25, El libro

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          Me levanté hasta sentarme al borde de la cama.

Aún era de madrugada, calculaba que faltaban varias horas para el amanecer.

Me froté el rostro.

Estaba segura que no iba volver a conciliar el sueño.

¡Vaya pesadilla de mierda!

Supuse que mi subconsciente trataba de reflejar de todo lo que estaba ocurriendo.

Una vez que mi mente se repuso recordé a Alberto.

Bajé los pies hasta el suelo dispuesta a ir a visitarlo, pero me detuve al sentir un borde extraño. Sin querer había pateado algo para debajo de la cama.

En completo silencio me agaché hasta colocarme a gatas, pero, aun así, no logré ver nada.

La oscuridad entre el colchón y el suelo se percibía profunda, y por alguna razón me llenaba de inquietud.

Caminé hasta la mesita para encender algunas velas.

Una vez que me sentí más segura volví a ponerme sobre las rodillas y codos, pero la poca luz no llegaba hasta el fondo.

Apenas y pude ver algo parecido a una placa marrón.

Estiré mi brazo lo más que pude logrando tocarlo con las yemas de los dedos. Poco a poco lo fui atrayendo hacia mí. Lancé un suspiro de alivio cuando pude sacar el objeto por completo.

Mientras regresaba a la cama noté que se trataba de un libro.

Me senté en la orilla y muy cerca de la vela.

Lo abrí enseguida forzando la vista para intentar leer algo, sin embargo, no comprendía nada. Primero pensé que era por la falta de iluminación, no obstante, unos segundos después pude darme cuenta de que estaba escrito en otro idioma.

Según mis pocos conocimientos, deduje que se trataba de una lengua indígena mexicana, gracias a la constante repetición de las letras t, z y x.

Mi mamá había dormido en ese cuarto, aún así, estaba segura de que el escrito no le pertenecía. Nunca le interesó nada relacionado con esos temas.

Lo hojeé un poco más a pesar de que no entendía ni el título.

De un momento a otro, algo salió volando de entre las páginas cayendo al suelo. Di un pequeño respingo, pero cuando me pude percatar que se trataba de algo inofensivo me agaché a recogerlo.

Era un pedacito de papel arrugado usado como separador. Tenía impresa la publicidad de un dentista del pueblo, no obstante, cuando le di la vuelta logré reconocer que ocultaba otro significado.

Había seis nombres escritos acomodados en pares.

En los primeros se podía leer:

Max y Alondra.

Continuaban con:

María y Alberto.

Todos los anteriores estaban tachados con tinta roja. Los trazos eran violentos y marcados como si hubiesen sido creados en un arrebato de rabia.

Sentí un mal presentimiento al llegar a los últimos integrantes de la lista, pues los conocía muy bien:

Ámbar y Jerry.

¿Por qué mi nombre y el de mi padre estaban allí?

Seguí pasando las páginas de manera apresurada buscando cualquier otro indicio sospechoso.

Si mi relación era correcta se trataban de parejas de padres e hijos.

Me pregunté si ese Alberto hacía referencia al que yo conocía.

Mi mente quedó completamente en blanco al llegar a la última página.

El volver a ver esas imágenes fue algo impactante. Pude notar que no se trataba de un dibujo, si no, de una impresión dentro del libro.

Con el corazón acelerado, pasé los dedos sobre las hojas acariciando la imagen del pájaro que me había atacado en el bosque. A su lado estaba un gran perro negro.

Me pregunté si el libro trataba de misterios y leyendas, de ser así, estaría enfrentándome contra mitos oscuros. 

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Cuidado con Las Voces [TERMINADA] Libro #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora