43, La liberación

791 168 29
                                    

          Una ligera descarga atacó mi mente.

Algo había conectado. Algo había descubierto.

Mis piernas flaquearon. No pude reaccionar de otra manera más que cayéndome al suelo.

Entre borrones pude ver a mi padre dar un brinco al escuchar el impacto.

—¡Ámbar! —me llamó preocupado—. ¿Estás bien?

No, no lo estaba.

Las descargas continuaron.

Muchas imágenes pasaban por mi mente comenzando por el accidente en la carretera: Como el tráiler milagrosamente nos había esquivando para después despertar en casa de Olga y Jazmín, de donde ya no había logrado salir.

Solo pueden tener una o dos almas atrapadas, recordé las palabras de Nahuael.

Nunca vi a nadie más que a mis tías, Alberto y los demás fantasmas. ¿Cómo no me había dado cuenta antes?

—¡Hija, por favor, responde! —escuché a mi padre a través de mis oídos taponados.

—Sí... aquí estoy —le respondí desde el suelo.

Pero, ¿realmente estoy aquí? Me pregunté.

En un parpadeo todo cambió a mi alrededor. Los árboles ya no eran más frondosos y verdes, sino secos y oscuros. El suelo estaba cubierto por una neblina blancuzca. Aún podía ver a mi padre, pero ya no con la misma claridad que antes, pues su silueta parecía borrosa.

¿En qué momento había muerto? —me lamenté—. ¿Cuándo mi alma se había separado de mi cuerpo?

—No voy a dejarte aquí. Dime dónde estás.

—Justo frente a ti, en el suelo —le indiqué.

Enseguida sacó de su bolsillo una placa delgada y color marrón, se trataba de un libro idéntico al que tenían Olga y Jazmín.

Me costaba trabajo recordar que él era un monstruo al igual que ellas, o que incluso yo lo habría sido de no ser porqué me separaron de Nahuael.

Rápidamente abrió el libro y comenzó a ojearlo buscando algo de manera desesperada entre sus páginas.

Comenzó a avanzar con pasos cautelosos para finalmente agacharse quedando en cuclillas frente a mí.

Estiró su brazo de manera titubeante. Al momento que su mano iba a tocar mi cabeza se desintegró como si fuera de humo y volvió a aparecer cuando abandonó mi rostro.

—¡Ah! —lanzó una exclamación retirándose con pasmo.

Fue así como estuvo seguro de que me había encontrado.

Me pregunté que había sentido al tocarme.

—Hija, cierra los ojos —me indicó.

—¿Qué planeas hacer? —fruncí un el ceño mientras obedecía.

Me puse nerviosa al bloquear mi vista.

Esperé unos segundos percibiendo como aumentaba la tensión.

Papá empezó a leer algunas páginas del libro. No lograba comprender nada de lo que salía de su boca, pero me mantenía inquieta.

—Puede que aún estés viva —me dijo al terminar—. Si es así, me sacrificaré por ti e intentaré tomar tu lugar. Te alcanzaré después.

Cuando comprendí lo que dijo ya era demasiado tarde.

Se abalanzó contra mí.

Su cuerpo se desintegró al momento de entrar contacto conmigo.

Mi panorama se tornó negro.

Sentí un fuerte tirón en el pecho, pues algo me estaba empujando con potencia desde abajo elevándome hasta hacerme flotar.

Mis extremidades quedaron colgando en medio de la oscuridad.

Quise gritar, pero mi voz había desaparecido.

Noté que tampoco podía moverme, estaba atrapada dentro de mi cuerpo y no podía accionarlo.

Percibí sonidos. Había voces tranquilas y pasos calmados.

También había dolor. Me ardía la parte interna de las muñecas y mi espalda estaba completamente adormecida.

De vez en cuando me colocaban algo pequeño y helado sobre el pecho y el estómago.

Había un pitido incesante estresándome, podía escucharlo a la perfección fuerte y agudo, casi con ritmo, pero me hartaba hasta hacerme doler la cabeza. Quería pararme a romper lo que lo estuviera causando.

Logré volver a abrir los ojos y me senté de golpe.

—¡NO, PAPÁ! —vociferé al momento que me arranqué algo de plástico que me cubría la nariz y boca.

Después me quedé completamente inmóvil.

Definitivamente ya no me encontraba en el mismo lugar.

Cuidado con Las Voces [TERMINADA] Libro #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora