1, El espejo

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El día que dio pie a mi catástrofe las clases habían terminado y las vacaciones comenzaban.

Iba sentada en la parte trasera del taxi que mi madre contrataba para llevarme y traerme de la escuela.

El cielo estaba plagado de nubes grises y llovía a cántaros, afortunadamente el sonido del agua servía para disimular el incómodo silencio.

Permanecía callada como de costumbre.

Nunca había cruzado palabra con el hombre que conducía, a pesar de haber convivido con él durante los últimos años de mi vida de lunes a viernes por aproximadamente una hora al día. La única interacción que teníamos era cuando le dedicaba un saludo y despedida tan solo por educación.

Mantenía mis piernas cerradas y cruzadas por los tobillos.

Me pegaba demasiado al asiento mientras encorvaba los hombros en un intento por desaparecer.

Colocaba ambas manos sobre mi regazo y me dedicaba a observar los movimientos exagerados y nerviosos de mis dedos.

Algunos cachos de mi cabello oscuro y mal cortado caían con descuido sobre mi rostro gracias a mi postura cabizbaja.

Podría sentir la vista del chófer clavada sobre mí, pues me lanzaba miradas furtivas cada vez que tenía una oportunidad; no obstante, sus ojos no tenían ni una pizca de mala intención ni lujuria, él simplemente se estaba cuidando la espalda. Mi actitud le parecía rara y atemorizante.

Casi podía leerle la mente. Sabía que se imaginaba a cada momento que le saltaba a la nuca para estrangularlo con mis propias manos.

Claro que mis intenciones nunca habían sido matar al pobre señor, pero algo en su interior le advertía que estaba compartiendo su espacio con una figura que amenazaba su paz.

Por mí parte hacía todo lo posible por no echar ni un solo vistazo a la ventana, ya que ese catastrófico acto me traería problemas.

Cuando el vehículo detenía su marcha al estar frente a un semáforo en rojo podía escuchar los ligeros chasquidos que emitían los golpes contra el vidrio.

De reojo, y entre los mechones de mi pelo, veía la figura de apariencia humosa que se situaba al otro lado de la puerta.

Cerraba los ojos con fuerza y apretaba la mandíbula intentando ignorar al fantasma mientras esperaba a que la luz cambiara a verde y pudiéramos seguir avanzando para dejar atrás al ante espectral.

Suspiré de alivio al percatarme de que conductor le mostraba su tarjeta de acceso al guardia del fraccionamiento donde se situaba mi hogar.

Había sobrevivido a un trayecto más.

Finalmente, el auto se detuvo frente a mi casa.

—Gracias —dije como despedida al momento que abría la puerta.

—Disfruta tus vacaciones —él me dedicó una sonrisa nerviosa.

Y claro que lo haré, pensé.

Gracias a mis dones extraños no tenía amigos con quien salir a divertirme, ni tampoco me gustaba hacerlo, prefería estar encerrada en mi habitación viendo alguna película, serie o cualquier cosa que me distrajera la mente para no pasarme las horas mortificada por escuchar y ver a los espíritus que me visitaban.

Además, estaba contenta de no tener que ver a ninguno de mis estúpidos compañeros, pues no me era nada fácil convivir con ellos.

Bajé del carro de manera torpe en un intento por ser rápida.

Cuidado con Las Voces [TERMINADA] Libro #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora