Capítulo Dieciséis.
“Oops”.
Y llovía.
Una vez más, llovía.
Alondra detestaba la lluvia, la humedad, el frío. Ella se sentía a gusto bajo el resplandor de un sol veraniego. Pero, ahí, en un frío veintiuno de diciembre, buscaba incrustarse en el pecho de su prometido. Zac, despreocupado como era, estaba dormido. Su expresión apaciguada y tranquila era todo lo contrario a la cara de temor que Ali ponía cada que un trueno hacía temblar la mansión.
Debían ser las cinco de la mañana, ¿la madre naturaleza no podía si quiera respetar el sueño de sus huéspedes?
Por un segundo, fue el canto de la lluvia perenne lo que arrulló sus oídos, y la mujer se dispuso a observar los rasgos de su acompañante. El corto cabello castaño, despeinado, le hacía ver dolorosamente adorable, sus rosados labios entreabiertos suspiraban cada que suaves ronquidos salían de su cavidad bucal, estremeciéndole más que molestándole, y Alondra pensó, que estaba enamorada de Zachary. Y que no había alguna cosa que él pudiera hacer, para cambiar eso.
Pero… también pensó que iba a congelarse, así que necesitaba comer algo.
—Zac… —murmuró, removiéndole en su lugar. Zachary era pesado, increíblemente—. ¡Hey! ¡Despierta!
—Uh…—gimoteó, restregando su cara contra la almohada, las dos esferas cafés que brillaban con un resplandor somnoliento, le miraron sin verle realmente, y luego volvieron a cerrarse.
— ¡Zachary! —chilló, golpeándole en el hombro.
— ¿Qué? —se quejó, aún sin abrir los ojos de nuevo.
Zac estaba teniendo el más genial de los sueños. Volaba sobre un mundo de algodón de azúcar y, joder, esa es la cosa más radical que podría pasarle en la vida.
Esbozó una sonrisa perdida, recordando su sueño, y se estiró bajo las sábanas.
— ¿Podrías ir y traer algo de comer? Que no sea frío… —murmuró, un tanto tímida. A estas alturas, Alondra debería ser capaz de pedirle algo a su prometido, sin sentirse avergonzada, pero, ya ven, la futura señorita Rousseau, seguía titubeando.
—No está permitido comer en las recámaras. —contestó Zac, rascándose bruscamente los ojos. Se levantó de a poco, enfundándose la salida de cama, y metiendo sus pies en las peludas pantuflas azules que nunca dejaba—. Vamos.
— ¿Seguro…? —preguntó, colocándose ella misma su salida de cama y pantuflas. Zac cabeceó en dirección a la puerta, y Ali le siguió temerosa.
Rousseau le tomó de la mano, abriendo lentamente la puerta de madera, y bendijo en silencio a la persona que su padre hubiera contratado para la limpieza y el mantenimiento de la casa. Cuando él mismo había estado en el Campamento, las puertas rechinaban terriblemente. Y una salida en la temprana mañana, en busca de unos bocadillos se habría visto vergonzosamente interrumpida por la gran silueta de su padre, reprendiéndole por rondar los pasillos de la casa y, “fastidiar el sueño de los campistas”.
Y así, caminando de puntillas, llegaron al majestuoso comedor de la casa natal de Jean-Jacques Rousseau, para encontrarse así, posiblemente, la escena más perturbadora que el futuro matrimonio pudiese haber visto alguna vez.
— ¡Papá! —exclamó Zachary, viéndose tentado a cubrirse los ojos. Grace se levantó rápidamente, y Antoine abrochó sus pantalones tan rápido como pudo. ¡Sabía que no debía haber escuchado a Grace! ¡Todo ese cuento de la adrenalina era pura mierda!
ESTÁS LEYENDO
Campamento Rousseau [Larry Stylinson].
Fanfiction×Todos los derechos de autor reservados×. Cuando se ve a punto de ser enviada a un exótico Campamento todo un año, la hija de una misteriosa pareja de hombres está llena de dudas. Sabe que es adoptada, sabe que su madre biológica murió al dar a luz...