Capítulo Dieciocho.

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Capítulo Dieciocho.

Costumbres salvajes.

 

2004.

Dennis se despidió de Louis con la mano, mirándole subir al auto de su madre. Harold yacía de pie junto a su padre, que tenía a Alexia dormida, a cuestas sobre su hombro.

Harold no se había despedido de Louis ―suponía, que esto se debía a la mala relación que existía entre las familias desde los inicios de las mismas―, sólo le miró malhumorado y fue hasta su padre. Éstos parecían muy unidos, pero Dennis, pragmático y maduro como era, sabía que en algún momento la presión del padre sería demasiada como para manejarla, y dada la personalidad rebelde del rizado, se alebrestaría, tarde o temprano.

Y es que no era la primera vez que Dennis se encontraba con Harold. Se conocían desde que podía recordar, siendo su madre y Antoine mejores amigos de infancia. Claro que, no era mucho lo que interactuaban dados ciertos factores... Como la sobre-protección de su madre, y lo poco que hablaba. Dennis, callado y cauteloso, terminaba siendo el observador. Conocía a Joseph Locke, a Edward De Secondat, a Zachary, a Harold y a Alexia. Sin embargo, ninguno le conocía verdaderamente. Todos preferían pasar tiempo con su hermano Nick. Él hablaba más, él era más inteligente, más divertido... Mejor en karate, más flexible. Nicholas era, incluso, más atractivo que él, siendo ambos gemelos.

Y vaya que era atractivo.

Dennis suspiró, su hermano, su gemelo era atractivo.

―Nos vemos en lo de Charles... Adiós. ―se despidió Antoine una vez que la mujer De Vandeul y el Locke terminaran de charlar dentro del palacio. Rousseau sonrió, despeinó ligeramente el cabello de su hermano, mientras le sonreía a Dennis. Harold le hizo un saludo militar y se alejó, trotando detrás de su padre hacia el aparcamiento.

Entonces, una vez que su madre hubo entrado al baño, para retocarse el maquillaje, Dennis se atrevió a hablar de nuevo. La verdad era que, la única cosa que le abstenía de hablar, era él mismo. No se sentía con ganas de hablar cada que una persona además de Nicholas estaba alrededor. Se sentía enfermo, más bien. Notaba la miradas sobre ellos, los comentarios asombrados por ver a dos exactas copias del mismo querubín, los cumplidos que, la mayoría del tiempo, se dirigían a su hermano y a su gran sentido del humor.

Pero ahora, estaban solos. Se encontraba junto a la única persona que le hacía sentir en casa, y se sentía libre de ser él mismo, sin temor a las miradas.

Mientras su madre terminaba de emperifollarse, Dennis colgó los brazos al cuello de su hermano y suspiró.

―Nick... Estoy cansado. ―se quejó. Nicholas le fulminó con la mirada. No había cosa que le exasperara más que lo impulsivo que se tornaba su hermano cuando se encontraban solos, y lo callado que era en compañía de sus amigos―. ¿Sabes qué podría animarme, Nick?

―Ja, puedo imaginarlo.

Nick no podía creer que Dennis quisiera hacerlo en ése momento.

―Deja de leerme la mente...―gimoteó, malcriado, suspirando contra el cuello de su hermano. Nick se puso tenso. Estaba asustado. Tres semanas atrás, mamá les había visto tocándose y se había puesto histérica. No quería ser reprendido de nuevo por algo que le gustaba tanto―. ¿Podrías darme un beso?

―Dennis, mamá está en el baño.

―Sólo uno. Pequeñito.

―Cuando lleguemos a casa te daré muchos, muchos besos... Ahora no.

Campamento Rousseau [Larry Stylinson].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora