14, La torcida

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         Todavía estaba parada frente a la sala cuando llegó lo que tanto estaba esperando.

Comencé a escuchar algo parecido a unos agudos crujidos que provenían de alguna de las habitaciones.

Giré la cabeza con lentitud. Un nervio en mi ojo ya estaba saltando como loco.

Se trataba del sonido más exasperante que jamás había percibido, era muy parecido a ese sonar de cuando me tronaba los dedos o el cuello.

Se acercaba.

Mis ojos casi se salieron de sus órbitas cuando vi a esa figura salir de mi cuarto.

Ámbar —ella me llamaba.

Reconocí su voz.

Era otra vez la mujer del espejo.

Estaba a punto de desmayarme, pero realmente no podía dejar de mirarla, pues estaba a unos metros de mí a plena luz del día.

Su cuerpo era tan delgado que llegaba a causarme repulsión.

Poseía una piel grisácea y mugrienta que se adhería a su esqueleto dejando expuesta todas las formas de sus huesos.

Los risos de su cabello esponjado se revolvían con violencia como si a su alrededor soplara una fuerte ventisca.

La fantasma hacía lo posible por avanzar, pero de la cintura para arriba estaba completamente doblada hacia un costado. Su cabeza incluso rebotaba contra sus rodillas a cada paso que daba.

Seguramente se había muerto por la fractura de su columna, eso causaba el escalofriante sonido de sus huesos tronando.

Me apuntaba con su rostro desfigurado.

Sentía que me miraba a través de sus cuencas oscuras y sangrantes.

Comencé a retroceder con rapidez y ella también apresuró el paso.

Mi corazón latía tan fuerte que casi sentía que tendría un paro cardíaco.

Cuando estuve de espaldas a la puerta supe que no tenía escapatoria.

Me fui deslizando sobre mi espalda, inundada en llanto, hasta llegar al suelo.

Me hice un ovillo en completo estado de shock.

No podía hacer más que gritar y sollozar.

Una vez que el espíritu estuvo demasiado cerca cerré los ojos con fuerza.

Escuché el fuerte crujir de sus extremidades al inclinarse hacia mí.

Sentí su gélido aliento sobre mi rostro, pues abrió su boca torcida.

Apestaba a muerte, putrefacción y desesperanza.

Solté el chillido más fuerte que jamás había exclamado.

De pronto, sentí que me iba de espaldas.

Caí de golpe sobre el pasto golpeándome la cabeza.

Alguien había abierto la puerta.

Me levanté pataleando e intenté correr, pero unos fuertes brazos me detuvieron.

—¡No, ahí está! —exclamé intentando alertar a la otra persona.

Volteé rápidamente hacia el interior de la casa para ver que tanto le faltaba al espectro para alcanzarme, pero me di cuenta de que ya no ni rastros de ella.

—Ámbar, ¿qué chingados te pasa ahora? —me preguntó Olga sin dejar de sostenerme.

No le pude contestar.

Seguí revolviéndome para escapar.

Quería alejarme lo más posible de ese lugar.

—¡Ámbar! —volvió a gritarme volteándome frente a ella.

—¡Estaba aquí Olga, yo la vi, corre!

Su expresión también parecía asustada, mas su pasmo era causado por mi comportamiento inexplicable.

Gracias al miedo no sabía si estaba diciendo las cosas de manera correcta o solo balbuceaba como idiota, era más seguro que llevara a cabo la segunda opción.

Sin previo aviso mi tía alzó la mano para abofetearme.

El ardor en mi mejilla me devolvió a la realidad con un jadeo.

—Lo siento, niña —se disculpó, apenada.

La miré con los ojos cristalinos. ¡Si que me había dolido!

Nunca nadie me había golpeado antes.

Tenía deseos de empujarla y salir huyendo, pero no tenía donde quedarme más que el cuarto que ellas me prestaban, y justo de allí había salido esa horrible cosa.

—¡Olga! ¿Qué ocurre? —Jazmín apareció corriendo.

—¡TÚ, maldita bruja, me dejaste encerrada! —le grité llamándola por primera vez como siempre había querido hacerlo.

La expresión de su rostro fue de sorpresa, pues levantó mucho las cejas ante mí grosería.

Me sentí satisfecha al verla ofendida.

—Am-Ámbar —tartamudeó—. No sé de qué me hablas. La puerta debió ponerse el seguro sin querer.

—¿Qué fue lo que te pasó? —me insistió Olga.

Volteé de nuevo hacia el pasillo, solo de recordar lo que había pasado me causaba escalofríos.

No me quedaba otra opción, iba a tener que decirles la verdad a mis tías.

El pensar en la reacción que podían tener me llenaba de nerviosismo. ¿Intentarían lincharme en una hoguera cual bruja?  

Cuidado con Las Voces [TERMINADA] Libro #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora