F i n a l

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Todos los años, estas fechas eran bastante nostálgicas en el Campamento. Contrario a lo que significara para otros, la primavera aquí significaba despedida. Significaba que el año había terminado, y que los campistas se disponían a volver a sus hogares después de toda aquella experiencia. Había lágrimas, risas, aire de prom, fotos, canciones, dedicatorias. Cierta festividad acompañada de flores y de palabras significativas.

Este año era diferente. Totalmente diferente.

Las ceremonias ocurrieron, sí.

La gente se enteró de que el fundador gritó que su hijo le daba asco justo antes de desaparecer del campamento. La gente se enteró de que su hijo mayor había tenido un bebé y que ellos iban a conocerlo. La gente se enteró de que Harry se quedó en el campamento.

El fundador no volvió.

La educadora Cordelia tomó su lugar en la ceremonia de reconocimiento, y esta se llevó a cabo en el precioso patio trasero, donde el Lago brillaba tan feliz que contrastaba con los rostros de los campistas entristecidos. Muchos habían hecho buenos amigos, muchos vivían en rincones diferentes del planeta.

—La misión del Campamento Rousseau ha sido, desde su fundación, entrelazar en sólo espacio los caminos y las historias de los tres amores del antepasado. La filosofía, la literatura y la música. Y a través de esto, de aquellos que transitamos los caminos de estas doctrinas. —La mujer hablaba con una sonrisa solemne en el rostro. Sus protegidos, los de filosofía habían sido notoriamente los campistas con más éxitos acumulados, casi todos alcanzaron a entrar al ático. Ninguno conocía la razón del desastre en el piso, pero resolvieron pensar que aquello hablaba del atolondrado espíritu del genio—: Así que esto siempre se ha tratado de encuentros. Encuentros. Conexiones. Compartires. Y vaya que lo hemos hecho.

La ceremonia olía a flores silvestres y hermandad.

—Me alegra saber que hoy en día, los que llegaron separados y perdidos, pueden irse sabiendo que se encontraron a sí mismos al encontrar a los demás, y viceversa. Además de llevarse consigo todo lo que estos tres facilitadores —Y sus manos señalaron a Ben y Dan que yacían cerca de ella frente a la multitud de campistas sentados alrededor del terreno— se esforzaron para entregarles. Sean felices, sean buenos, sean plenos, y por favor, recuérdenos, recuerden estas paredes y estos y pinturas y salones y libros como el patrimonio que hoy se convierte también en suyo, y recuerden, sean fieles a sí mismos. No hay nada más importante en la vida que esto. Gracias a todos.

La excéntrica pelirroja terminó con una sonrisa conmovida, y los campistas la aplaudieron con pasión. El escritor y el músico la abrazaron con cariño. Ella era una señora dulce en el fondo, y la querían. Además, el ambiente estaba como para eso.

Los campistas se habían ido en el transcurso de esa semana, vuelos internacionales, trenes a casa, reconocimientos y diplomas, fotos impresas. Al llegar el fin de semana, los tres profesores habían dejado las llaves en las manos del único dueño vitalicio presente, y antes de irse, uno de ellos, le dedicó una mirada condescendiente.

—Lo siento.

Harry no sabía por qué, pero supo entender que se refería a su padre, y descartó la lástima del escritor con un encogimiento de hombros.

—Si lo ves, dile que voy a ser tan jodidamente feliz que va a envidiarme. Y no me va a importar.

Benjamin sonrió, triste, y asintió casi sin mirarle a la cara. Era una situación difícil en la que no terminaba de entender su lugar, o si tenía uno, pero Dan tocaba el claxon detrás de él, y ya no había razón para que se mantuviera allí. Subió al auto junto al colega y Karel cerró el portón detrás de ellos con un gesto amistoso. Luego, retornó a su asiento con pereza.

Campamento Rousseau [Larry Stylinson].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora