28, El hocico ensangrentado

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          Chillé hasta desahogarme y no saber más de mí.

Dejé que el llanto me venciera y terminé por quedarme dormida hecha un ovillo.

Varias horas después fui entre abriendo los ojos.

Nunca antes había dormido sobre el suelo, pero a pesar de eso, ya tenía el cuerpo más repuesto.

Me levanté para abrir la llave del lavabo para enjuagarme el rostro varias veces en un intento por disminuir la hinchazón en mis ojos irritados.

Me movía en silencio, pues en los pasillos de afuera no se mostraban señales de vida.

Por más que lo intentara ya no había manera de retrasar lo inevitable. Tenía que salir de mi escondite y afrontar lo que me esperaba tras la puerta.

Sentía que al abrir me toparía con la figura de Jazmín esperándome con su escalofriante mirada siniestra.

Con el corazón en la garganta giré la manija de un tirón.

Me quedé mirando hacia el exterior por largos segundos, pero nada ocurrió.

En vez de sentirme más calmada mis nervios aumentaron al doble.

Al parecer había dormido el resto del día y la noche estaba por caer.

El millar de velas ya habían sido encendidas permitiéndome ver que me encontraba en completa soledad.

Comencé a salir con pasos lentos.

La puerta del cuarto seguía entre abierta, sin embargo, el cuerpo de Alberto ya no estaba sobre la cama.

El ambiente lúgubre del lugar parecía bastante imponente y me obligaba a guardar un silencio total.

Decidí salir antes de asustarme más.

Para mi fortuna esa vez no habían asegurado la entrada.

Era una noche fresca, la cual habría disfrutado de no ser por la situación.

Algo extraño llenaba el ambiente con un aire inquietante.

Me senté de espaldas a la puerta esperando a que alguien apareciera.

De un momento a otro una figura se hizo presente a la altura de la cerca.

Mi cuerpo se tensó ante lo desconocido.

Mi instinto optó por dejarme completamente congelada.

El bulto se acercaba en dirección a la casa. Cuando brincó las maderas de un solo salto pude ver que cayó sobre cuatro patas. Se trataba de un animal.

—¡Laica!

La voz hizo que un escalofrío bajara por mi espalda, pues poseía un tono de alerta desesperado.

La perra se detuvo a varios metros de distancia en cuanto notó mi presencia en la entrada de su hogar.

El animal enseguida comenzó soltar fieros gruñidos.

Comencé a llenarme de adrenalina.

Quería llegar a la puerta antes de que Laica me pegara una mordida, pero dudaba ser lo bastante rápida.

Mi vista se centró en sus colmillos. Mi estómago dio un vuelco gracias al color rojo que escurría de ellos. Tenía todo el hocico apelmazado en un líquido viscoso que le daba a su pelaje unos tintes en tonos vino.

—¡Corre! Sangre...

De nuevo me alertó la voz.

¿Cómo lograría vencer a la asesina de Alberto?

Cada voto 🌟 es un pésame para Alberto 😪

Cuidado con Las Voces [TERMINADA] Libro #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora