49, La batalla final

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          Lancé un aullido.

Sentí el dolor más fuerte que probé en mi vida.

Me pareció que un cuchillo me apuñalaba por igual justo en el corazón.

Mamá gritó de manera lastimosa y comenzó a retroceder mientras se tambaleaba para finalmente caer de espaldas hasta el suelo.

Su expresión se encontraba torcida en un profundo tormento.

Levantó ambas manos, las cuales le temblaban de manera violenta, y tocó su herida.

La sangre enseguida empezó a salir, primero empapó el frente de su blusa y terminó por extenderse hasta el suelo.

Cecilia quedó tendida sobre un gran charco rojo.

No podía reaccionar.

Esos segundos me parecieron eternos.

Mi interior se cubrió por un remolino de caos y pesadumbre.

Miraba la grotesca escena con los ojos muy abiertos y sin apartar la mirada.

Ya ni siquiera podía gritar.

Algo brincó por encima de la figura de mi madre, se trataba de Jerry, quien se abalanzó sobre Jazmín. Al parecer había logrado liberarse.

La tomó por sorpresa rodeándola con sus brazos.

Al encontrarme detrás de ellos pude ver como mi padre metía la mano en la herida de su hermana.

Jazmín aulló.

Papá le hacía daño encajándose en su carne viva.

La jugosa sangre empezó a brotar.

Aún estaba en un fuerte estado de impresión cuando me cayeron algunas gotas viscosas y rojizas sobre la cara.

Olga no tardó en ir en la defensa de su hermana y logró liberarla de papá cargándolo como si no pesara nada.

Jerry aprovechó para patear a Jazmín en el estómago.

Continuaron peleando y forcejeando de manera violenta.

Se estrellaron contra la estufa. Tiraron los sartenes. El refrigerador fue a dar hasta el suelo.

Me volví hacia mi madre.

Cecilia aún no se había levantado.

Empecé a berrear completamente histérica.

Unos segundos después el cuerpo de Olga, que había sido empujado por mi padre, chocó contra mí.

Al estar atada y no tener nada a que sujetarme fui a dar directo al suelo. Me di fuerte contra la mandíbula. Mi boca comenzó a llenarse de un sabor a oxido, sin lugar a dudas me había reventado el labio.

El impacto que me sacó el aire por completo dejándome el interior ardiendo. Pero nada se comparaba con el dolor en mi corazón, prefería mil caídas así a sentir el sufrimiento de no saber si la única persona que amaba estaba muerta.

Después de escuchar un ronco quejido un cuerpo cayó de golpe.

El caos cesó por completo.

Enseguida sospeché que se trató de papá, pues, ¿él realmente tenía alguna oportunidad contra sus hermanas? Si no mal recordaba, ambas eran muy fuertes y tenían una resistencia más arriba del promedio como resultado de sus dones animales.

Ya que Jerry no tenía sus poderes seguramente lo habían vencido.

Una mano me tomó del cabello con brusquedad y tiró de mí hacia arriba.

Solté un chillido lastimoso al sentir que me ardía la cabeza.

No tardé en darme cuenta que era Jazmín quien me lastimaba.

Sentí terror al ver su cara manchada con sangre.

Enseguida mi vista comenzó a nublarse. Sabía que estaba a punto de desmayarme y seguramente sería la mejor opción, pues así no sufriría tanto cuando me mataran.

Pronto volví a encontrarme sobre la mesa de la cocina.

Jazmín se aproximó hasta el cuerpo de mi madre.

Tomó el haza del cuchillo y tiró de él hasta desencajárselo. Cecilia ni siquiera movió un dedo.

Lloré con más potencia. Ya no me quedaron dudas de que estaba muerta.

—Perdón por hacerte esperar —Jazmín habló sin malicia, como si se hubiese retrasado cinco minutos en la cena—. No seré muy rápida, ¿de acuerdo? Quiero que te duela un poco, es que batallamos mucho. ¡Si que eres una niña rebelde! —me sonrió.

Estaba congelada.

Solo quería que eso terminara de una buena vez.

Me desquiciaba aún más que se comportara de manera dulce.

—No podemos tardarnos, ya que es muy riesgoso esperar otro mes para que vuelva a ser luna llena. Olga fue a matar a tu padre a la sala. No queríamos que vieras algo tan feo, así como la muerte de tu mami. Aunque, ¿te soy sincera? —empezó a caminar hacia mí—. La hija de perra de Cecilia nunca me cayó bien.

La ira se apoderó de mi interior.

Resoplé de manera violenta bufando como si fuese un toro bravo mientras me retorcía. Quería zafarme y golpearle la cabeza contra el suelo hasta destrozarle el cráneo.

—Y ahora que me apuñaló menos quiero que sea mi amiga —lanzó una carcajada—. ¿Y dónde está tu protector, Nahuael? Debiste tener más cuidado con las voces, niña —volvió a reír.

Una riesgosa idea surgió en mi mente como un chispazo.

En esos momentos ya no me importaba absolutamente nada la poca bondad que pudo habitar en mi interior. Ellas tenían que pagar y no descansaría hasta verlas arder en el infierno.

Mi llanto, saliva y mocos habían humedecido la cinta, para deshacerme de ella solo tuve que mover un poco la mandíbula.

Miré a Jazmín a los ojos de manera desafiante y entreabrí mis labios ensangrentados.

—Nahuael, yo te invoco. Acepto que me poseas para que vengas a este mundo.

Cuidado con Las Voces [TERMINADA] Libro #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora