Campamento Rousseau [Larry Stylinson].

Capítulo Uno.

PEQUEÑO AVISO:
La prosa sólo se narrará personalmente mientras alguno de los personajes esté contando su historia, fuera de eso, la narración será omnisciente, y los cambios serán previamente marcados, separándose por una × y el nombre del narrador. Ej: ×Louis×.
Es un poco aburrido, pero espero que lo toleren:)

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“¿Acaso no te han contado su historia?”

Praga, República Checa.
Agosto, 29, 2034.

Diecisiete años.

Diecisiete años habían pasado ya, desde que la misteriosa pareja de hombres había adoptado a aquella hermosa niña de cabellos rojizos y ojos profundamente verdes, tan cautivadores, tan pacíficos, tan nostálgicos. Como si una bebé pudiese sentir el dolor de haber perdido a su madre justo al momento de nacer.

Louis se había enamorado de ella apenas le había visto.

Y es que, debajo de unas finas cejas apenas perceptibles, brillaban dos esferas color esmeralda, llenas de esperanza, de la alegría jovial de una criatura inocente, sin rastro de picardía alguno. Tan sólo… un pequeño ángel. Su pequeño ángel.

Aquella pequeña nenita que había adoptado hacía diecisiete años ya, acababa de terminar sus estudios académicos en la Preparatoria Kostka. Y las lágrimas amenazaban con escapar de sus ojos, mientras le oía decir:

—Gracias… a los profesores, por instruirme correctamente… a mis padres, por haberme inculcado cada cosa que ellos aprendieron con tal dedicación que, el fruto resultara alcanzar el mejor promedio de la clase… a mi abuelo, por motivarme cada que pudo y ayudarme siempre que lo necesité… y a mis amigos, por no permitir que me convirtiera en un computador, con tanta información en mi cerebro. Gracias a todos ustedes.

Julietta había desarrollado aquella habilidad de conmover masas con sus palabras, no tan sólo por lo hermosas que eran, si no por lo dulce del tono y el lenguaje corporal. Cualquiera que le oyese hablar se tomaría dos minutos para analizarle y dejar que aquello que decía, llegara a lo profundo de su alma.

Louis estaba orgulloso.

— ¿Lo he hecho bien, pa? —preguntó, sosteniendo entre sus manos el birrete de tela negra que le habían otorgado. La ceremonia había terminado, y había decidido despedirse de sus padres, abuelo y tíos antes de ir al after.

— ¡Asombroso! Estuviste magnífica —exclamó Louis, abriendo los ojos teatralmente.

Pa divertido soltó una risita—: Le hiciste llorar.

—Mentira —se apresuró a contestar el más bajo.

—Estaba llorando —afirmó la tía Andrea, haciendo que el resto de los familiares rieran por lo bajo. Louis carraspeó.

—El caso es, cariño, que lo hiciste muy, muy bien y estamos muy orgullosos de ti —dijo, solemne, posando su brazo alrededor de los hombros de su hija.

El abuelo cabeceó, dando un paso hacia adelante—: Yo estoy ansioso porque vayas al Campamento.

— ¡En serio! —Bufó la tía Lola, a quien en realidad llamaba tía por la cercanía con sus padres—. ¡No has dejado de repetir eso desde que la conociste!

—Señores, creo que ella está pidiendo a gritos que la dejemos ir a ser libre —musitó el tío Evan, otro amigo cercano de sus padres, codeando levemente a la chica.

—Sí… tienen razón, ve, pequeña, antes de que Lou busque una manera de atarte a su brazo —se mofó la tía Amelia, provocando una mirada fulminante del hombre que aún yacía abrazando a Julietta.