mujer de cabello oscuro comenzó a caminar a pasos lentos hacia la casita. Arrastraba los pies y sus movimientos parecían pesados, casi pude jurar que escuché como le tornaron las rodillas.

Le dediqué una cara llena de fastidio a Cecilia, quien solo se encogió de hombros. Supe que ella tampoco deseaba quedarse, pero no quería causar discusiones.

¿Qué tan malo sería decir que íbamos por las maletas y no regresar? Dudaba que a mamá le gustara mi idea.

—Síguelas. Yo iré por nuestras cosas —me empujó con suavidad por el hombro al ver que no me movía.

—No tardes —le susurré apretando los dientes.

Anduve tras Olga con cautela sintiendo como el enojo y la decepción se apoderaban de mí debido a que mamá cedió ante sus peticiones.

La oscuridad creciente en el cielo pintaba todo de un tono azulado que me dificultaba la visión. Eso me hizo imaginar que estábamos en las profundidades del mar, mejor dicho, de un abismo.

Me sorprendió ver llegar a mi vieja tía al corredor de ladrillo sin dificultad, pues yo terminé por tropezar en repetidas ocasiones con rocas y ramas lastimándome las puntas de los pies.

—Con confianza —Olga me dijo mientras abría la pesada puerta principal de madera.

No pude apreciar bien el interior por la falta de iluminación, pero todo parecía apacible y ordenado.

Las paredes estaban pintadas de color crema y el piso tenía azulejos color durazno.

Lo primero con lo que me topé fue una salita compuesta de dos sillones color naranja que hacían un buen conjunto con una mesita de centro de madera.

Por un costado estaba el comedor rectangular de seis sillas, también con la cobertura en barniz oscuro, combinando a la perfección con el estilo rústico.

Muchos cuadros coloridos de paisajes sencillos colgaban por las paredes.

Lo más característico del lugar era que había velas de muchos tamaños y colores llenando cualquier superficie posible. Me agradaba mucho la luz cálida y amarilla que despedía un tenue olor a cera. Al parecer no contaban con luz eléctrica.

Después atravesamos la cocina, la cual era bien amplia y clara.

Continuamos por un pasillo verde y oscuro que daba directo a cuatro puertas, con el mismo estilo que la principal, situadas dos por cada costado.

Como fuente de luz solo había un cirio ancho sobre un taburete que estaba recargado contra la pared final.

Yo nunca le había temido a la oscuridad, pero esa escena en particular me pareció inquietante, y siempre que algo me asustaba era por una buena razón.

Sin embargo, no rondé mucho en el tema. No era mi casa, no tenía porque preocuparme de los fantasmas que esta tuviera.

—Aquí dormirás tú. Tu madre estará en el cuarto de enfrente —Olga me explicó al llegar a la última puerta.

Cuando la abrió lo primero con lo que me topé fue a su hermana, quien ya estaba adentro terminando de encender las velas.

Jazmín enseguida avanzó hacia mí.

Retrocedí rápidamente, pero alcanzó a tomarme de una mano.

Mis nervios se crisparon ante su repentino contacto.

—Esta era la habitación de tu padre —me susurró sonriendo con melancolía.

¡Genial! El cuarto del muerto.

Solo me quedaba rezar por qué Jerry ya estuviera descansando en paz y no optara por venir a jalarme los pies a media noche. Desafortunadamente, la suerte nunca parecía estar de mi lado. 

Deja tu voto 🌟, o la tía Jazmín te visitará en la noche 😫

Cuidado con Las Voces [TERMINADA] Libro #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora