50, Posesión

783 158 13
                                    

Jazmín me miró de una manera desquiciada. No tardó en abalanzarse sobre mí con el cuchillo en lo alto.

Abrí demasiado los ojos al presentir que esos eran mis últimos segundos de vida.

Esperaba el peor de los impactos.

Ella debía actuar antes de que mi llamado llegara a Nahuael, pero algo sorprendente detuvo su trayectoria acecina y la hizo voltear en todas las direcciones con la mirada llena de paranoia.

Yo también sentí el leve tambaleo e imité su gesto.

Enseguida pude ver como el techo se mecía de lado a lado.

¡Está temblando! Pensé, alarmada.

Ocurrió una potente sacudida, justo como si la catástrofe me respondiera con arrogancia.

Jazmín fue a dar al suelo mientras lanzaba un grito.

Yo también caí de la barra azotándome de nuevo.

Las paredes crujían causándome una fuerte ansiedad.

En cualquier momento se nos vendría la casa encima, pues el temblor no paraba.

Al ser incapaz de levantarse Jazmín comenzó a gatear hacia mí aún con el cuchillo en la mano.

Grité y me retorcí luchando por liberarme.

Los movimientos de mi atacante se hacían cada vez más lentos. Le causaba un gran esfuerzo desplazarse, parecía que sus extremidades le pensaban el doble. Finalmente terminó por detenerse quedando inmóvil con la daga a sólo unos centímetros de mí.

El temblor paró de golpe.

No podía calmar mi respiración agitada.

Jazmín parecía congelada, debido a que tenía el cuerpo como una estatua.

Parecía que el tiempo se había puesto en pausa y solo yo lo percibía.

La puerta principal se abrió con una fuerte y silbante ventisca.

Alguien estaba entrando.

Podía escuchar sus pasos... ¡No! Mejor dicho, sus pezuñas.

La presencia de Nahuael apareció en la cocina, como siempre, acompañado de toda su magnificencia oscura.

Dio una ojeada a su alrededor sin turbarse ni un poco, parecía que los cadáveres, la sangre derramada y las jóvenes amarradas fuesen cosas de todos los días para él.

Avanzó hacia mí en silencio.

Sus cuernos rozaban el techo causando agudos rasguños que me hacían estremecer.

Cuando sus pezuñas quedaron a la altura de mi cara, lentamente y de manera grácil, fue bajando hasta quedar en cuclillas.

—Aquí estás —lo saludé en tono bajo.

—Siempre lo estoy —me respondió moviendo su boca sin labios.

Su aspecto era capaz de causarme las peores pesadillas, pero no podía deshacerme de nuestra extraña conexión. Al dejar de existir mis padres ese ente obscuro era mi mayor símbolo de protección.

Sentí odio hacia todos aquellos que no me habían creído, pues en ese momento Nahuael era mi único pase para permanecer con vida.

Iba a unirme a él.

Iba a dejarlo vivir dentro de mí interior con total libertad.

—¿Qué estás esperando? —le pregunté afligida.

—Primero, dime una cosa, ¿qué es lo que estás buscando? —habló de manera lenta y tétrica.

Mientras hablaba su delgada lengua bífida se escapaba de manera escurridiza entre sus colmillos, era idéntica a la de una serpiente.

—Venganza —susurré.

Claro que él ya sabía mi respuesta mucho antes de que la dijera.

—Y la tendrás —me pareció que sonreía.

Estiró sus brazos como ramas en mi dirección.

Cerré los ojos con fuerza esperando revivir las horribles sensaciones de cuando intentó poseerme, pero en vez de eso sus grandes manos se posaron sobre mis costados justo a la altura de mis hombros.

Volví a abrir la mirada cuando sentí movimiento, ya que me estaba levantando.

Acomodó mi cuerpo hasta dejarme medio sentada y con la espalda recargada contra la mesa.

Parecía que intentaba maniobrar con la mayor delicadeza posible, pero aun así sus filosas garras oscuras me causaron ligeros rasguños sobre mi piel, claro que para mi cuerpo maltrecho ese fue un dolor soportable.

Terminamos quedando cara a cara.

Lo miré a los ojos de manera ansiosa.

Podía sentir como la adrenalina me llenaba.

Sin previo aviso me rodeó con un movimiento brusco pasando sus manos tras mi espalda.

Me quedé helada ante su contacto.

Colocó su cara entre mi cuello y pecho. Sus altos cuernos quedaron apretando mi mejilla izquierda haciendo volver el rostro hacia un costado.

Claro que el momento apacible no duró demasiado.

Con la misma calma y lentitud con la que me había abrazado empezó a clavarme las garras por la zona de mis costillas.

Podía sentir cómo se introducían en mi carne jugosa y sangrante mientras me apretaba con fuerza.

Puse los ojos en blanco y abrí mucho la boca.

Poco a poco Nahuael se fue disolviendo en mi interior entrando como un humo que me quemaba la piel mientras se escuchaban mis gritos agonizantes de fondo.

Cuidado con Las Voces [TERMINADA] Libro #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora