30, La aparición

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          Ya habían pasado varias horas y yo solo rezaba porque amaneciera pronto.

El sonido de unos rasguños sobre la madera me hizo brincar.

Me volví hacia la puerta, pues de ahí provenían.

Desde la llegada de Alberto las fuertes emociones no habían cedido ni un poco. Mi interior era un manojo de nervios a punto de estallar.

Los golpes y arañazos no paraban. En un principio eran ligeros, pero conforme pasaban los segundos se iban incrementando.

La pequeña parte de razonamiento que aún me funciona bien me hacía creer que se trataba de Laica, quien aún me buscaba sin descanso para lograr matarme. Pero, por otro lado, mi pecho se llenaba de un miedo infernal que me indicaba que lo que causaba de mi temor no era algo humano, ni mucho menos natural.

Como siempre intente ignorarlo, mas la sensación de espanto me invadía las extremidades. Casi parecía que viajaba por mi torrente sanguíneo acelerándose con cada latido de mi corazón.

Esa cosa estaba allá afuera y sin lugar a dudas venía por mí.

La rendija que quedaba entre la puerta y el piso se tornó borrosa justo como si un gas emanara de ella.

Pensé que era mi vista la que me estaba jugando una mala pasada. Parpadeé de manera rápida, pero todo continuó igual.

Me incliné hacia adelante llena de extrañeza y curiosidad.

Pronto pude ver que se trataba de una sombra que crecía y crecía.

Algo estaba entrando por debajo de la puerta.

Congelada, observé cómo tomó grandes dimensiones. Cuatro extremos se fueron alargando hasta tomar una forma humanoide.

A solo unos metros de mí se encontraba la figura oscura de un cuerpo sobre el suelo.

Volvía a tirarme de espaldas a la cama.

Comencé a escuchar cómo se arrastraba y me solté a llorar con la respiración entrecortada.

Cuando sus manos se aferraron a la orilla de mi cama no pude contenerme más y pegué un grito.

Sentí su peso hundirse en el colchón. Luchaba por treparse hasta donde yo estaba, pues al parecer no podía ponerse en pie.

¡La torcida! Pensé alarmada e identificándola por el sobrenombre que le había dado.

Mis extremidades no eran capaces de levantarme, así que solo me giré para dejarme caer al suelo en un intento por escapar.

Mi cuerpo azotó como cuajo. Apenas y sentí el golpe a mi costado gracias a la adrenalina.

Al instante del impacto todos los sonidos cesaron.

En el cuarto se hizo un silencio sepulcral.

Me senté acompañada de la sensación de que estaba a punto de darme un infarto.

La habitación estaba quieta, justo como si nada hubiera pasado.

Dejé escapar el aire almacenado en mis pulmones. Pero no debí cantar victoria tan pronto, pues un segundo después un par de brazos pálidos salieron de abajo de la cama aferrándose a mis muslos.

Pegué un chillido al sentir como sus manos se encajaban por mi carne intentando subir hasta mi rostro.

Luché lo más que pude impulsada por el terror que sentía, pero ella era fuerte y estaba muy enojada. Pronto terminó por aplastar mi cuerpo con el suyo.

Apreté los párpados lloriqueando de manera desesperada con el rostro hacia un costado.

Pude percibir cómo se inclinaba hacia mí colocando sus labios fríos y babosos sobre mi oreja.

—Tienes... qué ver... por mí —habló de manera lenta y con un tétrico susurro.

Al finalizar sus palabras dejé de sentirla.

Tenía tantos deseos de salir corriendo para pedir ayuda, sin embargo, ya ni siquiera podía hablar.

Mis extremidades parecían de piedra.

Intentaba mover aunque fuera un dedo mientras apretaba la mandíbula tan fuerte que me hacía daño.

Todo era inútil.

Me llené de pánico, pues tampoco pude volver a abrir los ojos.

¿Qué me había hecho esa horrible mujer?

❤️ ¿Les está gustando el rumbo que va tomando la historia?

Cuidado con Las Voces [TERMINADA] Libro #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora